jueves, 17 de octubre de 2013

Desnudando a una mujer

Allí estaba yo, observándola únicamente por la posibilidad que me dejaba un atisbo de luz entrando por la persiana, perforando la más honda oscuridad. La tenía enfrente, a poco más de cincuenta centímetros de mi boca y a poco menos de diez segundos de mi lengua. Notaba cómo su respiración se entrecortaba y cómo los nervios se apoderaban de su cuerpo. Me acerqué muy despacio, como el felino que no quiere espantar a su presa con la intención final de devorarla. Y esa era, sin duda, mi intención: comérmela entera.

Las yemas de mi dedos palparon sus manos y un respingo de temor hizo que se sobresaltara. Duró sólo un segundo, lo que tardaron mis dedos en ponerse en el final de su espalda y conducir su cuerpo hacia el mío con una suavidad sinuosa. Sentí su aliento en mi cara y acorté las distancias pasando de centímetros a milímetros y de segundos a décimas. “Ya queda poco… hoy no te escapas” me dije para mis adentros.
Surqué el mínimo espacio que separaba los dos seres para unir en un acto celestial nuestros labios, primero con un leve roce y después con un beso que fue in crescendo como una sinfonía y aumentando de temperatura como una olla de agua en una cocina a todo gas. El cariño dejó paso a la pasión y ésta mandó un mensaje directo a nuestras lenguas para que comenzasen a guerrear de una forma tan lujuriosa como directa, tan pecaminosa como tremendamente placentera.
Mis manos, que no respondían y buscaban la pelea por su parte, encontraron cobijo en aquella noche de invierno bajo su jersey. Acariciaban esa parte femenina que ha vuelto loco a más de uno, esa curva lumbar que abarca desde el final del sujetador hasta el principio del pantalón. Eso sí es magia, señores… y no lo que hace Harry Potter.

La acerqué todavía más a mí y dejé de esconder las intenciones libidinosas que había intentado camuflar para subirle el jersey sin que ella mostrara el menor rubor ni un mínimo atisbo de vergüenza. Se unió a mi causa y extendió las manos hacia el mismo cielo facilitándome el trabajo. No quedó allí mi travesura, y de un zarpazo conseguí descifrar el código de su sujetador dejando al descubierto un tesoro que no tardé en hacer mío. Habían pasado poco más de dos minutos y mi cometido estaba casi resuelto. ¡Qué fácil es lidiar guerras como esta, qué placentero serían todos los conflictos así!. 

Ella no quiso quedarse al margen y sin perder tampoco el tiempo comenzó a desabrochar uno a uno los botones de mi camisa. Nunca opondría resistencia ante tan poderoso ejército y en esa ocasión incluso ayudé a la conquistadora a completar su misión. Yo, por mi parte, esperaba la misma colaboración en la mía.
Mi boca perdió por un segundo el interés por la suya centrándose en el cuello. Noté como se erizaba su piel mientras mis labios acariciaban aquel rincón recóndito, redundante, irracional y recurrente. Cuántas erres para la misma frase, cuánta pasión para la misma noche. 

  Ya sólo quedaba un castillo que conquistar, ese botón del pantalón sería el último soldado en presentar batalla y bien sabe Dios que no me duraría ni un santiamén. Mi torpeza se juntó con la inexperiencia y mi perturbado estado lo hizo con aquel invento del demonio. Ella soltó una risita que en cualquier otro momento hubiese herido el orgullo masculino de todo amante, pero que por aquel entonces no supuso afrenta alguna. Me cogió las manos, las llevó a su boca y mientras besaba mis falanges se apiadó de mi persona y ayudó a la conquista de la ciudad sitiada desabrochándose ella misma el pantalón. “Dios bendito, ¿dónde has estado todo el tiempo?” le pregunté.

La tumbé en la cama y la terminé de desnudar. Ella hizo lo propio conmigo y aquí acaba la historia y empieza el pecado, aquí concluye la realidad y comienza la fantasía. 

Imaginen ustedes el resto y asegúrense, por favor, de que no falten besos, caricias, pasión, ternura y amor… sobre todo mucho amor.

jueves, 10 de octubre de 2013

Otra Primera Plana

Tengo la costumbre de tuitear de vez en cuando algunas recomendaciones cinéfilas que mis interminables horas frente al televisor me han permitido ir recopilando. Anoche volvía a mi mente aquella fantástica producción de Billy Wilder, protagonizada por Jack Lemmon y Walter Matthau, que lleva por nombre 'Primera Plana'. Hoy me despertaba con un nuevo artículo del genial Manuel Matamoros que, coincidencias de la vida, tiene el mismo título que ese film.

Primera Plana viene a ser una parodia del periodismo americano de los años 30 del siglo pasado. En una época, la actual, en la que la que antaño fuera una profesión lícita, seria y respetable ha tocado el fondo de la bajeza ética y moral más depravada (sobre todo en algunas de sus ramas más significativas, por ejemplo, la del periodismo deportivo) conviene revisionarla una vez más y darse cuenta de que Wilder, como hombre instruido que era, no se equivocaba demasiado al respecto de lo que se había vivido y de lo que quedaba por vivir.


Un periodista como yo, que ha vivido en sus carnes la degeneración de una profesión no mucho tiempo atrás fabulosa, plasmaba hace unos meses su visión sobre la licenciatura (segunda parte AQUÍ), la filosofía, el trabajo y el futuro de la misma para intentar dejar testimonio de lo que ha cambiado el periodismo nacional. Sin otro remedio que el de rendirme ante la evidencia de que la idea preconcebida que teníamos algunos sobre este empleo no era más que un quimérico sueño tan irreal como bonito y tan ilusorio como atractivo, intentaba dejar constancia con esas entradas del por qué de la crisis mediática que vivimos. Tristemente la calidad quedó relegada a la cantidad, el rigor al amarillismo y ese tan recientemente acuñado término de 'meritocracia' desterrado de las redacciones ante un enchufismo tan triste como injusto y tan degradante como patente. Todo eso y mucho más ha llevado al coma más profundo al trabajo más bonito del mundo.


"Un atajo de pobres diablos, con los codos raídos y los pantalones llenos de agujeros, que miran por la cerradura y que despiertan a la gente a medianoche para preguntarle qué opina de Fulanito o Menganita. Que roban a las madres fotos de sus hijas violadas en los parques. ¿Y para qué?. Pues para hacer las delicias de un millón de dependientas y amas de casa. Y, al día siguiente, su reportaje sirve para envolver un periquito muerto". La opinión que tiene sobre los periodistas Hildy Johnson

domingo, 6 de octubre de 2013

Cincuenta años de Elisabeth Shue

Fueron muchas y muy variadas las mujeres con las que fantaseamos los chavales nacidos a mediados y finales de los ochenta. Esa generación, crecida con series como Los Vigilantes de la Playa, Salvados por la Campana, Una chica explosiva, California Dreams y más tarde Friends o Ally McBeal; encontró en actrices como Pamela Anderson, Carmen Electra, Erika Eleniak, Vanessa Angel, Tiffani Amber, Courtney Cox, Portia de Rossi, Nikki Cox o Lucy Lui sus primeros mitos eróticos que han trascendido en el tiempo hasta convertirse, para la mayoría de nosotros, en recuerdos inmutables y ensoñaciones permanentes.

No sólo en la pequeña pantalla se dieron esos casos de amores platónicos febriles y juveniles.  Geena Davis, Brooke Shields, Kim Basinger o Sharon Stone son otros de los ejemplos de aquellos maravillosos primeros años de la década de los noventa que perdurarán eternamente en la memoria de muchos. En España, Maribel Verdú, Miriam Díaz Aroza, Ivonne Reyes, Beatriz Rico o Nuria Roca también dejaban su huella en la última generación de pelota en el recreo, de canicas en los parques o partidas interminables a la Game Boy al salir del colegio.

