jueves, 30 de mayo de 2013

Mi periodismo (I)... La licenciatura, 2ª Parte

En esta segunda parte de mi repaso al periodismo como carrera universitaria quiero hablar del plan de estudios y algún caso en particular que me gustaría compartir con vosotros.
La licenciatura de periodismo que yo viví constaba de cinco años de los cuales, me atrevería a decir, le sobraban tres. Con la nueva remodelación educativa y el plan Bolonia la cosa ha quedado en cuatro y, estoy seguro, que aún le sigen sobrando esos tres. Eso sí, me aseguran algunos alumnos que lo estudian (sí, aún sigue habiendo chavales que se decantan por estudiar periodismo) que la cosa ha mejorado académicamente. Habría que verlo. 

Lo primero que merece la pena resaltar de la carrera es que en ninguno de los cinco años que yo cursé hubo una sola asignatura de inglés (o cualquier otro idioma extranjero). El idioma más importante del planeta y presente en cualquiera de los medios de comunicación más trascendentales no se estudia en una de las carreras que probablemente más lo necesitan. Las lenguas quedaban tan desterrados como las nuevas tecnologías, las redes sociales, las prácticas en medios (no es obligatorio hacer ni un minuto de prácticas en medios de comunicación) o, aunque parezca mentira, la redacción. Cinco largos años de estudios para que únicamente haya dos asignaturas que te ‘enseñen’ a escribir en la carrera que más importancia tiene la escritura: una anual en segundo y una cuatrimestral en cuarto. Increíble.
Por otro lado, la facultad de Ciencias de la Información sí sigue dando cabida a uno de los instrumentos más desfasados del periodismo universal y la maquetación: el tipómetro. La herramienta más anacrónica de nuestros días es obligatoria en la mayor parte de las asignaturas de maquetación, diseño o tecnologías de la información. Háganse una idea de lo que hay por allí.

El plan de estudios se completa con una serie de asignaturas incomprensiblemente largas y rebuscadas y otras enigmáticamente cortas y más necesarias. Viendo que los profesores no dan la talla, los alumnos no tienen nivel y el plan de estudios es irrisorio, entendereréis un poco mejor el por qué del declive de esa licenciatura.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Mi periodismo (I)... La licenciatura, 1ª parte

Comienzo hoy una serie de entradas en las que quiero dejar constancia de lo que ha sido mi experiencia con el periodismo a nivel educativo, laboral, social y personal durante los últimos ocho años. Antes de empezar a desgranar una a una las diferentes parcelas que quiero resaltar, me gustaría dejar claro desde el principio que estos testimonios parten de una idea personal y propia de lo que ha sido mi experiencia en el mundo y de lo que yo creo, desde criterios total y absolutamente subjetivos, que es la licenciatura y el negocio del periodismo en España. Comencemos pues.

Entré a estudiar periodismo en el año 2005. Siempre tuve claro que quería escribir y mi horizonte, inevitablemente, me llevaba a esta profesión. Me aceptaron en Valencia, Sevilla, Alicante y Elche, aunque yo decidí que no había mejor facultad en España que la de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Ahí cometí mi primer error.

Parto de la base, como siempre he dicho, que no hay facultad más inútil en el mundo que la de periodismo. Ustedes podrán reconocer a un mal periodista cuando les asegure que él/ella "es periodista porque ha estudiado periodismo”.  El periodista no se hace en esa facultad (y menos en esa facultad), se hace en un medio de comunicación y, sobre todo, en la calle.

viernes, 24 de mayo de 2013

martes, 21 de mayo de 2013

martes, 14 de mayo de 2013

El mordisco en el labio

Creo que empecé a fijarme en ella en el preciso instante en que se mordió frente a mí el labio inferior. Tantos años de amistad y tuvo que ser un detalle casi insignificante el que consiguió que mi corazón diera un vuelco. Esto del amor no deja de sorprenderme. 
Lo hizo involuntariamente, no me cabe la menor duda. Probablemente si el movimiento hubiese sido forzado o premeditado, con más mordiente que una simple mordedura, el lienzo no habría quedado tan bien. Ya saben ustedes, las cosas cuanto más naturales, mejor.

Fue pausado, como todo lo que de verdad engancha a uno, pero sin llegar a la lentitud que desemboca inevitablemente en el aburrimiento. Su incisivo frontal superior derecho acarició suavemente la zona labial inferior del mismo signo y ella ni se dio cuenta. Fue más un impulso nervioso que un movimiento consciente que se trasladó, como por arte de magia y sin carrerilla, hacia otro músculo involuntario que en ese momento bombeaba sangre a presión bajo mi ropa: mi corazón, malpensados.

