Treinta y uno de marzo. El cielo se ha convertido en un manto grisáceo perenne, el aire se ha vuelto cada vez más gélido, las copas de los árboles se tambalean de un lado a otro y un río de agua limpia la calle desembocando, segundos después, en un alcantarillado de la plaza. Domingo de Resurrección y al chico le da por pensar de nuevo en ti, como viene haciendo cada segundo desde hace un tiempo, no demasiado, aunque ya parezca que ha transcurrido media vida. Te ve marchándote, no hace ni cinco horas, de la habitación después de sentarte en el colchón para despedirte con un delicado beso en la comisura de sus labios. Él, me cuenta, se quedó durmiendo un rato más en una cama que dejó de ser el lugar reconfortante que había sido durante todo el fin de semana porque tú ya no dormías en ella. No sabes cómo habla de ti, con qué dulzura, con qué respeto, con la vehemencia de un enamorado y la fascinación de quien ya ha descubierto que no quiere ni puede estar con nadie más. Aún permanece en su pecho el olor de tu perfume y el tacto de tu piel desnuda impregna todavía las yemas de sus dedos. Domingo de Resurrección: no sólo Dios ha vuelto a la vida, tú le has vuelto a traer de nuevo a la luz cuando parecía que todo era oscuridad.
La sonrisa que se
antojaba borrada vuelve a aparecer en su rostro cuando ve la tuya, cuando te
observa bailar en la cocina, cuando le embadurnas de crema la cara, te sonrojas
con un piropo, te acaricia la planta de los pies o te coge la mano sin que te des
cuenta. Sus ojos se vuelven vidriosos si se cruzan con los tuyos, si le arqueas
una ceja o si te acurrucas en su pecho guareciéndote del frío de una primavera
que parece no querer asomar todavía por el horizonte. En ellos vuelve a haber
luz, vitalidad, ilusión y un cariño tan extremo como creía imposible tan sólo
unas semanas antes. La gente lo nota, yo se lo he notado; ese estado de
letargo, de embrujo, de cuento de hadas; la forma en que desmenuza cada detalle
y el modo en que lo cuenta. No había visto tal grado de ternura en mi amigo en
mucho tiempo y, estoy seguro, todo se debe a ti.