Cada uno guarda en su retina y en lo más profundo de su armario los pósters de esas mujeres que tenía colgada en las paredes de su habitación y con las que, casi sin quererlo, fue descubriendo la belleza y el esplendor absoluto de ese género femenino del que algunos nos declaramos acérrimos admiradores. En mi caso, fueron tres las féminas que quedaron intensamente marcadas en mi subconsciente y de las que ahora, tantos años después, siguen evocándome tiempos pretéritos de los que sin duda alguna guardo grandes recuerdos. No me ceñiré en esta ocasión en Robin Wrigth o, posteriormente, a Elisabeth Hurley porque quiero hacerlo, el día de su cincuenta cumpleaños, en la tercera de ellas: la sonrisa que cautivó a más de un adolescente que, como yo, recuerda con nostalgia y afecto a la preciosa Elisabeth Shue.

EL ARTÍCULO COMPLETO EN DSS MAGAZINE, AQUÍ

lunes, 23 de septiembre de 2013

Puedo escribir los versos más tristes esta noche

Hoy se cumplen cuarenta años de la muerte de Pablo Neruda. Con diecinueve, el poeta escribía esta delicia llamada 'Veinte Poemas de amor y una Canción desesperada' que os adjunto. Además, os  dejo el más celebre de todos ellos, el número veinte, enmarcado en el típico montaje horrendo de Youtube pero también, en la voz de una amante anónimo de la poesía que invita a escucharlo una y otra vez.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

El rey del mundo

El folio en blanco copaba la pantalla del ordenador mientras él, acostado boca abajo en la cama del dormitorio, comenzaba a desquebrajarse la cabeza pensando sobre qué escribiría esta vez. Se le acababan las ideas. Notaba que, de un tiempo a esta parte, la quietud de una vida vacía de aventuras lo había apartado de los grandes temas sobre los que pronunciarse y eso, para cualquier escritor en particular y cualquier persona en el aspecto más amplio y general del propio concepto, era algo tremendamente pesadumbroso. 

Recordaba con nostalgia aquellos tiempos en los que la vida le prometía un futuro lleno de esperanzas y sueños por cumplir y se entristecía pensando que, como tantas y tantas veces le habían recordado los más viejos del lugar, la vida no siempre cumple sus promesas. El tiempo iba pasando y los días transcurrían como una fila de hormigas recolectando comida, sin descanso ni atisbo de detenerse. Comenzaba a pensar cuántos lugares le quedaban por visitar y cuánta gente por conocer; todo lo que aún no había visto, ni oído, ni olido ni amado y, poco a poco, la realidad se iba apoderando de un alma que una vez, en un tiempo no muy lejano, fue totalmente soñadora y extremadamente libre.


Maldecía y despotricaba contra todos aquellos entes, físicos o simbólicos, que lo habían privado de sus sueño y de sus más hondas fantasías. Calumniaba y criticaba a aquellos hombres gordos y metidos con calzador en trajes pagados con el sudor de gente como él que le habían arrebatado una vida distinta que jamás tendría y que nunca llegaría si quiera a degustar. Sin embargo, no podía dejar de cabilar que también él tenía mucha culpa de la quietud intelectual y sensitiva que se había apoderado de su existencia transformándola en una monotonía de la que jamás pensó que se sentiría tan plácidamente disgustado.
Recordó aquella obra cinéfila de Milos Forman, donde un joven Tom Hulce en el papel de Mozart, perdonaba al mundo la mediocridad de su existencia a la vez que aquel Salieri, llevado a la perfección por Fahrid Murray Abraham, enloquecía de envidia hacia un genio que se llevaba los méritos que él siempre soñó. “A mí nadie me ha dado la oportunidad” se repetía desquebrajando su cerebro y su alma en un lamento mudo que era, si eso es posible, más estruendoso que el grito de rabia más fuerte de que se tuvo constancia.
Y fue por eso por lo que quizás nuestro protagonista encendió el ordenador aquella mañana de hace unos cuantos años para plasmar en papel cibernético las notas de una música armoniosa como pocas, probablemente el sonido que más calma le producía a ese chico vacío de esperanza y sediento de justicia. Era aquel teclear lo que más feliz le hacía y que su audiencia fuera tan sensiblemente minoritaria no era un escollo para que, durante esos minutos que dedicaba a escribir, se sintiese el hombre más poderoso del mundo. En sus dedos estaba el poder de cambiar, inventar o destruir cualquier cosa que no le fuese grata… aunque cualquiera de esos procesos anteriormente descritos se desvaneciese como un sueño al cerrar la tapa del monitor.

martes, 3 de septiembre de 2013

Tic, tac

Tic, tac... hace el reloj.

Os lo habrán dicho diez millones de veces los más sabios del lugar: "No pierdas el tiempo, disfruta cada segundo". Desde que Horacio acuñara ese 'Carpe diem' que los más románticos se apropiaron siglos después, todos los ancianos de la historia de este mundo en que nos ha tocado vivir lo han ido trasmitiendo a los más jóvenes. Ellos, que han visto cómo las arrugas pobablan la que una vez fue una piel tersa y firme, han sido los encargados de avisarnos de que la inmortalidad es el único sueño que el ser humano no puede conseguir, que el tiempo es el más voraz de los depredadores, que nunca se detiene y que ninguna presa puede esconderse eternamente de él. Ellos, que una vez vivieron en la despreocupación absoluta de una infancia y posterior juventud que parecía eterna, son los que nos repiten en tantas ocasiones la importancia de aprovechar cada maldito minuto de esta, nuestra única existencia corpórea; para que después, cuando las canas comiencen a reinar en lo más alto de la cabellera, no debamos echar la vista atrás y pensar que debimos hacer esto o aquello, lo otro o lo de más allá.

El tiempo pasa y no se detiene a esperar a nadie. Los días van quedando atrás y de ti depende que los recuerdos se aglutinen en tu mente en forma de aventuras, sonrisas, caricias o besos. No habrá mejor vejez que la que te permita saber que hiciste todo lo que quisiste cuando quisiste y como lo deseaste. Que cada noche de amor de las que no has tenido no te suponga el día de mañana un quebradero de cabeza, que cada sonrisa que robaste o te robaron no se quede dibujada en el tintero de una expresión mustia y triste, que cada caricia que tu piel pudo obtener no suponga una fantasía sin cumplir o una noche en vela al calor de una botella de whisky escuchando tus penas. Que ninguna boca que ansiaste besar se quede sin saberlo o las gotas de sudor de tu cuerpo junto a ella en una noche de pasión febril quede sin salir por los poros de tu piel.

Sal y respira, despierta del letargo de la monotonía y cómete un mundo que por derecho te pertenece. Que nadie te diga que no es posible, que nada te impida ser feliz y disfrutar cada instante como si fuera el último. Disfruta de una vida que pasa sin que te des cuenta y que se va consumiendo como una hoja de papel en llamas. La arena va partiendo de tu reloj hacia el infinito y tú sigues aquí, leyendo un texto que te roba minutos de un tiempo dedicado a vivir. Olvídate de todo esto, deja de devorar las letras de una historia ajena y comienza a escribir la tuya propia. Y recuerda... 'tic, tac', el reloj no se para. Nunca.


viernes, 30 de agosto de 2013

Septiembre

El noveno mes del año va apareciendo en el horizonte más cercano y estará inmerso en nuestras existencias cuando tenga a bien a regresara a éste, mi querido espacio cibernético, dentro de unos días. Un fin de semana siempre es la mejor manera de despedir a un mes y darle la bienvenida al otro. Brindaremos por agosto con congoja y morriña ante el verano que hemos dejado atrás, mucho menos ajetreado, loco, voraz y ambicioso que los anteriores. Cosas de los años, del pasar del tiempo.

