Vientos del sur despeinan mi pelo
en la cima de esta montaña donde hoy les vengo a escribir todo lo que me
inspira mi pueblo, mi casa, la tierra donde crecí; todo lo que, desde que tengo conocimiento, me ha hecho
tan feliz. Vientos del sur golpean en mi cara y traen consigo fragancias a
romero y olivo, a genista, espliego, pino y tierra mojada, a recuerdos de dónde
vengo, a memorias de donde yo vivo, al lugar que me lo ha dado todo sin que yo
le pidiese absolutamente nada.
Manchas de cerveza y gamba en el
asfalto, guirnaldas colgando de los balcones, ropa de invierno en el armario y
la de verano guardada en los arcones. Tortilla, paella, gazpacho y cerveza,
llegar a una casa con la certeza de que todo lo que tengan te lo pondrán sobre
la mesa, que aquí nadie se guarda nada, que aquí todo se deja, que el principal
valor de un pueblo es darlo todo aunque de nada se tenga. La generosidad de una
gente que sin tener mucho lo da todo, la mesa camilla, el brasero, la caja de
dulces, el poleo menta con miel o el café solo; juntarse para jugar al trivial,
para ver el fútbol, para sentarse a cuchichear de algo o para criticarlo todo.
La necesidad apremiante del calor de tu gente, la de un abrazo largo y tendido
o la de un beso en la frente, la vida llevada al extremo de intentar usar bajo
cualquier concepto y sobre todas las cosas el corazón… y olvidarse un poco de
la mente.
La vida rural, la del perro, el
campo, la oliva, la caza y la siesta, la de verbenas y canciones que curan
todos los males, la de encierros, peñas y amigos reunidos en viejos locales; la
de cubatas cargados, chupitos de orujo y buenos modales. La vida que yo quiero
no es otra que ésta, la de la amistad sobre cualquier cosa, la de la familia,
la de la gente humilde y modesta, la de la gente trabajadora, la de la buena
gente, la de la gente que lucha, la de la gente honesta.
Rollos de pan que no se pasan o
vino tinto y migas, niños corriendo por las calles sin temor a los coches, sonrisas
y gritos, vivir la vida con toda la pasión que puedas ya sea de día o de noche;
amigos que lo mismo te alaban por lo bueno que, cuando toca, no dudan en freírte
a reproches. Besos a escondidas, desabrocharte el sujetador sin que te enteres
y luego contestarte con un “no sé” cuando me pidas que te lo abroche. Beber cantidades
ingentes, comer hasta caer rendido, quedar para ir a ver las estrellas, coger
el arroz directamente de la paella, recordar cuando fue la primera vez que la
besaste o, mejor aún, la primera vez que te besó ella.
Hogueras en las calles, petardos
y carretillas, paisajes que parecen de película pero que tienes ahí al lado,
esperando tu visita. Verdes praderas, cervatillos corriendo, agua cristalina,
nieve en lo más crudo del invierno y baños desnudos en verano colándonos en la
piscina. Bailes desenfrenados, vaqueros ajustados, amores que mueren y otros
que germinan, tantos recuerdos que no caben en la cabeza, tantas visiones que
no entran en la retina.
Campos de trigo y barbechos,
kilos y kilos de aceituna, el verde del prado contrastando con el azul del
cielo y el sonido del ciervo bramándole a la luna cuando está en celo. Los
pájaros despertándote a finales de mayo, los nervios de la primera semana de
septiembre, los años que siguen pasando pero tú sigues estando estando igual de
bonita que siempre. Piernas morenas taconeando por un paseo adoquinado,
terrazas, caracoles, queso frito y sonrisas que te dejan atontado; cabellos
dorados que se esconden en la capital, lunares en mejillas que, cuando los
miras, apenas te dejan respirar. Ojos azules, faldas muy cortas, el repiqueteo
de las campanas de la iglesia que te recuerda en qué hora estás, que el tiempo
no cesa, que el mundo no para y que ahora, y no luego, es el momento de
disfrutar, que no hay más vida que ésta y es tan efímera que algún día, no muy
lejano, sin que te des cuenta, se acabará. Así que corre y empápate de lo tuyo,
de tus raíces, de tu gente, de tu casa y de todo lo que te hace feliz, pues no
hay nada más valioso en esta vida que tenemos que sentarse al lado de los que
te quieren y no parar de reír. Salta, corre, llora, besa, abraza y quiere... y, por favor, no dejes nunca de vivir.