La licenciatura de periodismo que
yo viví constaba de cinco años de los cuales, me atrevería a decir, le
sobraban tres. Con la nueva remodelación
educativa y el plan Bolonia la cosa ha quedado en cuatro y, estoy seguro, que aún le sigen
sobrando esos tres. Eso sí, me aseguran algunos alumnos que lo estudian (sí, aún sigue
habiendo chavales que se decantan por estudiar periodismo) que la cosa ha
mejorado académicamente. Habría que verlo.
Lo primero que merece la pena
resaltar de la carrera es que en ninguno de los cinco años que yo cursé hubo
una sola asignatura de inglés (o cualquier otro idioma extranjero). El idioma
más importante del planeta y presente en cualquiera de los medios de
comunicación más trascendentales no se estudia en una de las carreras que
probablemente más lo necesitan. Las lenguas quedaban tan desterrados como las nuevas
tecnologías, las redes sociales, las prácticas en medios (no es obligatorio hacer
ni un minuto de prácticas en medios de comunicación) o, aunque parezca mentira,
la redacción. Cinco largos años de estudios para que únicamente haya dos
asignaturas que te ‘enseñen’ a escribir en la carrera que más importancia tiene
la escritura: una anual en segundo y una cuatrimestral en cuarto. Increíble.
Por
otro lado, la facultad de Ciencias de la Información sí sigue dando cabida a
uno de los instrumentos más desfasados del periodismo universal y la maquetación: el tipómetro. La
herramienta más anacrónica de nuestros días es obligatoria en la mayor parte de
las asignaturas de maquetación, diseño o tecnologías de la información. Háganse
una idea de lo que hay por allí.
El plan de estudios se completa
con una serie de asignaturas incomprensiblemente largas y rebuscadas y otras enigmáticamente
cortas y más necesarias. Viendo que los profesores no dan la talla, los alumnos
no tienen nivel y el plan de estudios es irrisorio, entendereréis un poco mejor el
por qué del declive de esa licenciatura.
Dejando un poco de lado el ámbito
académico, querría ilustraros con tres ejemplos para que veáis lo que es esta
carrera y la seriedad que transmite.
En el primero de ellos me tenéis a
mí, estudiante de cuarto, asistiendo a un examen con una
profesora de la que no diré su nombre por respeto y vergüenza ajena. Ese mismo
examen tenía dos partes: una práctica y otra teórica. De la primera no tenía ni
idea puesto que jamás había pisado hasta ese momento el aula donde se impartía.
Comenzó el test y la profesora, con la que tenía cierta amistad porque me había
dado clase en alguna que otra ocasión, se acercó a mí para echarme un cable. Me
preguntó por qué no hacía el examen y yo le contesté sinceramente con un: “no tengo ni
idea”.
Comenzamos a hablar mientras el resto del aula seguía a lo suyo. Charlamos sobre el verano (era la convocatoria de septiembre) y le comenté que había estado trabajando durante los tres meses. Se interesó por mi situación y cuando le dije que era de Albacete ella me comentó que su novio también lo era. Comenzamos a charlar de la feria (que tenía lugar en la ciudad pocos días después) y me explicó que tenían intención de ir. Con toda la cara dura del mundo la invité y le dije que, por favor, me llamara cuando fuese con su novio que yo tenía un local y quería convidarlos a tomar algo. Le di mi número y el examen terminó sin yo haber tocado el teclado del ordenador y ante el estupor de mis compañeros de clase que no salían de su asombro.
Comenzamos a hablar mientras el resto del aula seguía a lo suyo. Charlamos sobre el verano (era la convocatoria de septiembre) y le comenté que había estado trabajando durante los tres meses. Se interesó por mi situación y cuando le dije que era de Albacete ella me comentó que su novio también lo era. Comenzamos a charlar de la feria (que tenía lugar en la ciudad pocos días después) y me explicó que tenían intención de ir. Con toda la cara dura del mundo la invité y le dije que, por favor, me llamara cuando fuese con su novio que yo tenía un local y quería convidarlos a tomar algo. Le di mi número y el examen terminó sin yo haber tocado el teclado del ordenador y ante el estupor de mis compañeros de clase que no salían de su asombro.
