Qué difícil se antoja abordar un
tema tan delicado como el del que hoy vengo a opinar. Sí, porque qué sería de
esta sociedad moderna si no hubiera quien, como yo, tuviese la necesidad
imperante de opinar de todo, seguramente sin tener idea de nada, y pretendiese emprender,
encima, un asunto tan farragoso en poco más de folio y medio.
Así que, como no creo que salga
demasiado bien, vayamos cuanto antes al lío. Y que sea lo que Dios quiera.
El tortazo que antes de anoche Will
Smith propina a Chris Rock. La excusa perfecta para hacer mi enésimo alegato al
amor tradicional y, por qué no decirlo, incondicional; sentimiento en extinción
en estos tiempos que corren. Tristemente para todos.
Urge empezar el escrito diciendo
una obviedad que, sin embargo, hay que recalcar bien desde el principio para no
llevar a error: la violencia está mal. Este eslogan, tan lógico como real, tan
cursi y lleno de matices, debería, por otro lado, ser el inicio de toda ponencia
sobre cualquier tema que se hiciera en el mundo. Sin embargo, esperando que el
coeficiente intelectual de mis lectores sea algo mayor que el del usuario tipo
de Twitter y demás redes sociales, me gustaría sobreentender que eso es
compartido por todos. Sí, Will Smith tuvo mejores opciones ante el ataque
gratuito a su esposa que subir a darle un guantazo a quien se metía con ella.
Sí, podría haber dado un discurso ejemplar y haber dejado mal a su compañero de
profesión delante de trescientos millones de persona y el planeta tierra en su
totalidad (seguramente en su totalidad no porque siempre hay un roto para un
descosido) lo habría llevado en volandas hacia el cielo del bienquedismo. Sí,
actuó mal. Sí, pudo hacerlo mejor… PERO (¡ay! esa maldita preposición) ni
siquiera WIll Smith es perfecto y, por el contrario, sí es humano. Porque ahí
radica todo el secreto del debate: en que su reacción es totalmente humana y es
por eso por lo que debería encontrar entendimiento por parte de todos nosotros.
Porque aunque el ser humano es
racional no deja de tener un componente animal que, por mucha estupidez que nos
quieran hacer creer, nunca se nos irá del todo. Hay un instinto de protección
innato en él, una fuerza superior que te lleva a enfrentar situaciones límites
cuando uno de los tuyos es atacado, cuando tu gente se ve en peligro o cuando
alguien intenta hacerles daño. Esto, por supuesto, no tiene nada que ver con el
machismo, por mucho que las retrasadas de corazones púrpuras nos lo quieran
meter con calzador, sino con un instinto de protección inherente a la especie,
no sólo al género masculino. Porque al igual que es encomiable que Will saliese
a defender a su esposa, lo habría sido que ella saliese a defenderlo a él de un
ataque. O a sus hijos. O a sus padres. O a sus amigos. No se trata de hombre a
mujer, sino de ser querido a ser querido, de ese equipo que formas con (en este
caso) tu alma gemela y que te hace ir a la guerra en cualquier momento si ella
(o él) se ve envuelto en un follón. Sea con quien sea, dure lo que dure y
cueste lo que cueste. En mi idea del amor, no hay muestra más grande de ello
que jugártelo todo, aunque sea de la manera errónea en que Will actuó, por
quien quieres más que a nada.
Por otro lado, la libertad de
expresión, que es uno de los bienes más sagrados en los que creo y firmemente
pienso que cualquiera puede decir lo que quiera sin ningún tipo de restricción.
Creo que la basura puede demostrar que lo es haciendo chistes sobre ETA, sobre
la enfermedad de otra persona o, como en este caso, sobre un complejo que puede
tener totalmente turbada a una mujer. Lo que también creo es que no soy quién
para juzgar si la madre de una víctima del terrorismo pierde los papeles cuando
alguien cuenta un chiste sobre su hijo asesinado, si el hermano de un chico con
cáncer le parte la cara a quien se ríe de éste o si Will Smith sube al escenario
a abofetear a quien, ante media humanidad, ha abochornado a la madre de sus hijos. Y lo digo
porque quizá yo no tuviera el valor para hacerlo, pero me sentiría totalmente
orgulloso de mi esposa si ella lo hiciese por mí.
Y, por último, en un tema de tal
calado hay que hablar también de quien intenta sacar rédito político de ello.
Ya no es racismo, pues son dos negros los que están inmersos; no puede ser
clasismo, ya que son dos multimillonarios; así que sólo nos queda recurrir al
machismo para volver a meter en la cabeza de los anormales que nos votan que
todo esto viene dado porque los hombres somos malísimos, las mujeres se pueden
defender solitas, el heteropatriarcado lo copa todo y toda esa sarta de
soplapolleces que, por desgracia, van calando cada día más. Y no, ni los
hombres somos malísimos ni las mujeres (ni los hombres) nos podemos defender
solos. Porque cuando la situación te supera, cuando te atacan sin esperarlo o
simplemente cuando te hieren de tal forma que no eres capaz de reaccionar,
siempre es bueno saber que tienes alguien al lado que está esperando para salir
en tu defensa. Sin importar su sexo, sin importar su edad, religión o raza;
sólo que te quiere y está aguardando que el enemigo pegue el primer tiro para
salir de la trinchera a comenzar a disparar también. Y, tened claro una cosa: si
alguien está dispuesto hacer eso por ti, no lo dejes ir muy lejos.