lunes, 31 de marzo de 2014

Rocky

El genial Luis Calles ha vuelto a crear un vídeo de esos motivadores que tanbien le salen con vistas a la ida de los cuartos de final de la Champions. Lo podéis ver aquí.

Yo, por mi parte, os dejo el fragmento de la película de donde lo ha sacado, la quinta entrega de Rocky. Lo dicho:


"Si sabes lo que vales ve y consigue lo que mereces"

miércoles, 26 de marzo de 2014

Madrid

Me recibió húmeda, como la amante agradecida que siempre fue para mí. La lluvia adornó nuestro primer paseo juntos después de tanto tiempo, de tantísimos meses sin vernos. El aroma a café precedió a las cervezas, y es que bien sabe Dios que una caña no sabe igual en Madrid que en cualquier otro sitio; y acabamos como siempre, queriéndonos entre sus calles, amándonos entre las esquinas de esa ciudad maravillosa a la que volví después de una eternidad. No defraudó, ella nunca lo hace.

Se nos hizo demasiado corto. Casi sin darnos cuenta el reloj ya marcaba la hora de la despedida, de la partida a la otra punta del mundo para, de nuevo, volver a dejarla sola y lejos de mí. Ella se despidió sonriendo y me obsequió con una tarde soleada en el centro, de nuevo entre birras y luz en el asfalto. Volví a compartir momentos con grandes amigos y, de soslayo, con ese club de fútbol que ya se ha convertido en algo más que una pasión. Torné a disfrutar de la diosa, de Sol, de la Gran Vía y de una ciudad que inspira pasión, libros, cine y sonrisas como ninguna otra que haya conocido. De nuevo volvimos a reír hasta llorar, esa extraña forma que tiene la vida de darte a entender que en ese preciso momento no puedes ser más feliz. En esta ocasión, un sándwich de jamón y queso tuvo la culpa, una gilipollez como cualquier otra, como las cientos de miles que la precedieron y las miles de millones que, Dios mediante, la seguirán. En Madrid el que no sonríe es porque no sabe hacerlo o porque no le da la gana, no hay más explicación.


Y, como decía, al final me volví a marchar. Dejé atrás Atocha y la M30 sirvió de antesala para una A3 extremadamente larga cuando uno se aleja de la ciudad donde más feliz ha sido. Cientos de kilómetros de reflexión sosegada y melancolía contenida en una nueva despedida. Un ritual que se repite una y otra vez y una frase que la acompaña: “tengo que venir más a menudo a verla, pasa demasiado tiempo sin que la estreche entre mis brazos”. Esa promesa que después, por unas cosas u otras, no se cumple en la medida que uno quisiera. Pero lo que sí es cierto es que ella no cambia y que aunque las horas han seguido su curso desde ese momento en que me robó el corazón y nunca me lo ha vuelto a devolver, cuento cada día las que faltan para volverla a tener a mi lado. Ya queda menos, casi te vuelvo sentir, no te vayas muy lejos, que pronto vuelvo a ti, mi amada, mi vida, mi Madrid.


martes, 11 de marzo de 2014

11M

Diez años ya de la tragedia, quién nos los iba a decir.


Se cumple una década del atentado terrorista más grande y más brutal cometido en nuestro país. Hoy se rememora la barbarie y la crueldad en todo el mundo, no solo en España. Se recuerda, una vez más, cómo la humanidad o, mejor dicho, parte de ella; puede rebasar con creces la barrera del propio significante que imprime esa palabra para caer en la monstruosidad más absoluta. Diez años ya desde que esos trenes se llevasen por delante la vida de 192 personas inocentes a los que jamás olvidaremos, pase lo que pase y pese a quien le pese.

Josefa, Gonzalo, María Luisa, Miguel, Jorge, Neil, David, Yaroslav, Óscar o Guillermina fueron algunos de los héroes que se levantaron aquella mañana para ir a trabajar y que se vieron enfrentados a un destino que no les correspondía, a un castigo del que nunca debieron ser culpados, a una pena tremenda que, desde luego, no merecían. Tantas vidas sesgadas en Madrid aquella mañana de jueves y que nos llegaron al resto de España, tanta muerte de gente tan lejana pero que hicimos propia, como si de un familiar o un amigo se tratase. Diez años ya desde que el mundo entero derramó lágrimas de dolor e impotencia ante una puñalada que todos recibimos aunque únicamente ellos la sintieron físicamente.