El estivo dará paso al otoño, el calor al frío y el sol a la lluvia como tantas veces antes ocurrió y tantas veces pasará después. Los días se acortarán y la luz dejará paso a las tinieblas en una expresión que alcanza su sentido más realista en esta época que nos toca vivir. Volveremos a ver los informativos y con ellos el rubor retornará a enrojecer nuestras mejillas, acompañado por un odio que se acrecienta como el nivel del mar por las noches. Volveremos a la rabia inconsciente ante la gestión de este país que una vez se llamó España y regresarán las preguntas existenciales y los debates acalorados en los bares, locales o terrazas de cualquier punto de la nación. 


Y el futuro se antojará duro, como siempre pero como nunca. Volveremos a ver cómo se rompen las ilusiones de millones de jóvenes al chocar con el rostro de los políticos que nos gobiernan a razón de un buen salario mensual y alguna que otra comisión que ellos, por cuenta propia, se agencian sin atisbo de vergüenza alguna. Pero bueno, pedirle sonrojo a un político es como exigirle corrección ortográfica a un futbolista, tarea más que complicada.

Seguirán los besos y las caricias, las guerras de almohadas y los combates bajo edredones recién salidos de las fundas. No se detendrán las sonrisas ni desaparecerán las lágrimas, tan necesarias unas como las otras. La desolación de un mundo que se ahoga resonará como el eco mudo en las copas de champagne de ese diez por ciento inconsciente y sin conciencia. El grito de los débiles será apaciguado por las risas de los poderosos y a ese Dios que tan mal le caemos parecerá seguir sin importarle nada. Los cuerpos se cubrirán y las piernas morenas de las mujeres se taparán con medias de seda o trozos de tela. El invierno irá llegando poco a poco y la necesidad de encontrar calor se hará pecaminosamente creciente. Los amantes seguirán amándose y los solitarios volverán a buscar un corazón que estrujar al menos un par de horas cada noche. Las copas retornarán a llenarse y a vaciarse una y otra vez, ahogando las penas de alguna vida vacua y sinsentido. El ron, el whisky, el vodka o la ginebra serán los cuatro amigos a los que recurrir una vez más y los más fieles consejeros con los pasar el rato. Volveremos a levantarnos cada domingo hundidos en la desesperanza y la resaca de una botella en mal estado y comenzaremos cada lunes animándonos a sonreír, autoimpulsándonos a salir a la calle a comernos un mundo que se nos atraganta, a bebernos una vida que se nos fue por el otro lado, que se escondió tras la esquina sin darnos cuenta. Y después, casi sin  enterarnos, llegarán noviembre...

lunes, 26 de agosto de 2013

Malviviendo, el regreso

Llega una de las mejores series de la historia de Youtube, Malviviendo. La tercera temporada comienza para los que estabais tan ansiosos como yo, si hay alguno que todavía no la conoce... le pueden dar por saco.


viernes, 23 de agosto de 2013

El día del 7 y la noche del Espartano

La historia comenzó a fraguarse hace unos días y el recuerdo, bien lo sabe Dios, perdurará eternamente. No me cabe duda.

Aunque sabía casi con total seguridad que iba a viajar a Madrid ayer, no fue hasta el lunes por la mañana cuando se me confirmó oficialmente. Sí, iba a volver a ver a don Raúl González Blanco sobre el Santiago Bernabeu una vez más. La emoción de alguien que creció con sus goles y comenzó a sentir el pálpito del madridismo sobre la fina piel de su corazón junto al siete de España se acrecentaba como la de un niño en la noche anterior a la llegada de los reyes magos. Volvía a Madrid, volvía al Bernabeu… volvía a casa.
El lunes por la noche me armé de valor e intenté que el viaje desde el pequeño pueblo albaceteño de donde partían los dos autobuses rumbo Madrid fuera lo más completo posible. Probablemente demasiado presuntuoso por mi parte imaginar que la jugada podría redondearse tanto como finalmente ocurrió. Me armé de valor y desterré la poca dosis de vergüenza que Dios me otorgó para enviarle un mensaje privado vía Twitter a uno de los jugadores que más estima, cariño, aprecio y admiración tengo de toda la plantilla del mejor equipo de la historia: Álvaro Arbeloa. 

Poco podía imaginar mi mente cuando, al día siguiente, la llamada de mi amigo del alma, Manuel Guillamón, a intempestivas horas de la mañana me traía de nuevo al mundo de los vivos de más mala gana que otra cosa. Con los ojos aún entrecerrados, comencé a abrir una a una las notificaciones que mi teléfono móvil había ido recopilando durante aquella noche. Cual fue mi sorpresa cuando encontré este mensaje que, espero, no le moleste que publique.


Imagínense ustedes mi alegría, pónganse si pueden en el cuerpo de un madridista de pro que de se ha de frotar los ojos una y otra vez para darse cuenta de que sí, que uno de sus ídolos, un campeón del mundo y de Europa lo invita a conocerlo en el Bernabeu. Si pueden acercarse en una millonésima parte a esa sensación, podrán imaginar levemente la alegría tan inmensa que sentí aquella bendita mañana.
Se lo agradecí y aguardé nervioso el paso de las horas hasta el tan ansiado momento. La espera se hizo larga, no saben ustedes cuánto.

martes, 20 de agosto de 2013

El boli Bic

El examen comenzaba en diez minutos y él, a diferencia de sus compañeras de clase, no estaba para nada nervioso. La preocupación por el test existía, pero nunca tuvo esa sensación de inquietud que sí tuvieron aquellas chicas con carpetas forradas y apuntes coloreados que habían estudiado mucho más. Siempre pasaría lo mismo durante el resto de su vida académica y él jamás llegaría a entender porqué.
El timbre anunciaba que ya era el momento, el estridente sonido del repiquetear del martillo contra la chapa puso en alerta a un alumnado que enmudecía ante la que se avecinaba. La profesora entró en clase y advirtió: “no quiero nada encima ni debajo de la mesa, sólo un bolígrafo y el DNI”. Todos obedecieron exceptuando, por supuesto, aquellos enamorados de la adrenalina y de las tardes en el parque que se negaban a memorizar todos los elementos de la tabla periódica y se ayudaban de un trozo de papel escondido en uno de los bolsillos del pantalón. Pocas cosas más españolas que las chuletas, qué pesar más grande surca mi cuerpo cada vez que pienso que hay un día mundial para casi todo y menos para ellas. Injusticia, que diría Cristiano Ronaldo.
 
El protagonista cayó en la cuenta de que su desordenada cabeza había olvidado, una vez más, algo tan fundamental para la realización de la prueba como el bolígrafo. Con decisión, una pizca de temor y una gran dosis de desfachatez, levantó la mano y comentó en voz alta: “Profesora, me he dejado el bolígrafo en casa”. Nadie pareció extrañarse de que así fuese, ni siquiera la maestra que, más por cansancio psicológico que otra cosa, contesto desganada: “pues pídeselo a alguien, que ya me tienes muy harta”. 

El alumno comenzó a demandar entre los más allegados un arma con la que defenderse frente a aquel combate que iba a librarse en pocos segundos. Nadie podía ayudarlo, ninguno de sus compañeros tenía un bolígrafo de sobra para él y, si lo tenían, la experiencia les había enseñado que dejarle algo a ese chico implicada casi con total seguridad perder el objeto para siempre. El chaval se impacientó y por un momento pareció incomodarse con la situación y preocuparse con la posible expulsión del aula si no encontraba la solución a su problema. Nadie lo ayudaba, nadie se interesaba por su pesar y todos parecían omitir de sus mentes que un compañero necesitaba ayuda. El egoísmo de la especie humana plasmado en un aula de secundaria de un instituto cualquiera.

lunes, 19 de agosto de 2013

El niño de la hipoteca

Lo conocí el otro día, le escuché cantar, le invité a un cubata y puedo decir que hacía años que no disfrutaba tanto de una canción en directo. Es El Niño de la Hipoteca, y nos deleitó con esto.