Aquel órgano siguió tocando su melodía durante mucho tiempo, el recuerdo del mágico instante trascendió el tiempo y el gran reloj de la memoria venció a un olvido que, hasta ese momento, no había perdido batalla alguna en mi corta existencia.
Nunca me olvidaré de ti, de ese labio y de ese mordisco suave que bien pudo haber sido inspiración para una crónica de Gistau o una fábula shakespiriana. Yo me conformé con menos, con grabarte a fuego en el único sitio donde nadie podrá tocarte más que yo y que no será otro, por supuesto, que en lo más profundo de la memoria que Blogger me propicia para escribir estas cosas. En la otra, en la de verdad, sigue la guerra contra el alcohol con el que brindo cada noche por tu ingrata ausencia y que me va borrando paulatinamente todos los rasgos de tu físico menos esa mordedura mágica que sigue impertérrita con el paso de los años.

Allí surgió, en un parque abarrotado de chiquillos sonrientes correteando hacia el sol poniente de una tarde cualquiera de mayo. Sin mucho romanticismo ni reprocidad absoluta pues ella, como suele pasar en estos cuentos, no me correspondió. Así concluyó la historia en la que yo sí me enamoré de su piel, de su sonrisa y de su total inocencia. Algunos dicen que no es suficiente, que sin el triunfo final de un beso la historia queda inconclusa. Yo me río de ellos y les digo que no, que los besos han existido en mi cama aunque ella no estuviera presente, que ya me encargaba yo de inventarla ayudado por esas compañeras que jamás se alejarían de mí y que algunos llaman imaginación y desesperación. Yo creo que es una mezcla de ambas la que me sigue llevando a rellenar páginas en blanco en honor a un mordisco del que sólo yo fui testigo.

viernes, 10 de mayo de 2013

miércoles, 8 de mayo de 2013

Una triste historia de amor

La anciana sujetaba la mano de su esposo mientras le leía con voz suave y dulce las últimas páginas de su libro preferido. Él languidecía postrado en la cama sabiendo que su enfermedad le impedía más que esperar junto a su amada, la mujer con la que había pasado los últimos cuarenta y cinco años de su vida, a que el terrible momento de la partida final llegase.

     Las palabras de sus mujer salían a cuentagotas de sus labios, pronunciando hasta la última de las ‘eses’ que rara vez alguien decía en aquella región española. En ese momento la interrumpió:  
  
      "Mi amor, mientras tú mano no me suelte y tus palabras calmen mi dolor, yo no me moriré".

Ella, emocionada por aquel comentario, tuvo que hacer un esfiuerzo titánico para aguantar un llanto que tantas y tantas noches atrás había brotado de sus ojos cuando él no la veía. El dolor que soportaba su marido, brutal y absolutamente físico, no podía compararse con el que ella llevaba en lo más profundo de su corazón y que, según creía, quintuplicaba al que cualquier cuerpo enfermo y dolorido puede llegar a sentir.
Las horas pasaron y las palabras se iban acabando como los copos de nieve de aquel invierno tortuoso que daría en pocas semanas paso a una primavera tremandamente colorida. El ciclo de la vida se completaba una vez más, sin importarle quien o quienes tuvieran que sufrir sus consecuencias.

El cansancio fue haciendo mella en los dos y él le rogó que le alcanzase un vaso de agua para saciar su sed, a lo que su fiel compañera no pudo negarse. Anduvo hasta la cocina de la casa con la jarra en la mano y abrió entonces el grifo para llenarla. Cuando hubo terminado se dio media vuelta para regresa a su labor y fue en ese preciso instante cuando un escalofrío de terror invadió su cuerpo agotado. La jarra se destrozó en mil pedazos en el frío suelo de adoquines y ella, a sus ochenta y siete años, corrió hacia su marido ahora sí, con los ojos empapados en lágrimas del más romántico dolor. Recordó esa frase que su marido había dicho hacía pocas horas y cómo ella, agotada y servicial, había soltado la mano tal y como él le dijo que no hiciera y ahora ya era demasiado tarde. 

El cuerpo yacente de aquel hombre sin vida seguía encima de aquella colcha que tantas noches de pasión había presenciado y el destino quiso que esa noche se enterraran en la misma tumba el corazón de un hombre enfermo y el de una mujer que no aguantó la vida sin él.

jueves, 2 de mayo de 2013

Microcuento (I)

-Que fuerte tia, estábamos en la cama y de repente me lo soltó.
-¿El qué? - contestó su amiga.
-Pues eso, ¿qué va a ser? - replicó ella.
-¡¿De verdad?!.
- Sí - asintió - que me quería, que se había enamorado de mi.
-¿Y que le dijiste? - preguntó otra de ellas.
-Fue patétitco tia, me quedé sin palabras y sólo le pude contestar con un mísero 'gracias'.
-¡¿Gracias?!, ¿y qué te dijo después?.
-Me contestó: "no, gracias a ti por hacerme el hombre más feliz del mundo y por llenar una vida que hasta el primero de tus besos estaba más vacía que la sala de trofeos del Atleti".
-...
-...
-¿Y?.
-Pues desde ese momento creo que empecé a enamorarme de él.
-¡¡¡Pero si tú eres del Atleti!!!.
-No, ya no... ahora sólo soy de él.