Cierro hoy este breve repaso a lo
que ha sido mi experiencia en el mundo del periodismo, con una visión personal
de lo que creo que es el futuro de esta profesión. Quisiera no tener que
concluir esta serie de post con una imagen tan negra de lo que pienso que se
avecina pero, por desgracia, no me queda más remedio.
La crisis actual está consiguiendo que el paro en el sector de los medios de comunicación tome cotas hasta hace unos años impensables. La irrupción de internet y la disminución de publicidad en los medios hace que sea insalvable la desaparición o las restructuraciones de casi todos ellos. El futuro laboral es negro y el de los contenidos no es mucho mejor, es más, me atrevería a predecir que será, de aquí en adelante y como ya se va notando, mucho peor.
La triste realidad es que el periodismo dejó de buscar contenidos de calidad para centrarse en que crezca la cantidad. El sino de la televisión, la radio o la casi al borde de la muerte prensa escrita, se ha convertido en vender cada día más cueste lo que cueste. Necesitan sobrevivir a la espantada que sus anunciantes han hecho y el vender más ejemplares que su competencia es la única manera de volver a atraerlos (ningún periódico sobrevive únicamente con lo que cuesta, es decir, no hay autofinanciación posible). La cantidad predomina y, en un país con un índice de telebasura tan abrupto como España, la única manera de llegar a más gente es esparciendo estiércol en vez de noticias. El amarillismo se apodera de todos y cada uno de los medios que tienen que recurrir a personajes que nunca simbolizaron el verdadero sentir de esta profesión para llegar un párrafo más lejos que el rival. La crispación, la guerra de guerrillas y el ahondamiento en la chabacanería se han apoderado de casi todos los frentes del periodismo: ya es inmensamente patente en la prensa rosa, casi absolutamente también en la deportiva, muy abultado en la nacional y está siendo introducido poco a poco en la económica, cultural o internacional.
Lo chabacano vende y hay que vender para sobrevivir. Aquí nace el principal problema del mundo informativo actual.
La crisis actual está consiguiendo que el paro en el sector de los medios de comunicación tome cotas hasta hace unos años impensables. La irrupción de internet y la disminución de publicidad en los medios hace que sea insalvable la desaparición o las restructuraciones de casi todos ellos. El futuro laboral es negro y el de los contenidos no es mucho mejor, es más, me atrevería a predecir que será, de aquí en adelante y como ya se va notando, mucho peor.
La triste realidad es que el periodismo dejó de buscar contenidos de calidad para centrarse en que crezca la cantidad. El sino de la televisión, la radio o la casi al borde de la muerte prensa escrita, se ha convertido en vender cada día más cueste lo que cueste. Necesitan sobrevivir a la espantada que sus anunciantes han hecho y el vender más ejemplares que su competencia es la única manera de volver a atraerlos (ningún periódico sobrevive únicamente con lo que cuesta, es decir, no hay autofinanciación posible). La cantidad predomina y, en un país con un índice de telebasura tan abrupto como España, la única manera de llegar a más gente es esparciendo estiércol en vez de noticias. El amarillismo se apodera de todos y cada uno de los medios que tienen que recurrir a personajes que nunca simbolizaron el verdadero sentir de esta profesión para llegar un párrafo más lejos que el rival. La crispación, la guerra de guerrillas y el ahondamiento en la chabacanería se han apoderado de casi todos los frentes del periodismo: ya es inmensamente patente en la prensa rosa, casi absolutamente también en la deportiva, muy abultado en la nacional y está siendo introducido poco a poco en la económica, cultural o internacional.
Lo chabacano vende y hay que vender para sobrevivir. Aquí nace el principal problema del mundo informativo actual.