He decidido arrancarme la piel
te la mando por correo que sepas que
están ahí los besos que me diste ayer
ya no te debo nada que te vaya bien

lunes, 12 de agosto de 2013

Con tu falda más bonita

Hay faldas que merecerían una poesía, una relato o una canción; hoy os dejo la última opción cantada por 'El Viaje de Elliot' y con la promesa de que pronto pondré mi grano de arena en un homenaje a la prenda femenina por excelencia.


martes, 30 de julio de 2013

La siesta

Cuando pienso (cada vez con más asiduidad) en huir despavorido de este país podrido que antes respondía al nombre de España, me paro a reflexionar sobre qué cosas echaría de menos. Este verano me gustaría aprender a cocinar los tres platos que para mí, representan el culmen culinario nacional: las migas, la paella y el gazpacho manchego. Además, el fútbol, las tapas, la cerveza de los domingos por la mañana, el botellón, los campos abiertos de mi tierra, el cubata, los caracoles en verano, las fiestas patronales o el calor floreciente en primavera, serían recuerdos difícilmente borrables de mi mente allá donde el destino se atreviese a llevarme. Sin embargo, hay una cosa que creo que destronaría a todo lo anteriormente nombrado para convertirse en la principal forma de morriña nacional: la siesta.


Tomar una siesta fuera de España no tiene sentido. En un país que vive desde las siete de la mañana y muere poco después de las ocho de la noche, perder un par de horas en un sueño ligero a media tarde carece de fundamento alguno. España está hecha para la siesta como la siesta a esta nación y una va pegada a la otra tanto que es imposible no nombrarla cuando se habla de cualquiera de ellas.
La siesta es el mejor invento español de la historia, no hay duda de ello. Ese sueño de después de comer es el digestivo más efectivo que se recuerda. Pocas cosas mejores que pasar de la mesa a la cama para después volver a la mesa. Esa siesta hiperbólica y destinada sólo a los verdaderos profesionales del sueño en el oscuro invierno debería estar ya catalogada como patrimonio de la humanidad. Ese tramo choca irremediablemente con el de verano, donde los minutos de adormecimiento se acortan para dar lugar a otros de calentamiento corporal junto a esa mujer que te mira pecaminosamente desde que el camarero os trajo la carta del restaurante. Ahí radica un estilo tan contrapuesto como igualmente maravilloso. Una comida copiosa, un par de copas de vino, una subida a la habitación del hotel entre besos y caricias lascivas que termina en una previa de sudor y amor culminada por el más bello sueño cuando el sol más calienta en lo alto del cielo. Un par de horas de relajación después de haber tocado lo más parecido a la gloria bendita que un hombre puede soñar en la cruel monotonía de este planeta tierra. Eso es la siesta de verano, pura magia.

Y no hay mejor despertar del sueño vespertino que más cansado de lo que uno se fue a dormir. Suele pasar. De repente, uno se levanta exhausto y deseoso de volver a los brazos de Morfeo lo más pronto posible, con un charquito de saliva en la almohada que nos apresuramos por tapar con rubor en las mejillas mientras nuestro cuerpo, agotado de haber surcado mil y una aventura que probablemnte jamás recordaremos, se esfuerza por volver al mundo de los vivos.

Sólo, acompañado, envuelto entre mantas o completamente desnudo. En invierno, verano, primavera u otoño; inmediatamente después de comer o una hora después con la celebérrima excusa de "bueno, me voy a acostar media horita". Tenemos tantas y tantas cosas malas que, en ocasiones, no nos paramos a pensar que como aquí, dejando hijos de puta a parte, no se vive en ningún otro lado. Me acabo de despertar de un siestón espectacular y quería invitaros a todos a ahogar las penas en el sueño, en cualquiera de sus fases y en cualquier momento, aunque ahora, en el ecuador del verano, nada mejor que hacerlo entre besos y amor para posteriormente descansar al calor de una buena siesta.

domingo, 28 de julio de 2013

Adiós, amigo

Es casi una obligación moral para todos los que una vez interactuamos con Juanan hacerle un sincero y profundo homenaje para conseguir que el hombre que ya no está, siga presente entre nosotros. Ya saben ustedes: la única muerte es el olvido y es, por tanto, con el recuerdo como se inmortaliza la vacuidad y el efímero paso terrenal para conseguir ese estatus de leyenda al que aspiramos muchos y sólo algunos logran. GesiOH ilustraba con una de sus celebérrimas viñetas la más que segura llegada de @Van_Palomaain al cielo. Gistau o Ampudia lo hacían entre las más bellas palabras en sus respectivos medios, virtuales o convencionales, y hasta Álvaro Arbeloa tuiteaba palabras de luto meses antes de dedicarle el homenaje que sin duda más ilusión le hará: esa décima Copa de Europa. A mí me queda dejar la penúltima deferencia al amigo que nunca conocí en estas tristes y casi anónimas líneas. Me resulta un acto aliviador y conciliador el sumergirme en mi blog personal para inmortalizar al personaje que nos dejó hace unos días. Difícil de explicar el por qué de ello, aunque trataré de hacerlo lo mejor posible en su recuerdo.

Yo no conocí a Juan Antonio Palomino más que por leer cada día sus mensajes en 140 caracteres. Jamás me tomé una cerveza con él, tuve una charla cara a cara, le apreté la mano o lo abracé amistosamente. Sin embargo, la noticia de su fallecimiento en el ya de por sí tristísimo accidente de Santiago, me cayó como una losa. Me resultaba complicado aquella noche explicarles a mis amigos ‘reales’ el porqué de ese sufrimiento. Intentaba hacerles entender algo que ni siquiera yo comprendo, que todavía hoy sigue siendo un enigma del que intento encontrar solución. Me esforzaba por encontrar las palabras que pudieran revelar cómo he podido cogerle cariño a un avatar o, mejor dicho, a la persona que se escondía tras él y que tantos buenos momentos nos hizo pasar. Aún es difícil conseguirlo aunque intentaré por medio de estas líneas acercarme lo máximo posible a ello.

Viñeta de GesiOh en homenaje a Juanan

A @Van_Palomaain lo comencé a conocer en profundidad hará casi un año. No recuerdo muy bien si fue él o por el contrario lo hice yo, el que ‘followeó’ al otro en primera instancia. Lo que sí tengo presente es que la respuesta no se hizo esperar y el follow back fue casi instantáneo. Nos conocíamos de amigos en común, clara señal por la rapidez del intercambio ‘followesco’. Yo lo había leído con asiduidad por algún retuit de ese elenco de genios que puebla mi TL y me gusta pensar que a él le ocurría lo mismo conmigo. Comenzamos a charlar y a intercambiar pareceres. Aprendí de él un gusto por la música inglesa que jamás tuve, esa corriente pop noventesca que tanto arraigo encuentra en el madridismo underground twittero, sirvió para enterarme un poco mejor de cómo era la persona que había detrás de esa cuenta. Le cogí cariño, como tantos otros. Es extraño y parece tan jodidamente peliculero que hasta produce cierto rubor plasmarlo por aquí ante el temor que infunde que el homenaje al amigo pueda parecer forzado o mal intencionado, y es entendible que así sea, probablemente yo también lo pensaría. 

miércoles, 24 de julio de 2013

Microcuento (II)

