Comenzó hace años en algún recóndito rincón de mi mente y se hará realidad, Dios mediante, mañana en una estación de trenes de una ciudad de la Mancha. La duración y el itinerario, sólo el destino la conocen; nadie más... ni siquiera yo. Pero era algo que había que hacer, de eso no me cabe duda.
Rememorar aquella vieja sensación relegada a un ostracismo que tristemente venía siendo habitual en los últimos tiempos, la de encontrar nuevas sensaciones, sabores, imágenes e incluso unos olores de los que mi nariz hace tiempo que me priva pero mi mente sigue degustando en lo más hondo de mi ser. Volver a sentirme libre y extraño, feliz entre cultura y paisajes de postal que se erijan frente a mis ojos en un atardecer primaveral y no en un trozo de cartón llegado desde la oficina de correos.
Un viaje por el viejo continente que comienzo mañana. A pie, en coche, tren, avión o motocicleta, eso ya se verá. Unos días de andar y pasear por calles que nunca transité aunque siempre lo habría deseado, una experiencia inolvidable esperemos que en el buen sentido, aunque no descarten que haya que volver con una mano delante y otra detrás. Pero eso, lejos de lo que pueda parecer, puede ser hasta bueno que, en la época que corre, hay que conformarse con poco.
Os dejo por aquí y por allí, por Twitter y por las cervecerías que suelo frecuentar, para recorrer otras distintas, para hacer máxima esa frase, tan triste como cierta de "si no lo hago ahora, no lo haré jamás" y os insto, siempre que lo deseéis, a leerme por estos lares y descubrir junto a mí todas las aventuras que me vayan sucediendo que, espero, serán muchas y muy variadas.
Me voy, pero os llevo conmigo. A todos y cada uno de los que me animasteis a emprender este viaje y a todos los que mi tildasteis de loco o algo peor por hacerlo. Todos sois igual de importantes, absolutamente todos.
Nos leemos y nos escribimos allá donde estéis y por donde los acontecimientos quieran que yo me mueva. Y que sea lo que tenga que ser.
El mundo llama, no le hagamos esperar.