martes, 25 de febrero de 2014

¿Cuál es tu verso?

De 'El club de los Poetas Muertos' rescato este monólogo de Robin Williams con poema de Walt Whitman incluído.


¡Oh, mi yo! ¡oh, vida! de sus preguntas que vuelven, 
Del desfile interminable de los desleales,
 de las ciudades llenas de necios, 
De mí mismo, que me reprocho siempre 
(pues, ¿quién es más necio que yo, ni más desleal?), 
De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos 
despreciables, de la lucha siempre renovada, 
De lo malos resultados de todo, de las multitudes 
afanosas y sórdidas que me rodean, 
De los años vacíos e inútiles de los demás, 
yo entrelazado con los demás, 
La pregunta, ¡Oh, mi yo!, la pregunta triste que vuelve
 ¿qué de bueno hay en medio de estas cosas, Oh, mi yo, Oh, vida ? 

Respuesta 
Que estás aquí - que existe la vida y la identidad, 
Que prosigue el poderoso drama, 
y que puedes contribuir con un verso.

viernes, 21 de febrero de 2014

Cuerdas


Estaba deambulando una vez más por la inmensidad del ciberespacio cuando he encontrado un corto de animación que, según me cuentan, se alzó victorioso en la pasada gala de los Goya. Sin ser yo muy fan del cine y las producciones nacionales, me he animado a verlo. Cuerdas, que así se llama la obra, es una mágica historia de apenas diez minutos que ensalza la amistad y el amor sobre cualquier otra cosa. Una muy emotiva recreación digna de verse. El cuento está escrito y dirigido por Pedro Solís y protagonizado por Nicolás, un chico con parálisis cerebral, y María, su amiga. Si el corto merece la pena verse únicamente por la belleza del mismo, se acrecienta esa sensación al conocer la historia que encierra.

Uno empieza a hacerse una idea de todo lo que se esconde detrás de Cuerdas cuando la animación acaba y el propio director se despide de la audiencia agradeciendo a tres personas en especial todo lo que le han aportado:

"A mi hija Alejandra: Gracias por inspirarme esta historia.
A mi hijo Nicolás: Ojalá nunca me hubieses inspirado esta historia.
A Lola: Por todo lo que no has llorado delante de mi.""

...Y es en ese momento cuando se te hiela el corazón...

Porque en ocasiones la ficción no es tan dura como lo es la realidad. Porque, en efecto, el director narra la historia de su propio hijo, Nicolás, que en la vida real sufre esa parálisis cerebral que lo mantiene pegado a una silla de ruedas sin movilidad alguna. Uno indaga en la existencia de esa familia y se le encoge el alma, se le eriza la piel y al final no puede más que dar gracias de corazón por lo que tiene y, sobre todo y ante todo, enorgullecerse de que haya personas en el mundo como Pedro Solís, su esposa y su familia.

Aquí podéis escuchar una entrevista en la COPE al director.

Ojalá en el mundo hubiera más Marías y más Alejandras, ojalá todos fuéramos tan valientes y excepcionales como Pedro y Lola. Ojalá la vida se respetase como lo hacen ellos y nos quisiéramos la mitad, únicamente la mitad, de lo que esa familia se ama. Ojalá aprendiéramos un poquito más de toda esa gente y menos de la estupidez humana que reina en la sociedad actual. Ojalá pudiera decirles a todos ellos lo orgulloso que me han hecho sentir esta mañana sin ni siquiera conocerles y, por último, ojalá pudiera mandarles todo mi agradecimiento y mi más sincera enhorabuena; porque si algo creo firmemente es que el fin último de cualquier persona es precisamente eso, ser una buena persona, y sabe Dios que esa familia no puede ser más grande. De corazón y desde la distancia, gracias por un cortometraje tan bonito y sobre todo por ser ejemplo para el resto de la humanidad.