Diálogo de 'La prueba del deseo', de William Roddinguer; donde el amor se pone a prueba y la prueba puede con el amor.
  • Ella: ¿Cuánto me quieres?
  • Él: Tanto que con un susurro de tus labios mi corazón ya hieres.
  • Ella: ¿Y si me quedase ciega también me querrías?
  • Él: Hasta el fin de nuestros días.
  • Ella: ¿Y si fuera sorda y ciega lo que me depara el destino?
  • Él: Junto a ti estaría mi camino.
  • Ella: ¿Y si una enfermedad en la cama me postrase?
  • Él: No habría nadie que de ella me levantase.
  • Ella: ¿Y si en un terrible accidente mi cerebro dejara de responder?
  • Él: Con tu cuerpo y mi mente seríamos un único ser.
  • Ella: ¿Y si te dijera que me he enamorado del Barça como el viento de los trigos?
  • Él: Te dejaría en el momento, pero podríamos seguir siendo amigos.

martes, 23 de julio de 2013

Let her go


"Sólo necesitas la luz cuando ves que se apaga,
Sólo echas de menos el sol cuando empieza a nevar y
Te das cuenta de que la quieres cuando la dejas ir"

Y así es la historia del ser humano. 
Anhelar lo que no se tiene y desperdiciar lo que podemos abrazar. 
No caigamos en esa estupidez, al menos no hoy...

martes, 16 de julio de 2013

Te busqué

En cada calle de cada ciudad que recuerdo. Te busqué en cada cerveza de los millones de bares que visité y en las vueltas a casa apesadumbrado y zigzagueando de farola en farola y de pena en pena.


Buscaba esa señal que me llevara a ti, que me guiase como si de un camino de baldosas amarillas se tratase hasta lo más profundo de tu Ciudad Esmeralda. Cada trago era más amargo que el anterior y cada beso de esos labios que no eran los tuyos sabía peor que el de la noche pasada. Buscaba entre las alegrías de una tarde de juerga, vacua e insulsa, el camino a la felicidad que hubiese cambiado por otra de riñas bajo las sábanas. Ya sabes, esa celebérrima frase de aquella comedia romántica donde a Debra Messing se le ilumina la mirada cuando le dicen: "Prefiero pelearme contigo a hacer el amor con cualquier otra". 
Y se va con él, como no podía ser de otra manera.

Te busqué con lupa cual detective privado londinense del siglo XIX. Peinaba el mundo y despeinaba las madrugadas mientras me asustaba pensar que lo estaba haciendo mal y que, a lo mejor, debía encontrarte por el día, cuando el sol ya estuviese en lo más alto del firmamento. ¿Y si lo estaba  haciendo al revés? quizá sí. Quizá, aunque te busqué mil y una vez en mil y un lugar diferente, pudiera ser que, cuando más intentaba encontrarte más difícil era para ti hacerlo conmigo. Cuanto más me movía, más me alejaba de ti y cuanto más rápido cambiaba de lugar menos margen de maniobra le dejaba al destino para dar con el mejor momento donde hacer que nos encontrásemos.

Así que me quedé quieto, esperé y esperé y, de repente, dejé de buscarte y comencé a encontrarte durante cada día de mi vida.

jueves, 11 de julio de 2013

Una proposición indecente

Con los libros y las películas pasa una cosa común: por muy malas o malos que sean, siempre puedes rescatar algo de ellos. Me pasó con Pear Harbor y hace poco lo recordé con Una proposción indecente, dos dramas bastante flojos pero que se unen en una banda sonora digna de rescatar, la primera de la mano de Hans Zimmer, la segunda y que os dejo hoy, por parte de John Barry.



Alguien dijo una vez: 
Si deseas con mucha fuerza algo, dejalo ir.
Si vuelve a ti será tuyo para siempre 
y sino regresa es que nunca lo fue

martes, 2 de julio de 2013

Julio

Las faldas revuelan al amanecer por las calles de la ciudad mostrando las piernas tostadas de esas chicas enfundadas en grandes gafas de sol y sonrisas relucientes. Pasean hasta el mar con su bolso colgado del brazo y con la intención de seguir quemando sus pieles ante un astro sol pervertido que se sienta pecaminoso a observarlas. Julio comienza y con él el verano, el verdadero verano. El otro Julio, el de carne y hueso, sale a pasear el día dos de su mes y se encuentra con un mundo inundado por la alegría, por la extraña e irremediable dicha que parece demostrar que ahora, en esta época, todo se antoja menos oscuro. La luz aguanta más, las horas pasan más rápido, la gente parece vivir en la calle y hasta los índices de paro descienden en lo que queremos creer que es una señal inequívoca de que todo mejora... aunque no lo sea y aunque no lo haga.


Julio pasea por los días de su mes en un ejercicio de imaginación redundante que busca adornar este verano que comienza como acabó el invierno, como transcurrió la primavera y nos dejó el otoño. La cerveza y la brisa vespertina son las compañeras de fatiga de ese chaval desangelado, de aquel soñador que un día se despertó del ejercicio de imaginación que había realizado durante años y se dio cuenta de que la vida no es tan dichosa como la pintan, al menos no para todos. Por cada pena un trago y cuanto más penosa sea la desdicha que venga más cargada la copa siguiente, por favor. El refugio de los cobardes es abrazarse a la botella rememorando otros tiempos mejores, otras épocas que quedaron atrás pero que se mantienen inamovibles en la memoria. Julio y sus treinta y un años se unen a julio y sus treinta y un días mientras brinda con tequila por cada uno de ellos y en cada uno de ellos. Se echa a pensar y ve que aunque julio es la medida del trabajo, él no lo tiene; por eso espera medirse en duelo a julio en lo que desea que sea para él, para el propio Julio, un mes y un inicio de verano inolvidable, con las connotaciones buenas o malas que pueda tener esa palabra, pero que no se olvide jamás; como aquellos cuentos que hoy repite su memoria nostálgicamente. Eso le pide Julio su tocayo, ese mes del que ya hemos perdido dos días sin darnos cuenta: que sea bueno o malo, pero que jamás se vaya de su memoria.

viernes, 28 de junio de 2013

La lección más valiosa de los Tudor

Termino los Tudor y pronto os comentaré mis impresiones al respecto. De momento os dejo una frase que da que pensar, que quita las ganas de estarse quieto en el mismo lugar y te asoma a un mundo que poco a poco se va acabando, aunque a veces no nos demos cuenta de ello.

miércoles, 26 de junio de 2013

La tormenta y la calma

De una canción de Creedence Clearwater Revival os dejo una versión más moderna del gran Rod Stewart




"La calma precede a la tormenta así como la tormenta 
precede a la calma, la vida no es más que guarecerse 
de la primera y salir a disfrutar de la segunda, 
sea cual sea el orden de la frase"

Reflexión de una mañana veraniega de sol y calor, de bendita calma

viernes, 21 de junio de 2013

La televisión, reflejo de la sociedad

Llevo ya un par de meses colaborando para la revista DSS Magazine. Al ser un medio de pago online, muchos de vosotros quizás no la conozcáis aunque os dejo el enlace AQUÍ por si os interesa adquirir un ejemplar (desde luego, merece la pena). Este mes escribo varias cosas allí y, además, tengo el honor de abrir la 'Sala de reflexión' con un escrito sobre la televisión y la sociedad que os dejo para que leáis.




