Diez años ya de la tragedia,
quién nos los iba a decir.
Se cumple una década del atentado
terrorista más grande y más brutal cometido en nuestro país. Hoy se rememora la
barbarie y la crueldad en todo el mundo, no solo en España. Se recuerda, una
vez más, cómo la humanidad o, mejor dicho, parte de ella; puede rebasar con
creces la barrera del propio significante que imprime esa palabra para caer en
la monstruosidad más absoluta. Diez años ya desde que esos trenes se llevasen por
delante la vida de 192 personas inocentes a los que jamás olvidaremos, pase lo
que pase y pese a quien le pese.
Josefa, Gonzalo, María Luisa,
Miguel, Jorge, Neil, David, Yaroslav, Óscar o Guillermina fueron algunos de los
héroes que se levantaron aquella mañana para ir a trabajar y que se vieron
enfrentados a un destino que no les correspondía, a un castigo del que nunca
debieron ser culpados, a una pena tremenda que, desde luego, no merecían. Tantas
vidas sesgadas en Madrid aquella mañana de jueves y que nos llegaron al resto de España, tanta muerte de
gente tan lejana pero que hicimos propia, como si de un familiar o un amigo se
tratase. Diez años ya desde que el mundo entero derramó lágrimas de dolor e
impotencia ante una puñalada que todos recibimos aunque únicamente ellos
la sintieron físicamente.
Y se nos fueron sin decirnos
adiós.
Nuestro deber ha sido, es y debe
ser no olvidarlos jamás. Recordar cada once de marzo a esa gente anónima que
tristemente se hicieron eternos por el resto de nuestra vida. No podemos caer
en la vergüenza de nuestra clase política y recriminar en días como hoy ese “y tú más” que tanto daño nos está
produciendo a todos. Hoy no. Que el sobrecogimiento, el recuerdo y el homenaje
incesante sea la tónica de este once de marzo de 2014, ellos lo merecen como nadie.
Que no haya olvido, por supuesto.
Que el perdón se lo guarden sus familias y sus amigos, ellos decidirán si son
capaces de redimir a esa escoria que tuvo la cobardía de atacar al que no se
podía defender. Nosotros, el resto del país; tú y yo, somos los que tenemos un
deber mayor y más importante que ese, somos los que no podemos dejar que el
tiempo borre sus nombres de la historia de España, que los años no se lleven
sus caras ni sus recuerdos, que sus muertes no sean en balde y que recordemos
siempre a los héroes que nos dejaron atrás y que con su partida iniciaron una
guerra que debemos ganar, una batalla sin tregua contra los asesinos y contra
la inmundicia que puebla cada rincón del planeta. Nosotros, tú y yo; debemos luchar sin tregua contra el terrorismo en
cualquiera de sus facetas, contra la radicalización de las ideas y contra la
violencia del cobarde. Hoy es un día para recordar a las víctimas y, ante todo,
para jurarse que no consentiremos que vuelva a ocurrir. Que la ley aplaste sin
dudarlo a esa basura que se esconde tras una máscara o una mochila para hacer daño y que nosotros nos mostremos implacables
cuando eso suceda. Nos lo debemos a nosotros y se lo debemos a ellos.