PD: Como veréis no he enlazado el corto en esta entrada, el porqué es muy sencillo y lo entenderéis con esta frase del propio director: "Llevo toda la tarde acordándome de los familiares de los señores de Youtube, llevamos 3 días denunciando y no hay manera de quitar el vídeo de la red. Estoy orgulloso de que tanta gente lo haya visto pero si me iba a comprar una silla nueva para mi hijo ya no podré hacerlo".

jueves, 20 de febrero de 2014

La proposición con pósits

Susana llegaba a casa después de un duro y larguísimo día en la oficina. Se había calado hasta los huesos desde la salida de la boca del metro por culpa de una oportuna nube que parecía haber descargado toda la lluvia sobre ella. "Pero bueno, ya se acabó por hoy", pensó.
Sacó el manojo de llaves del bolso en la puerta del portal y la abrió. Allí se encontró con su vecino Norberto, un uruguayo pesadísimo que detestaba y que comenzó a contarle su vida desde la misma entrada hasta el quinto piso donde vivía. Se despidió cortésmente y con una sonrisa forzada avanzó los últimos metros del pasillo hasta su hogar. "Una ducha caliente, cena rápida y me voy a la cama" dijo en voz alta casi sin darse cuenta. Sin embargo, algo la detuvo a pocos centímetros de la puerta. Era una nota escrita sobre un papel rosa que la dejó de piedra.




"Unas pistas he dejado a mi princesa
Tras su día duro y agotador
Si quieres encontrar la sorpresa
Busca rápido en el ordenador"

Se emocionó al instante. Supo enseguida que Santi, su novio, estaba detrás de todo aquello y sonrió. "Por fin una buena noticia, ¿qué será lo que me tiene que decir?" comentó para sus adentros. Abrió la puerta de la casa y ésta le pareció vacía. Intrigada como una niña en la mañana de reyes, dejó su maletín en la entrada y se dirigó rápidamente a la sala donde se encontraba el ordenador.

"Una propuesta trascendente y definida
he de comentarte sin dilación,
una proposición seria, formal y atrevida
y que se encuentra en la habitación"

Se sonrojó. Imaginó qué podría ser aquello tan importante que su novio le tenía que decir y no pudo caer más que en una cosa. Un escalofrío de felicidad recorrió su cuerpo y, por supuesto, siguió en busca de la tercera pista

lunes, 10 de febrero de 2014

28 días

No hace falta más que eso, veintiocho días.

Uno para conocerte, dos para camelarte, el tercero para conquistarte y el cuarto para robarte el primer beso. Lo hago despacio, sin prisa alguna y con la seguridad de que me quedan veinticuatro por delante. Llega el quinto y lo vuelvo a hacer durante veintitantas horas hasta que el sexto aparece por el horizonte haciéndome pensar: "El reloj debe estar roto, me parece que avanza más rápido de la cuenta" Y cuando me he querido dar precisamente eso, cuenta, el primer domingo ya está aquí, ha llegado sin avisar.

Pero no me entretengo demasiado a reflexionar sobre ello, ¿qué es una semana entre el infinito de un amor que no conoce final? y dedico mi octavo día a desnudarte y el noveno, el décimo y el undécimo a memorizar el mapa de tu cuerpo como si mi vida dependiese de ello, como si me fueran a abandonar en aquel terreno inhóspito y dependiese de mi memoria fotográfica la supervivencia de mi ente, tanto físico como espiritual. Doce días han pasado y no dejo que te separes de mí. Te aprieto a mi pecho mientras el segundo fin de semana entra de golpe en nuestras vidas y nosotros, ajenos al mundo, lo dedicamos a pasarlo bajo el edredón de la cama, dejando de lado a una nevada que acecha fuera de él. Nunca creí en San Valentín hasta haber visto la curva de tu espalda, tiene que haber algo superior a nosotros que pueda crear semejante espectáculo, no encuentro otra explicación.


miércoles, 29 de enero de 2014

La magia

La profesora tenía fama de ser una de las más duras, serias e inflexibles de toda la universidad. No tendría más de treinta o treinta y dos años pero ya era toda una eminencia en las aulas por aquella rigurosidad con que impartía las clases. No consentía la impuntualidad, la falta de asistencia, los ruidos o tan siquiera que se bebiese agua. Su melena castaña le llegaba por debajo de los hombros y aunque las primeras arrugas ya se asomaban en su cara, mantenía intacta su belleza, probablemente acentuada por aquel toque mágico que produce en algunas mujeres el desgaste de los años.