“España va mal se mire por donde se la mire”. Con esta frase cerraba su discurso un conocido mío en una de las muchas conversaciones que mis amigos y yo tenemos, cerveza en mano, frente a la barra de nuestro bar preferido. Como tantos y tantos españoles de a pie intentamos, con más pena que gloria por supuesto, solucionar los problemas de nuestra nación desde la tranquilidad que otorga estar sentado al cobijo de un anonimato que ofrece la posibilidad de opinar sobre todo, dar una impresión de que sabes del tema y después olvidarte de los resultados si las cosas no fueron como tú pensaste que lo serían. Es muy español criticar y opinar sin tener idea, nosotros somos así y probablemente de ahí nazca nuestra grandeza o nuestra pequeñez, según como ustedes lo quieran ver.

Aquella frase perduró en mi memoria desde entonces. La verdad es que el chico llevaba razón, España va mal en muchos aspectos: sanidad, educación, política, corrupción, cultura, paro, economía, moralidad e incluso en el deporte, donde la edad de oro de nuestra generación está salpicada por unos escándalos de dopaje que parece todavía están por derramar toda la mezquindad posible sobre personajes que parecían limpios. Ya veremos qué pasa.

miércoles, 12 de junio de 2013

España y la generación abandonada


Y ahí estaba yo, casi con dos licenciaturas sobre las espaldas y a punto de sacar a la luz mi segunda novela, soplando las velas de mi vigésimo sexto cumpleaños, en paro y sin un duro. Sin darme cuenta, mi vida sobrepasaba ya el primer cuarto del rosco como si hubiera conseguido los quesitos de historia y espectáculos en una partida de Trivial. Todo era dicha y alegría a mi alrededor junto con comentarios sin mala fe sobre lo viejo que me estaba haciendo. Mis seres queridos, exentos de toda malicia, me recordaban la triste realidad, la funesta y cruenta veracidad de los hechos: me hacía mayor.
En la cena, un informativo radiofónico volvía a poner al descubierto que la política de este país había perdido el norte para centrarse únicamente en el punto cardinal de sus intereses más perversos. De un lado y de otro llueven las falsedades, las falacias y las desvergonzadas maldades del gobierno y de la oposición, cortados ambos por el mismo patrón: el de la desfachatez más absoluta.

Nos llaman la generación perdida y creo firmemente que lo estamos. Nos hicieron creer que éramos la hornada de jóvenes más preparados en la historia de este bendito país, de esta España nuestra ahora en manos de los más déspotas tiranos. Somos la envidia de nuestros predecesores, la plasmación del éxito de los héroes de la transición, el orgullo de un estado que tocó techo y ahora se desploma en las profundidades del oscuro mar de la crisis agarrado al peso de los duros rostros de nuestros gobernantes. ¿La generación perdida? Más bien la generación abandonada.

jueves, 6 de junio de 2013

Mi periodismo (IV)... el futuro

Cierro hoy este breve repaso a lo que ha sido mi experiencia en el mundo del periodismo, con una visión personal de lo que creo que es el futuro de esta profesión. Quisiera no tener que concluir esta serie de post con una imagen tan negra de lo que pienso que se avecina pero, por desgracia, no me queda más remedio.

La crisis actual está consiguiendo que el paro en el sector de los medios de comunicación tome cotas hasta hace unos años impensables. La irrupción de internet y la disminución de publicidad en los medios hace que sea insalvable la desaparición o las restructuraciones de casi todos ellos. El futuro laboral es negro y el de los contenidos no es mucho mejor, es más, me atrevería a predecir que será, de aquí en adelante y como ya se va notando, mucho peor.
La triste realidad es que el periodismo dejó de buscar contenidos de calidad para centrarse en que crezca la cantidad. El sino de la televisión, la radio o la casi al borde de la muerte prensa escrita, se ha convertido en vender cada día más cueste lo que cueste. Necesitan sobrevivir a la espantada que sus anunciantes han hecho y el vender más ejemplares que su competencia es la única manera de volver a atraerlos (ningún periódico sobrevive únicamente con lo que cuesta, es decir, no hay autofinanciación posible). La cantidad predomina y, en un país con un índice de telebasura tan abrupto como España, la única manera de llegar a más gente es esparciendo estiércol en vez de noticias. El amarillismo se apodera de todos y cada uno de los medios que tienen que recurrir a personajes que nunca simbolizaron el verdadero sentir de esta profesión para llegar un párrafo más lejos que el rival. La crispación, la guerra de guerrillas y el ahondamiento en la chabacanería se han apoderado de casi todos los frentes del periodismo: ya es inmensamente patente en la prensa rosa, casi absolutamente también en la deportiva, muy abultado en la nacional y está siendo introducido poco a poco en la económica, cultural o internacional.
Lo chabacano vende y hay que vender para sobrevivir. Aquí nace el principal problema del mundo informativo actual.

martes, 4 de junio de 2013

Mi periodismo (III)... el trabajo

Ya he comentado en las anteriores entradas que vengo haciendo sobre esta profesión, que el 99% de los que una vez fuimos tan valientes (o insensatos, según lo quieran ver ustedes) de escoger el periodismo como modo de vida, hemos tenido que alejarnos paulatinamente de él para poder sobrevivir.
Los hay que todavía siguen cobrando trescientos euros por hacer unas prácticas interminables a la espera de ese esperado contrato (con un sueldo no mucho mayor) que los ayude a establecerse definitivamente en un medio de comunicación. También hay casos de alumnos más avispados que, viendo cómo estaba el panorama, no tardaron en matricularse en otra carrera (periodismo es tan fácil que es compaginable a la perfección con casi cualquier otra licenciatura) y ahora viven de esa otra rama siempre y cuando la crisis les deja. Por último, hay otro grupo que comenzó con ilusión en los medios y un buen día se dio cuenta de que ojalá hubiera sido tan sagaz como sus compañeros de curso para poder haber huido rápidamente de un trabajo que, no nos engañemos, no da para vivir más que a unos pocos afortunados o, en su defecto, una serie de enchufados por papá o mamá. Yo fui del de ese último grupo que un buen día decidió que ya estaba bien vivir de ilusiones.

Comencé a hacer prácticas en tercero de carrera. Lo hice en ese curso porque la normativa de la licenciatura impedía a los alumnos hacerlo antes. Sí, como ya he narrado con anterioridad, la carrera no deja a los periodistas hacer prácticas en medios hasta que se llega a la mitad de ella, una auténtica estupidez. Mi primer contacto con un medio de comunicación fue en una importante radio nacional. Pasé allí ocho meses donde aprendí sin duda más que en mis cinco años en la facultad (tampoco es que fuera muy difícil por otra parte). Mi turno se dividía en mañanas, tardes o fines de semana que yo no podía elegir y donde además debía estar atento ante cualquier imprevisto en el que se me solicitase para cambiar mi horario. Eso sí era periodismo o, por lo menos, una idea clara de lo que era esa profesión.
Conocí a auténticos maestros de la radio y aprendí muchísimo en tiempo en el que, todo hay que decirlo, no cobré ni un solo céntimo de euro. El coste del transporte, las dietas o los honorarios mínimos que un becario cobraba por entonces, nunca existieron para la hornada que entró aquel año 2008.
Los seis meses de prácticas se alargaron dos más y fue a principios de junio cuando comuniqué a la empresa que abandonaba. Lo hice porque no podía permitir que mis padres siguieran pagando en los meses de verano mis costes universitarios (piso, comida, desplazamientos…) y porque esa época de vacaciones era la única en la que podía solicitar un trabajo remunerado que me permitiera sobrevivir al año siguiente.
Mi paso por allí fue magnífico en muchos sentidos pero tristemente aclarativo en otros. Supe inmediatamente que para acabar en un medio de comunicación tienes que tener suerte, padrino o las dos cosas. Coincidí con gente más que capaz que no tuvo mejor fortuna que yo mientras otros, ‘hijos, sobrinos o primos de’ ampliaban sus contratos en prácticas con la esperanza casi asegurada de que tendrán trabajo en el futuro. El enchufismo es, sin duda alguna, el gran enemigo de los periodistas más brillantes de mi generación, que ven como se quedan fuera por gente mucho menos capaz que ellos. Desolador y desmotivador como pocas cosas en la vida. Me parece una auténtica barbaridad que los Mañero, los Guillén, los Agulló, los Senovilla, de Otto, Castro y un largo etcétera se tengan que desquebrajar la cabeza buscando trabajo mientras el ‘hijo, el sobrino y el nieto de’ estén plácidamente ocupando un sitio que no se han ganado más que por el apellido. Hagan ustedes la prueba, verán como los jóvenes periodistas de la actualidad son, en un tanto por ciento muy aclarativo, o bellezones femeninas o enchufados masculinos (o una mezcla de ambas cosas)

