Prefiero las lágrimas de un
corazón destrozado a no haber amado jamás. Prefiero domingos de resaca a noches
de Sálvame Deluxe, el rosado de tus mejillas al del vino, el moreno de tu piel
al del azúcar del mojito, el azul de tus ojos al del mismo mar y como diría
Serrat: “un lunar de tu cara a la pinacoteca nacional”
Prefiero una guerra entre sábanas
a un tratado de paz, una tarde sin ropa a un desfile de moda y prefiero mil
noches sin dormir a cerrar los ojos sin que hayan pasado las once. Prefiero tu
sonrisa cada mañana a que me aseguren que viviré mil años, porque pocos
milenios duraría yo sin ti, pocos siglos, pocas décadas, pocos días si no te
tengo aquí.
Prefiero pelearme contigo a hacer
el amor con cualquier otra. Prefiero cogerte de la mano a amarrar una fortuna,
verte dormir desnuda a la maja vestida de Goya. Prefiero sonrojarte con un
piropo a tener el poder de la bilocación, de la transportación, de la
precognición o de cualquier otra cosa con esa terminación que no me permita tumbarte cuando me plazca sobre un colchón.
Prefiero decirte: "me gustas
más que levantarme tarde" a hacerlo. Prefiero ayudarte a levantarte a no verte
caer, aunque no viva para otra cosa que no sea poner mis brazos para sujetarte
si así ocurre. Prefiero el tacto de tu piel al del césped recién regado, el
rosáceo de tus labios al de un campo entero de flores, el dorado de tu cabello
al de un lingote de oro o la cara que se te queda cuando me preguntas: “¿qué te
gusta más de mí?” Y yo te contesto: “todo”
Prefiero que pasen las horas si
eso significa que estás aquí, prefiero una vejez contigo a vivir siempre joven
sin ti. Prefiero pasar hambre, siempre que pueda comer de tu cuerpo; pasar sed, si
tengo tu boca beber y tener frío si es en tu pecho donde me cobijo.
Prefiero tus pupilas al espejo donde verme, tu cuello y tu espalda a mi
disposición para perderme y cada amanecer de mi vida para decirte: "gracias, amor, por estar ahí para quererme"