jueves, 26 de abril de 2012

15ª Ley de Couling

De la canción Iridisescent, de Linkin Park (y gracias a @borjadematias) rescato este fragmento que convierto en la decimo quinta Ley de Couling

¿Sientes frío y estás perdido en la desesperación? ¿Intentas encontrar la esperanza pero el fracaso es todo lo que has conocido?  

Recuerda toda esa frustración y esa tristeza ... y déjala ir, sólo déjala ir

 

miércoles, 25 de abril de 2012

¿Cómo no te voy a querer?

Hoy es un día especial, se respira fútbol por todos los lados. Hoy es un día de Champions y de Real Madrid, se gane o se pierda


Cuando se tiene que decidir, el corazón es mejor que la cabeza
Y la decisión más importante en la vida de un hombre
La que condiciona tu futuro, te completa y da entereza
Es la de escoger un equipo de clase, orgullo y renombre

A Dios le doy gracias porque tuve la inmensa suerte
De hacerme del líder, bastión y por siempre adalid
Ese club que defenderé a hasta la misma muerte,
Y el que la historia bautizó como Real Madrid

Si soy yo el que te tiene tanto que agradecer
¿Cómo no te voy a querer?

Mi amor por ti, incondicional, abnegado e inquebrantable
Mi vida entera, al santo servicio de tu noble causa
Mi corazón fiel, leal, acuartelado e inexpugnable
Con paso y ritmo presto, firme y sin pausa

Soldado de tu ejército blanco, recluta en busca de la gloria
Defensor de tu escudo, de tu himno y de tu nombre
Armado con la bandera del mejor club de la historia
Disfrutando como un niño y luchando como un hombre

Si junto a ti nunca he dejado de crecer
¿Cómo no te voy a querer?

Acólito blanco en las buenas y en las malas
Aferrado al Bernabeu de noche y de día
Empujando, animando y dándote alas
Sin tregua, pausa, paz o amnistía

En las épocas dramáticas y oscuras
En los momentos de fatiga y de flaqueza
Evitando que ahondasen las fisuras
Poniendo el alma, el corazón y la cabeza

Si cada uno de mis días te han pasado a pertenecer
¿Cómo no te voy a querer?

Y tú me compensas con la gloria eterna,
Con tu himno resonando por el mundo,
Teniendo bien claro quien gobierna
Y felicitando al que logre ser segundo

Tu nombre marcado a fuego en alma,
Tu escudo bordado en el corazón,
El blanco pulcro y santo que da calma,
Seguirte hasta el final, mi única razón

Si gracias a ti he vuelto a nacer
¿Cómo no te voy a querer?

Un orgullo de Madrid y de toda España
Presumiendo del gualda, el rojo y el blanco
Con un himno que ni miente ni engaña
Con señorío pero sin dejar de ser franco

Desde la Castellana hasta el fin del mundo
Desde Concha Espina con orgullo y pasión
Un imperio basto, eterno y rotundo
Con el fútbol y la grandeza por bastión

Si me hiciste campeón de Europa por novena vez
¿Cómo no te voy a querer?

jueves, 19 de abril de 2012

I Won't Give Up

De Jason Mraz, la nueva canción que lleva por título I Won´t Give Up. Mola

lunes, 16 de abril de 2012

La posesión demoníaca más divertida del cine

Lo bueno que tiene el cine, es que por muchas películas que hayas visto, siempre queda alguna en el tintero para visualizar. Para mí, esta regla se cumplía con Beetlejuice, una de las primeras películas de Tim Burton y que, hasta hace un par de días, no había visto. Gracias a @soniagmez la pude disfrutar. De entre todo, rescato esta posesión demoníaca que hacen los fantasmas protagonistas a los inquilinos de su casa.

lunes, 9 de abril de 2012

Cruzando el río

Ahí estaba él, ilusionado ante el reto que se le presentaba. En sus manos, la posibilidad de alcanzar la gloria eterna si conseguía atravesar aquel río. Se plantó firme frente al bote y de un empujón lo llevó dentro del agua. Se armó de fuerzas, inspiró fuerte y se introdujo en él. Rápidamente se enfundó el mono de trabajo y comenzó a remar, quedaba mucho por delante.

El viento le era favorable, la corriente apenas tenía fuerza y todo parecía ir sobre ruedas, sobre un bote, en este caso. El chico disfrutaba del paisaje, el aire acariciándole con suavidad la cara, la naturaleza en perfecta consonancia para hacerle su tarea lo más llevadera posible. Ahí estaba él, en aquel momento, el rey del puto mundo, sin nada ni nadie que pudiera hacerle sombra y con su remo a forma de espada para enfrentarse a los demonios que, en un más que improbable caso, quisieran intentar desembarcarlo de aquel sueño. Pero nadie se atrevería.

Pero entonces, de un plumazo, todo cambió. Al principio fue un nubarrón que parecía no tener importancia. Después, las primeras gotas de lluvia lo pusieron en alerta y, sin saber muy bien cómo, se vio envuelto en una tormenta que lo sorprendió por completo. ¿Y ahora qué?

Pues no quedaba otra que remar, nadie dijo que fuera a ser sencillo.

El viento se había transformado en un huracán que mecía a su antojo esa barca que pareció algún día un transatlántico y ahora no era más que un conjunto de maderas y clavos. El agua, antes una suave cuna en la que mecerse, inundaba la barcaza y el que pareció un héroe hacía no más de diez minutos, no podía más que desgañitarse maldiciendo su suerte.

Seguía remando, se esforzaba por achicar el agua que ya cubría casi toda su barca y la tormenta no cesaba, es más, arreciaba. ¿Qué hacer ahora? Se preguntó. No vale de nada quejarse, recordó aquella frase de un sabio: “Reza, pero no dejes de remar hacia la orilla” y eso hizo. Lo intentó de todas las maneras posibles, dejó su vida, su alma y su cuerpo aferrándose a ese remo, rogando a la madre naturaleza o a algún dios que pudiera oírlo, que le dejase un margen para completar su tarea, que su castigo, por muy merecido que lo tuviese, estaba siendo demasiado… pero no encontró respuesta. Y poco a poco dejó de confiar en que la naturaleza le ayudase, poco a poco dejó de esperar que su cuerpo pudiese con aquello y que su alma soportarse ese olor a fracaso. Poco a poco dejó de confiar en que ese dios le echase una mano y le ayudase a sobrellevar la tarea. Poco a poco, aquel héroe se dio cuenta de que era en realidad, el villano de un cuento que nunca fue con él. Frente a ese panorama de desolación no pudo más que pararse, ver en qué se había convertido su tarea y muy lentamente, soltar el remo.

Ahora estaba a merced del mundo y de aquella tormenta. Pronto el mar se lo tragó y aquel cuento épico terminó como suele hacerlo la vida, con un final no demasiado feliz.