lunes, 3 de junio de 2013

Mi periodismo (II)... La filosofía

Siempre pongo mi primer día en la facultad como ejemplo de lo que yo creí que era el periodismo. Es, probablemente, el recuerdo más bonito que queda sobre lo que yo entendí como un sueño y posteriormente se convirtió en el despertar de una triste realidad.
En aquella primera jornada en la UCM uno de los profesores encargados de abrir el discurso inicial a un centenar de estudiantes que comenzaba su andadura universitaria, nos avisó con tiempo de lo que venía: “Habéis elegido probablemente la profesión más bonita del mundo, eso sí, tengo el deber de avisaros: si queréis haceros ricos, tener vacaciones o trabajar poco y en un horario definido, habéis elegido mal”. Aquel catedrático anónimo consiguió mantener la atención de todos nosotros con un discurso embriagador, motivador como pocos. “El periodista” –continuó – “tiene el deber de, además de decir siempre la verdad, no venderse a intereses empresariales y, sobre todo, no publicar nada que no haya sido confirmado. No debe prevalecer la primicia sobre la realidad. No caigáis en ese fallo y sed siempre prudentes”. Uno recuerda ahora esas palabras, mira el panorama actual y claro, se echa a reír.
Bajamos a la cafetería, aquel lugar que coparía horas y horas de debate y charlas con los primeros compañeros que habíamos conocido y que se convirtieron, en muchos casos, en amigos que durarán eternamente. Se empapaba el optimismo en todo nosotros, creo que fuimos la última generación (siempre hay excepciones) que mayoritariamente había llegado voluntariamente a ‘pasar hambre’, a descartar una vida de acomodo económico más que por seguir el paso de aquellos mitos mediáticos que nos narraban goles, contaban historias o trasmitían cualquier escena de un mundo que no habíamos visto pero del que estábamos dispuestos a ser parte.

La licenciatura académica más rápida de la historia. Duró un día, después vino la realidad.

A la mañana siguiente uno va despertando de un sueño efímero y realmente inexistente. Poco a poco ve lo que de verdad es el periodismo y en lo que se ha convertido en los últimos diez años. No fuimos siquiera la última generación decente, nosotros fuimos parte del fracaso y ni nos dimos cuenta de que ya habíamos llegado tarde, de que el noventa por ciento ni siquiera trabajaría en esto más que por alguna práctica mal pagada. Ya no había lugar para nosotros en esta profesión.

jueves, 30 de mayo de 2013

Mi periodismo (I)... La licenciatura, 2ª Parte

En esta segunda parte de mi repaso al periodismo como carrera universitaria quiero hablar del plan de estudios y algún caso en particular que me gustaría compartir con vosotros.
La licenciatura de periodismo que yo viví constaba de cinco años de los cuales, me atrevería a decir, le sobraban tres. Con la nueva remodelación educativa y el plan Bolonia la cosa ha quedado en cuatro y, estoy seguro, que aún le sigen sobrando esos tres. Eso sí, me aseguran algunos alumnos que lo estudian (sí, aún sigue habiendo chavales que se decantan por estudiar periodismo) que la cosa ha mejorado académicamente. Habría que verlo. 

Lo primero que merece la pena resaltar de la carrera es que en ninguno de los cinco años que yo cursé hubo una sola asignatura de inglés (o cualquier otro idioma extranjero). El idioma más importante del planeta y presente en cualquiera de los medios de comunicación más trascendentales no se estudia en una de las carreras que probablemente más lo necesitan. Las lenguas quedaban tan desterrados como las nuevas tecnologías, las redes sociales, las prácticas en medios (no es obligatorio hacer ni un minuto de prácticas en medios de comunicación) o, aunque parezca mentira, la redacción. Cinco largos años de estudios para que únicamente haya dos asignaturas que te ‘enseñen’ a escribir en la carrera que más importancia tiene la escritura: una anual en segundo y una cuatrimestral en cuarto. Increíble.
Por otro lado, la facultad de Ciencias de la Información sí sigue dando cabida a uno de los instrumentos más desfasados del periodismo universal y la maquetación: el tipómetro. La herramienta más anacrónica de nuestros días es obligatoria en la mayor parte de las asignaturas de maquetación, diseño o tecnologías de la información. Háganse una idea de lo que hay por allí.

El plan de estudios se completa con una serie de asignaturas incomprensiblemente largas y rebuscadas y otras enigmáticamente cortas y más necesarias. Viendo que los profesores no dan la talla, los alumnos no tienen nivel y el plan de estudios es irrisorio, entendereréis un poco mejor el por qué del declive de esa licenciatura.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Mi periodismo (I)... La licenciatura, 1ª parte

Comienzo hoy una serie de entradas en las que quiero dejar constancia de lo que ha sido mi experiencia con el periodismo a nivel educativo, laboral, social y personal durante los últimos ocho años. Antes de empezar a desgranar una a una las diferentes parcelas que quiero resaltar, me gustaría dejar claro desde el principio que estos testimonios parten de una idea personal y propia de lo que ha sido mi experiencia en el mundo y de lo que yo creo, desde criterios total y absolutamente subjetivos, que es la licenciatura y el negocio del periodismo en España. Comencemos pues.

Entré a estudiar periodismo en el año 2005. Siempre tuve claro que quería escribir y mi horizonte, inevitablemente, me llevaba a esta profesión. Me aceptaron en Valencia, Sevilla, Alicante y Elche, aunque yo decidí que no había mejor facultad en España que la de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Ahí cometí mi primer error.

Parto de la base, como siempre he dicho, que no hay facultad más inútil en el mundo que la de periodismo. Ustedes podrán reconocer a un mal periodista cuando les asegure que él/ella "es periodista porque ha estudiado periodismo”.  El periodista no se hace en esa facultad (y menos en esa facultad), se hace en un medio de comunicación y, sobre todo, en la calle.

viernes, 24 de mayo de 2013

martes, 21 de mayo de 2013

martes, 14 de mayo de 2013

El mordisco en el labio

Creo que empecé a fijarme en ella en el preciso instante en que se mordió frente a mí el labio inferior. Tantos años de amistad y tuvo que ser un detalle casi insignificante el que consiguió que mi corazón diera un vuelco. Esto del amor no deja de sorprenderme. 
Lo hizo involuntariamente, no me cabe la menor duda. Probablemente si el movimiento hubiese sido forzado o premeditado, con más mordiente que una simple mordedura, el lienzo no habría quedado tan bien. Ya saben ustedes, las cosas cuanto más naturales, mejor.

Fue pausado, como todo lo que de verdad engancha a uno, pero sin llegar a la lentitud que desemboca inevitablemente en el aburrimiento. Su incisivo frontal superior derecho acarició suavemente la zona labial inferior del mismo signo y ella ni se dio cuenta. Fue más un impulso nervioso que un movimiento consciente que se trasladó, como por arte de magia y sin carrerilla, hacia otro músculo involuntario que en ese momento bombeaba sangre a presión bajo mi ropa: mi corazón, malpensados.