Y se nos fueron sin decirnos adiós.

Nuestro deber ha sido, es y debe ser no olvidarlos jamás. Recordar cada once de marzo a esa gente anónima que tristemente se hicieron eternos por el resto de nuestra vida. No podemos caer en la vergüenza de nuestra clase política y recriminar en días como hoy ese “y tú más” que tanto daño nos está produciendo a todos. Hoy no. Que el sobrecogimiento, el recuerdo y el homenaje incesante sea la tónica de este once de marzo de 2014, ellos lo merecen como nadie.

Que no haya olvido, por supuesto. Que el perdón se lo guarden sus familias y sus amigos, ellos decidirán si son capaces de redimir a esa escoria que tuvo la cobardía de atacar al que no se podía defender. Nosotros, el resto del país; tú y yo, somos los que tenemos un deber mayor y más importante que ese, somos los que no podemos dejar que el tiempo borre sus nombres de la historia de España, que los años no se lleven sus caras ni sus recuerdos, que sus muertes no sean en balde y que recordemos siempre a los héroes que nos dejaron atrás y que con su partida iniciaron una guerra que debemos ganar, una batalla sin tregua contra los asesinos y contra la inmundicia que puebla cada rincón del planeta. Nosotros, tú y yo; debemos luchar sin tregua contra el terrorismo en cualquiera de sus facetas, contra la radicalización de las ideas y contra la violencia del cobarde. Hoy es un día para recordar a las víctimas y, ante todo, para jurarse que no consentiremos que vuelva a ocurrir. Que la ley aplaste sin dudarlo a esa basura que se esconde tras una máscara o una mochila para hacer daño y que nosotros nos mostremos implacables cuando eso suceda. Nos lo debemos a nosotros y se lo debemos a ellos.
 

martes, 4 de marzo de 2014

Microcuento (IV)

La almohada lo recibió fría como la noche y el colchón le respondió de la misma manera. El ambiente, gélido como el mismo hielo, parecía introducirse por los poros de su piel hasta lo más profundo de su tuétano. Se acurrucó en posición fetal y comenzó a exhalar vaho de su boca con la vana esperanza de calentar su cuerpo. Se tapó con el edredón hasta las cejas y se subió los calcetines hasta la pantorrilla y por encima de los pantalones del pijama. Se metió la parte de arriba por dentro también e introdujo por último las sus manos en los bolsillos de la chaqueta. Ya estaba listo para dormir, tenía todo preparado para vencer al frío aquella helada noche invernal, la batalla sería suya y se alzaría vencedor. Pero fue entonces cuando ocurrió, cuando un pinchazo de abatimiento le punzó el corazón con dureza. En efecto, se había dejado la luz encendida y le tocaba comenzar de nuevo todo el ritual. ¿Qué había hecho él para merecer aquello?


lunes, 3 de marzo de 2014

Cómo ganar un Oscar en menos de 5 minutos

Anoche se dieron los premios más importantes del cine mundial, los Oscar. De entre todas las categorías y sin ánimo de hacer un extenso resúmen de la gala o de algunas de sus curiosidades, quería dejar plasmado dos escenas que valen de por sí un galardón.



La primera de ella le valió a Anne Hataway el premio a mejor actriz secundaria el año pasado. Una escena de menos de cinco minutos que vale su peso en oro.



La segunda, a cargo de Lupita Nyong´o, ganadora del mismo premio en la noche de ayer. Esta vez el vídeo no refleja la escena completa, por eso os recomiendo que veáis 12 Años de Esclavitud, Oscar a la mejor película, para saborear cómo una buena obra se puede hacer enorme por la interpretación de una señorita que prácticamente debutaba en el cine.



Para finalizar dejo un artículo mío de hace unos días con los amigos de Asiento 23 para los que queráis informaros un poco más sobre las películas que han resultado victoriosas y las que no, en una especie de previa de los Oscar.

Otros momentos a tener en cuenta y que uno no debería perderse son:

Monólogo inicial de Ellen Degeneres
Discurso de Jared Letto acordándose de Ucrania y Venezuela, ganador del Oscar a mejor actor de reparto.
Matthew McConaughey gana el Oscar al mejor actor

Se me hizo corta y acabó casi a las siete de la mañana. Es lo que tienen los americanos y su cine, que son geniales.