Volvía a casa en el bus, apesadumbrada e inquieta, algo le rondaba la cabeza. Había abandonado a su novio no hacía ni cinco minutos y probablemente fuera eso. Ya todo había acabado, no era lo mismo que al principio, la magia se había ido y el fuego estaba extinto. Volvía mirando a los peatones que, alegres, paseaban por la ciudad impasibles hacia el resto del mundo, preocupados de sus preocupaciones, de nada más. Ella notaba que algo no iba bien, lo podía sentir dentro, muy dentro. En un momento dado, abrió los ojos fuertemente, accionó la alarma de emergencia del autobús y rogó al conductor que se detuviese. Quizás aún no era demasiado tarde.
Bajó como alma que lleva el diablo del coche y corrió como una loca en sentido contrario, hacia la cafetería donde minutos antes le había roto el corazón a una persona. "Quizás todavía no fuera demasiado tarde, quizás aún estuviese allí", volvió a repetirse. Corría y corría esquivando gente a raudales, pequeños trozos de humanidad que intentaban frenar su camino... pero no lo conseguían. Estaba exhausta, cansada y total y absolutamente asustada, pero la cabeza y el corazón le decían una y otra vez: todavía está allí.
Por fin llegó a la puerta principal del café, la abrió y entró deprisa. Vio a Ramiro, su ex novio, sentado en la mesa donde habían dado por finalizada la relación. Tenía las manos en la cara, parecía que había estado llorando. Se acercó lentamente a él, no quería herir más sus sentimientos. Él levantó muy lentamente la cabeza y la vio, pensó que quizás no todo estaba perdido, que el amor de su vida había vuelto y que a lo mejor, aún había esperanza para ellos.
Bajó como alma que lleva el diablo del coche y corrió como una loca en sentido contrario, hacia la cafetería donde minutos antes le había roto el corazón a una persona. "Quizás todavía no fuera demasiado tarde, quizás aún estuviese allí", volvió a repetirse. Corría y corría esquivando gente a raudales, pequeños trozos de humanidad que intentaban frenar su camino... pero no lo conseguían. Estaba exhausta, cansada y total y absolutamente asustada, pero la cabeza y el corazón le decían una y otra vez: todavía está allí.
Por fin llegó a la puerta principal del café, la abrió y entró deprisa. Vio a Ramiro, su ex novio, sentado en la mesa donde habían dado por finalizada la relación. Tenía las manos en la cara, parecía que había estado llorando. Se acercó lentamente a él, no quería herir más sus sentimientos. Él levantó muy lentamente la cabeza y la vio, pensó que quizás no todo estaba perdido, que el amor de su vida había vuelto y que a lo mejor, aún había esperanza para ellos.
- ¡Has vuelto! - dijo el chico con lágrimas todavía en los ojos pero con una sonrisa de oreja a oreja
- Eh... si... perdona, es que he olvidado el bolso.