El reloj marcaba las nueve en punto cuando aquella señora hizo su entrada en la sala donde medio centenar de alumnos la esperaban. El cielo se había levantado alegre y las nubes brillaban por su ausencia. El sol golpeaba con fuerza ya de buena mañana y las faldas ondeaban como banderas de países desconocidos mecidas por una suave brisa matutina. La mujer saludó al público y éste le contestó desganado.

“Abran el libro por la página trescientos cuarenta y siete” comentó en voz alta antes de comenzar el monólogo de casi hora y media que tenía preparado. En aquella ocasión la magia y las creencias mitológicas antiguas copaban la lección y ella, mujer de ciencias como presumía ser, abordó su soliloquio en tono de sorna y con el convencimiento de que aquellos veinteañeros llegarían a casa aquel mediodía aprendiendo un poco más sobre la vida de verdad, y no de las historias que les habían contado durante años.

“La ciencia existe, la magia no”. Así inició su intervención aquella mujer radiante por fuera y alicaída por dentro, aquel ser frágil que se refugiaba bajo un manto de seguridad inventada pero que se reconcomía por un beso o una caricia. “No busquen varitas mágicas ni chisteras de donde salgan extraños animales” seguía repitiendo una y otra vez, cubriéndose de importancia con cada sílaba que su boca pronunciaba. Y siguió y siguió repitiendo conceptos tan duros como probablemente ciertos, tan crudos como opacos, tan vacuos como tristes; hasta que, de repente, una mano se levantó en la última fila.

 



- ¿Tiene algo que añadir, caballero?” – preguntó sorprendida la profesora
- Sí – respondió un muchacho de ojos claros – creo que no lleva usted razón.

El murmullo se hizo palpable y la asombrada mujer, lejos de molestarse, buscó explicación a esa interrupción.

- ¿Puede explicarse mejor?
- Claro, creo que usted está equivocada. La magia sí que existe y si usted quiere le hago un truco ahora mismo. Ah, y no necesito varita.

Las risas estallaron en la sala como una bomba de relojería e incluso esa mujer taciturna y endiabladamente triste que vagaba por los pasillos mustia y afligida, dejó entrever un amago de sonrisa entre sus labios. Le hizo gracia la situación y casi sin darse cuenta, estalló a reír al compás que marcaban sus alumnos mientras el muchacho seguía de pie, impertérrito y observándola. El bullicio siguió durante casi un minuto que se hizo interminable. La profesora intentaba guardar la compostura ante ese arrebato que su cuerpo le había propiciado por sorpresa y por culpa de aquel joven que ahora le sonreía desde la lejanía. 

- Por favor – interrumpió la maestra – dejemos que nuestro amigo haga ese truco que nos ha prometido – dijo intentando calmarse e intrigada por la promesa.
- Ya lo he hecho, señora. La hemos visto reír después de casi ocho meses. No creo que haya una prueba más fehaciente de que la magia existe que esa sonrisa que nos acaba de regalar. Puede usted seguir con la lección.

viernes, 24 de enero de 2014

El cornudo agradecido

Hace ya tiempo que me acuesto cada noche con la certeza casi incorruptible de que este país, antes llamado España, no me puede sorprender más. Sin embargo, lo hace... no sé cómo leches lo consigue, pero vamos que si lo hace. 
Ayer se conoció, o al menos parece que comienza a conocerse, un nuevo escándalo en uno de los sectores más ruines, mafiosos, delictivos y ennegrecidos de cuantos generan ingresos en la nación, el fútbol. Con la dimisión de Sandro Rosell, presidente del FC Barcelona, parece que comienza a aclararse el que probablemente sea el fraude deportivo más grande de la última década y que llevará a la luz, casi con total seguridad, al fichaje más caro de la historia, tapado por otro lado, de manera bochornosa y totalmente ilegal.