Aquel órgano siguió tocando su melodía durante mucho tiempo, el recuerdo del mágico instante trascendió el tiempo y el gran reloj de la memoria venció a un olvido que, hasta ese momento, no había perdido batalla alguna en mi corta existencia.
Nunca me olvidaré de ti, de ese labio y de ese mordisco suave que bien pudo haber sido inspiración para una crónica de Gistau o una fábula shakespiriana. Yo me conformé con menos, con grabarte a fuego en el único sitio donde nadie podrá tocarte más que yo y que no será otro, por supuesto, que en lo más profundo de la memoria que Blogger me propicia para escribir estas cosas. En la otra, en la de verdad, sigue la guerra contra el alcohol con el que brindo cada noche por tu ingrata ausencia y que me va borrando paulatinamente todos los rasgos de tu físico menos esa mordedura mágica que sigue impertérrita con el paso de los años.

Allí surgió, en un parque abarrotado de chiquillos sonrientes correteando hacia el sol poniente de una tarde cualquiera de mayo. Sin mucho romanticismo ni reprocidad absoluta pues ella, como suele pasar en estos cuentos, no me correspondió. Así concluyó la historia en la que yo sí me enamoré de su piel, de su sonrisa y de su total inocencia. Algunos dicen que no es suficiente, que sin el triunfo final de un beso la historia queda inconclusa. Yo me río de ellos y les digo que no, que los besos han existido en mi cama aunque ella no estuviera presente, que ya me encargaba yo de inventarla ayudado por esas compañeras que jamás se alejarían de mí y que algunos llaman imaginación y desesperación. Yo creo que es una mezcla de ambas la que me sigue llevando a rellenar páginas en blanco en honor a un mordisco del que sólo yo fui testigo.

viernes, 10 de mayo de 2013

miércoles, 8 de mayo de 2013

Una triste historia de amor

La anciana sujetaba la mano de su esposo mientras le leía con voz suave y dulce las últimas páginas de su libro preferido. Él languidecía postrado en la cama sabiendo que su enfermedad le impedía más que esperar junto a su amada, la mujer con la que había pasado los últimos cuarenta y cinco años de su vida, a que el terrible momento de la partida final llegase.

     Las palabras de sus mujer salían a cuentagotas de sus labios, pronunciando hasta la última de las ‘eses’ que rara vez alguien decía en aquella región española. En ese momento la interrumpió:  
  
      "Mi amor, mientras tú mano no me suelte y tus palabras calmen mi dolor, yo no me moriré".

Ella, emocionada por aquel comentario, tuvo que hacer un esfiuerzo titánico para aguantar un llanto que tantas y tantas noches atrás había brotado de sus ojos cuando él no la veía. El dolor que soportaba su marido, brutal y absolutamente físico, no podía compararse con el que ella llevaba en lo más profundo de su corazón y que, según creía, quintuplicaba al que cualquier cuerpo enfermo y dolorido puede llegar a sentir.
Las horas pasaron y las palabras se iban acabando como los copos de nieve de aquel invierno tortuoso que daría en pocas semanas paso a una primavera tremandamente colorida. El ciclo de la vida se completaba una vez más, sin importarle quien o quienes tuvieran que sufrir sus consecuencias.

El cansancio fue haciendo mella en los dos y él le rogó que le alcanzase un vaso de agua para saciar su sed, a lo que su fiel compañera no pudo negarse. Anduvo hasta la cocina de la casa con la jarra en la mano y abrió entonces el grifo para llenarla. Cuando hubo terminado se dio media vuelta para regresa a su labor y fue en ese preciso instante cuando un escalofrío de terror invadió su cuerpo agotado. La jarra se destrozó en mil pedazos en el frío suelo de adoquines y ella, a sus ochenta y siete años, corrió hacia su marido ahora sí, con los ojos empapados en lágrimas del más romántico dolor. Recordó esa frase que su marido había dicho hacía pocas horas y cómo ella, agotada y servicial, había soltado la mano tal y como él le dijo que no hiciera y ahora ya era demasiado tarde. 

El cuerpo yacente de aquel hombre sin vida seguía encima de aquella colcha que tantas noches de pasión había presenciado y el destino quiso que esa noche se enterraran en la misma tumba el corazón de un hombre enfermo y el de una mujer que no aguantó la vida sin él.

jueves, 2 de mayo de 2013

Microcuento (I)

-Que fuerte tia, estábamos en la cama y de repente me lo soltó.
-¿El qué? - contestó su amiga.
-Pues eso, ¿qué va a ser? - replicó ella.
-¡¿De verdad?!.
- Sí - asintió - que me quería, que se había enamorado de mi.
-¿Y que le dijiste? - preguntó otra de ellas.
-Fue patétitco tia, me quedé sin palabras y sólo le pude contestar con un mísero 'gracias'.
-¡¿Gracias?!, ¿y qué te dijo después?.
-Me contestó: "no, gracias a ti por hacerme el hombre más feliz del mundo y por llenar una vida que hasta el primero de tus besos estaba más vacía que la sala de trofeos del Atleti".
-...
-...
-¿Y?.
-Pues desde ese momento creo que empecé a enamorarme de él.
-¡¡¡Pero si tú eres del Atleti!!!.
-No, ya no... ahora sólo soy de él.

jueves, 25 de abril de 2013

El sueño

Dormía plácidamente aquella noche primaveral y su subconsciente lo había transportado a una cama donde ella, por fin, lo acompañaba. La tenía entre sus brazos y la apretaba tan fuerte contra sí, que durante un segundo pensó que le estaba haciendo daño. Apaciguó su abrazo tan solo mínimamente, no podía consentir que se la arrebataran de nuevo.

Notaba su aliento en el pecho y su perfume inundando sus fosas nasales. Estaban totalmente desnudos y la brisa matutina levantaba suavemente las sábanas, dejando entrever muy de vez en cuando, su piel casi tostada por los primeros rayos de sol de la temporada. Se enamoró de nuevo y comenzó a reflexionar sobre cuántas veces lo había hecho hasta ese momento, el número era demasiado alto como para recordarlo. La besó en la frente y ella, más instintiva que conscientemente, levantó la cara para que aquel beso bajase a sus labios, a lo que él respondió de buena gana y encantado de la vida.

De repente, uno de los primeros rayos de sol de la mañana rebotó en su cara adormecida y lo trajo de nuevo al mundo de los mortales. No quiso abrir los ojos, su cuerpo se contrajo por el temor absoluto de quien comprende que todo ha sido un sueño, que la ilusión ha acabado y la cruda realidad te golpea incansable otra vez. Entonces lo comprendió con total certeza: nada de eso había ocurrido.
Abrió los ojos y se dio cuenta de que así era. Pudo ver que no la tenía abrazada ni que aquel beso había sido real. Estaba de cara a esa ventana que le había arrancado a su amada de una fantasía que parecía tan veraz que él, enamorado hasta la extenuación, lo había llegado a creer. 

Odió con todas sus fuerzas aquel rectángulo de cristal transparente que había acabado con su placentera alucinación y, en señal de protesta, se giró ipso facto dándole la espalda. Entonces se dio de bruces con otra realidad pararela, comprendió que, muy de vez en cuando, en este planeta de miseria y desdicha, los sueños se cumplen y la encontró  tumbada y dormida, como si él la hubiera creado aquella misma noche en lo más profundo de su mente y alguien la hubiera transportado allí para su disfrute personal. Como había hecho anteriormente en sus más profundas ensoñaciones, la abrazó con fuerza apretándola contra sí… esta vez se iba a encargar personalmente de que ni el mismísimo Morfeo se la pudiera arrebatar.