Las sábanas planchadas, sin una sola arruga y recién puestas en la cama; el chocolate con leche, la brisa rompiendo en la cara, el mar de fondo o la cerveza fría en una tarde de verano. El primer beso que tanto anhelabas, una derrota del Barça, despertarte asustado porque llegas tarde al trabajo y darte cuenta de que aún te quedan unas cuantas horas por dormir. Los partidos de Champions, sonrojar con un piropo, una abrazo cálido cuando rompes a llorar o un cruce de piernas de una chica con minifalda. Las pieles tostadas, mojar pan en el huevo frito, meterte en una piscina helada en pleno julio o cruzar la línea de meta de un maratón.
Un té con leche muy caliente en una fría tarde de invierno, el vacío que te deja en el estómago terminar un buen libro, o una serie mítica o, por qué no, esa película maravillosa que no te cansas de ver. La sonrisa de Desiré Cordero, un regate de Vinicius, comprarte una camisa bonita o el azul de un cielo totalmente descubierto contrastando con el verde del campo en una primavera que comienza a nacer.
Pisar charcos con botas de agua, la noche anterior a un viaje, lanza piedras para que reboten sobre un lago, un mensaje que ya no esperabas o, quizá, ese que llevas años esperando y que acaba de llegar. El vino tinto, el carmín en los labios, la satisfacción del trabajo bien hecho o una noche entera sin dormir de tanto amar. Las manzanas jugosas, las olas rompiendo contra las rocas, la tarta de la abuela, la adrenalina de una final, cruzarte con una chica preciosa por la calle o que alguien se acerque a decirte algo bonito al oído.
Dormir en un avión, guarecerse bajo el edredón, amanecer en la playa aunque esté prohibido o cómo ella se pasea únicamente con unas bragas y tu camisa por el parqué de la habitación. El sirope de chocolate o las palomitas en el cine; visualizar un jaque mate con tres jugadas de antelación. Ludovico Einaudi, el sonido del primer líquido saliendo de la botella, un labrador que se acerca a que lo acaricies o que te despierten a besos una mañana de domingo.
La nueva de Bond o preguntarse cómo lo hace Mónica Bellucci para seguir igual tantos años después. La noche estrellada, los cuellos vueltos o la imagen que tengo grabada a fuego en la mente de ella con la camiseta del Madrid. Un moscoso en medio de un puente, beber leche directamente del tetrabrik, un bocadillo de jamón con tomate con el pan recién tostado, el olor a su perfume o unos ojos azules clavándose en los tuyos. Un paseo bajo la luna llena, dormir al sol en una hamaca y que te digan que te quieren tanto que están dispuestos a morir por ti.
El gol de Ramos en Lisboa, Toledo de noche, Buenos Aires de día y cualquier día del año perdido en Madrid. Una falda con flores, las medias negras, un ‘te he echado de menos’ o arreglarse a conciencia para ir a una boda. El norte de España, el sur de Albacete, la semana de las fiestas del pueblo o soñar que besabas a alguien al que jamás podrás besar. Querer con tanta fuerza que pienses que no puedes querer más, la pizza de mamá, el “nene, ponte más lentejas que no me has comido nada” de la abuela y el llanto de un bebé recién nacido retumbando en el hospital. La puerta de llegadas del aeropuerto, una buhardilla en Montmartre, la fontana Di Trevi, las calles de Praga o el cielo anaranjado por un sol que se marcha a dormir. Tu pelo aclarándose en verano, ese vestido amarillo, lo bien que te queda la albiceleste que te regalé, una partida de Trivial o la certeza de que aunque pasen los años y parezca que lo has vivido todo, aun queda mucho por vivir y, sobre todo, por aprender.