La compra de Neymar por el Barça tiene pinta de que podría casi triplicar el valor de las cifras oficiales y, que casi con total seguridad, las doblará. Se habla ya de cien millones de euros de coste y algunos periodistas como Eduardo Inda llegan a asegurar que la operación se cerró en torno a los ciento cincuenta. Sin pruebas y únicamente con testimonios es difícil afrmarlo, pero parece que, efectivamente, los cincuenta y siete oficiales están muy lejos de ser los reales. Igualmente habrá que esperar.

Como iba diciendo, mi discernimiento se basa hoy en dos puntos diferenciados y que tratará a continuación. En primer lugar hablaré de porqué pienso que se ha escondido esas cifras y posteriormente afrontaré la parte más bochornosa del tema en cuestión. Comencemos.


Muchos pensarán que el club catalán ha tergiversado descaradamente las cifras del coste de Neymar porque detrás de ellas se esconde una práctica muy común en este país, las comisiones y los pagos en B. Es decir, lo que realmente pueden ser cien millones, decimos que han sido cincuenta y el resto nos lo repartimos entre los señores trajeados a costa de nuestros socios. Vamos, el pan nuestro de cada día. Sin embargo y sin querer quitar potestad a esta primera suposición, yo veo algo más en todo este escándalo y que se reduce a un discurso inventado y estúpido que el propio club blaugrana viene contándonos desde hace lustros. ¿Cómo el equipo de la cantera y los valores se va a gastar cien millones de euros en un jugador? ¿Cómo la ciudad de Barcelona, con su señor obispo a la cabeza, va a permitir tamaña ofensa a una sociedad en crisis? ¿Cómo vamos a meterle en la cabeza a nuestros ya aborregados seguidores una mentira tan gorda? Volvemos una vez más a esa estupidez supina y, por desgracia muy común, que se baña en la demagogia y no entiende, porque no le da las luces para entenderlo, que las cifras millonarias de un futbolista se pagan en el noventa y nueve por ciento de los casos porque se recuperan con creces después. ¿Creen ustedes que Florentino Pérez pagaría noventa y un millones de euros por un galés si no supiese a ciencia cierta que los va a recuperar? ¿Creen ustedes que si al presidente del Madrid Neymar le salía por ciento cincuenta millones al Barça le habrá costado la tercera parte? *

El segundo punto de esta reflexión mañanera deja un poco de lado a la entidad ahora presidida por Josep Maria Bartomeu (veremos hasta cuándo) para centrarse en la masa, en la plebe, en el conjunto de la ciudadanía. Retomando el hilo del inicio de este texto, parecía que este país no podía sorprenderme más. Después de ver un corrillo de analfabetos aplaudiendo a un probado estafador de la hacienda pública (sí, de tu dinero y del mío) pensaba que no podía encontrar un foco de mediocridad mayor en éste, mi querido país. Pero una vez más lo subestimaba demasiado. Y es que hoy, el día después de que la trama de engaño salte de una vez por los aires, veo cómo cientos de catalanes y seguidores del club, vitorean a su ya ex presidente y culpan a la justicia (y al Madrid, cómo no) de una especie de campaña en su contra. Es decir, no sólo no están enfadados con el ladrón, sino que se cabrean con el policía que ha descubierto que les robaba. El acabose.
Yo me imagino a un señor que llega cansado después de una dura jornada laboral a casa y se encuentra a su señora esposa en la cama con un famoso actor hollywoodiense y, cuando los encuentra en pleno acto amatorio, se para en seco, corre hacia la cocina y vuelve con amplia sonrisa, blog de notas y bolígrafo en mano, a que le firme un autógrafo.

