martes, 16 de julio de 2013

Te busqué

En cada calle de cada ciudad que recuerdo. Te busqué en cada cerveza de los millones de bares que visité y en las vueltas a casa apesadumbrado y zigzagueando de farola en farola y de pena en pena.


Buscaba esa señal que me llevara a ti, que me guiase como si de un camino de baldosas amarillas se tratase hasta lo más profundo de tu Ciudad Esmeralda. Cada trago era más amargo que el anterior y cada beso de esos labios que no eran los tuyos sabía peor que el de la noche pasada. Buscaba entre las alegrías de una tarde de juerga, vacua e insulsa, el camino a la felicidad que hubiese cambiado por otra de riñas bajo las sábanas. Ya sabes, esa celebérrima frase de aquella comedia romántica donde a Debra Messing se le ilumina la mirada cuando le dicen: "Prefiero pelearme contigo a hacer el amor con cualquier otra". 
Y se va con él, como no podía ser de otra manera.

Te busqué con lupa cual detective privado londinense del siglo XIX. Peinaba el mundo y despeinaba las madrugadas mientras me asustaba pensar que lo estaba haciendo mal y que, a lo mejor, debía encontrarte por el día, cuando el sol ya estuviese en lo más alto del firmamento. ¿Y si lo estaba  haciendo al revés? quizá sí. Quizá, aunque te busqué mil y una vez en mil y un lugar diferente, pudiera ser que, cuando más intentaba encontrarte más difícil era para ti hacerlo conmigo. Cuanto más me movía, más me alejaba de ti y cuanto más rápido cambiaba de lugar menos margen de maniobra le dejaba al destino para dar con el mejor momento donde hacer que nos encontrásemos.

Así que me quedé quieto, esperé y esperé y, de repente, dejé de buscarte y comencé a encontrarte durante cada día de mi vida.