Él se
acercó despacio, la cogió de las manos, le levantó la mirada y con la firme
intención de hacerle ver que estaba, por supuesto, equivocada; le contestó con
voz tierna, dulce y delicada:
"Tú
haces que mis lunes parezcan viernes por la tarde, que le encuentre sentido a
una tarde lluviosa de invierno, que viva en un sueño eterno, que sólo piense en
ti, que no sepa cuando estoy despierto y cuando estoy durmiendo, que todo este mundo
parezca más decente, menos moderno; que tenga, cada mañana, todas las ganas de vivir.
Tú
eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Así, tal y como suena, sin adornos y sin
mentiras: eres mi viaje sólo de ida, mi casa, mi hogar, mi guarida; la mujer
que me ama, me quiere y me cuida; la chica más lista, guapa, buena y divertida.
Eres una joya que no merezco, que me es absolutamente inmerecida. El premio
gordo de la lotería, un bote del Euromillón o de la Primitiva; mi
mujer, mi amiga, mi confidente, mi musa, mi diosa… mi diva.
Me
gustan tus ojos, me encantan tus manos, adoro cómo tu pelo cae sobre los
hombros y también cómo me frunces el ceño cuando estás enfadada. Suspiro por tu
boca y no hay nada que no hiciera por tus besos... Nada de nada. Me enamora tu
voz, me excitan tus piernas, me enloquece tu ombligo y me trastorna el modo con
el que dices mi nombre cuando me llamas. Me pierde tu piel, me encuentro en tu
espalda y de poco puedo presumir más que de que digas que me amas.
Quizá
las reiteración de palabras durante todo este tiempo haya servido para que,
poco a poco, su significante adormezca tus oídos, es parte de la rutina. Pero
no olvides, por favor, que el significado no ha cambiado, sigue presente y no
se me olvida. Ese “te quiero tanto como el primer día” grábalo a fuego porque
jamás se termina. Y ese otro “te amo más que a ninguna otra mujer que haya
existido en este universo”, tenlo presente, es más que un verso, es más que
eso: es el testimonio del que no creía y, un día cualquiera, se hizo converso.
Y te
digo, por último, que si volviera a nacer acabaría de nuevo aquí, en la cocina
de casa, diciéndote esto otra vez. ¿Por qué? Porque no cambiaría nada, ni una
ficha en este tablero de ajedrez, ni una de mis cagadas, ni una sola idiotez. Volvería a hacer lo mismo, del derecho y del revés, para tener la certeza
absoluta de que paso contigo mi infancia, mi juventud y mi vejez. Nadie en este terco planeta puede presumir de ser, como tú, a la única que no miento cuando digo: te quiero menos que mañana, pero mucho más que
ayer".