La parte teórica fue un total
invento y una obra de arte de mi imaginación. Jamás he hecho un examen sin
tener tan poca idea como aquel día y nunca me he sorprendido tanto al ver mi
nota final: un cinco en ambas partes que me daba el aprobado en la materia como
recompensa a una copa en la feria de Albacete.
El segundo ejemplo trata sobre un
amigo mío. Él se presentó una mañana de mayo a un examen del que no había
tenido tiempo de estudiar. Llegó al aula y se sentó. Cuatro preguntas que
había que contestar en poco más de hora y media. No se sabía ninguna. Mi amigo
cogió sus bártulos y abandonó la sala a los cinco minutos. Se fue a casa y se
sentó a ver la tele. Entonces se le ocurrió que quizás podría hacer algo para
aprobar aquel examen: Cogió sus apuntes y realizó las cuatro preguntas en los
folios timbrados de la facultad. Las rellenó y cogió el coche hasta la puerta
de clase. Llegó justo cuando sus compañeros salían y le entregó su examen a una amiga que
lo introdujo debajo del suyo. Sacó un nueve.
El último caso tiene un poco de
leyenda urbana, bastante de realidad y a una chica como protagonista. Dice
dicha leyenda que esa chica llegó a una de las optativas que más gente coge en
la carrera: Información deportiva. La señorita en cuestión le dijo a su
profesor que ella era un importante cargo en la redacción de la información deportiva
de una gran televisión (cosa que saltaba a la vista que era verdad) y que
su trabajo le impedía asistir a clase. Cuenta esa misma leyenda que el profesor
le dijo: no te preocupes, no hace falta que vengas… tienes ya el sobresaliente.
Historias de la UCM
Conclusión: el periodismo no se
estudia, se trabaja. Yo he tenido la suerte de rodearme en alguna ocasión de
grandes personajes de este mundo que me han enseñado más en quince minutos de
charla que en cinco años de carrera. La licenciatura de periodismo es la más
absurda de las titulaciones puesto que un historiador, un economista o un
filólogo tienen los mismos conocimientos de los medios que un estudiante de
periodismo y muchísimos más en sus respectivos campos. El periodismo como
carrera universitaria es insulso e inútil y tiene unas carencias académicas
inigualables. Solamente en cuatro o cinco exámenes de la carrera me han pedido identificación,
en la mayor parte de ellos el profesor ha levantado la mano y un gran
porcentaje de las asignaturas son aprobables únicamente con la elaboración de
trabajos que han pasado de generación en generación por las manos de miles de
estudiantes. Se copia en casi todos y un gran porcentaje de los alumnos pueden sacar la carrera estudiando poco o, directamente, no estudiando.
Pasar cinco años en la facultad
de ciencias de la información a mí, personalmente, me ha aportado la
posibilidad de ver más de quinientas películas, de enamorarme del cine y
aprender de él, de leer decenas de libros, de dedicarle tiempo al deporte o al debate y
conocer a gente maravillosa en el césped de la facultad o en el Paraninfo de la
UCM. Mis cinco años en Madrid no los cambiaría por nada del mundo porque han
sido probablemente de los mejores de mi vida. Eso sí, el periodista (y no digo
que yo lo sea más que por el título que tengo) no nace, ni crece ni vive allí,
vive en cualquier periódico, radio, televisión o medio de comunicación que esté
dispuesto a pagarte 300 euros por explotarte como un negro cada semana. Ahí es
donde se aprende periodismo y se empieza a comprender lo degradada que está
esta profesión. Pero de eso hablaremos otro día.