domingo, 6 de octubre de 2013

Cincuenta años de Elisabeth Shue

Fueron muchas y muy variadas las mujeres con las que fantaseamos los chavales nacidos a mediados y finales de los ochenta. Esa generación, crecida con series como Los Vigilantes de la Playa, Salvados por la Campana, Una chica explosiva, California Dreams y más tarde Friends o Ally McBeal; encontró en actrices como Pamela Anderson, Carmen Electra, Erika Eleniak, Vanessa Angel, Tiffani Amber, Courtney Cox, Portia de Rossi, Nikki Cox o Lucy Lui sus primeros mitos eróticos que han trascendido en el tiempo hasta convertirse, para la mayoría de nosotros, en recuerdos inmutables y ensoñaciones permanentes.

No sólo en la pequeña pantalla se dieron esos casos de amores platónicos febriles y juveniles.  Geena Davis, Brooke Shields, Kim Basinger o Sharon Stone son otros de los ejemplos de aquellos maravillosos primeros años de la década de los noventa que perdurarán eternamente en la memoria de muchos. En España, Maribel Verdú, Miriam Díaz Aroza, Ivonne Reyes, Beatriz Rico o Nuria Roca también dejaban su huella en la última generación de pelota en el recreo, de canicas en los parques o partidas interminables a la Game Boy al salir del colegio.

Cada uno guarda en su retina y en lo más profundo de su armario los pósters de esas mujeres que tenía colgada en las paredes de su habitación y con las que, casi sin quererlo, fue descubriendo la belleza y el esplendor absoluto de ese género femenino del que algunos nos declaramos acérrimos admiradores. En mi caso, fueron tres las féminas que quedaron intensamente marcadas en mi subconsciente y de las que ahora, tantos años después, siguen evocándome tiempos pretéritos de los que sin duda alguna guardo grandes recuerdos. No me ceñiré en esta ocasión en Robin Wrigth o, posteriormente, a Elisabeth Hurley porque quiero hacerlo, el día de su cincuenta cumpleaños, en la tercera de ellas: la sonrisa que cautivó a más de un adolescente que, como yo, recuerda con nostalgia y afecto a la preciosa Elisabeth Shue.

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