En fin, de nuevo y muy tristemente para todos nosotros se cumple mi ya celebérrima frase (tengo que patentarla antes de que me la quiten) de que en esta España pútrida "nos merecemos todo lo malo que nos pase".

*Nota: La moraleja de todo este asunto os la resumo en este tuit que publiqué anoche.


miércoles, 22 de enero de 2014

Batkid

En EEUU (sí, allí... dónde si no) hay una plataforma/programa que se encarga de cumplir los deseos de niños con enfermedades graves (Podéis ver la página web de la fundación Make a Whis aquí). Uno de esos chavales tenía una ilusión muy particular, convertirse por un día en Batman. Y a veces, muy de vez en cuando, los deseos se cumplen... y a él le ayudaron a cumplirlo. Mágico.


martes, 14 de enero de 2014

La previa del beso

De todos los momentos maravillosos que nos regala la vida, la previa del primer beso ocupa, sin duda, un espacio especial en el pódium. No habló del beso en sí, de ese primer contacto entre los labios de una pareja que, tras mucho desearlo, consigue unirse por fin en el acto de cariño más universal que se conoce. Yo vengo a ahondar en el momento preliminar, en ese instante de incertidumbre anterior en el que te encuentras a poco más de cinco centímetros de su boca y sabes al noventa y nueve por ciento que sí, que la vas a besar. Sin embargo, ese segundo encierra en sí mismo un ínfimo porcentaje de fracaso, una leve posibilidad de error en lo que parece un trabajo concluído, que lo hace tan especial. Y ahí, sin duda, reside todo su encanto... en el temor a fallar.


Porque el hombre necesitan de la duda y el miedo como del comer, por eso ese instante emociona tanto. Ahí te encuentras, cientos de miles de palabras después, con una mujer al borde del abismo que la separa de la ensoñación y el engaño que tú le has creado entre copas y verborrea, del punto en que decide que no, que no está preparada, que es tarde o que está cansada. Puedes ver la meta a lo lejos y la línea de fondo acercándose más y más, pero todavía existe riesgo de que tropieces y caigas. Un movimiento brusco, y ella puede asustarse como un cervatillo al escuchar el sonido de una escopeta; demasiado lento y, quizá, le dé tiempo a reaccionar ante tus patrañas. Ojalá existiera una licenciatura para ese breve periodo de tiempo, tendría, a buen seguro, mucha más utilidad que la de periodismo.

Pero volvamos a lo que nos acontece. 

Como decía: allí la tienes, frente a ti, parcialmente ruborizada porque has conseguido que llegue a una situación que ella probablemente ni se imaginaba. Y sí, parece que también lo desea. Comienzan las caricias, las miradas y los susurros (pocas cosas hay más maravillosas que un susurro existen en el mundo) y, poco a poco, te acercas a ella. Sus ojos te miran y una media sonrisa se dibuja en su cara. La red está echada y ahora, por desgracia, sólo queda rezar. Pero nadie sabe por qué, un ángel de ese calibre no huye despavorido, sino que se queda quieto esperando tus labios y, no contenta con eso, los recibe de buena gana y les devuelve el beso. Su mano se pierde por detrás de tu cabeza y comienza a acariciarte el pelo con suavidad. Ahí comienza el ósculo como tal, ese gesto del que tantos libros se han escrito y que tan merecidamente ha sido llevado a la gloria por poetas mucho más doctos que yo. Pero hoy, en esta fría noche de invierno que ya se aproxima a su fin, quise dejar constancia de uno de los grandes olvidados por la literatura mundial y que merecía un homenaje. Y es que, amigos, sólo hay una cosa mejor que el instante previo al primer beso: todos los que vienen después.

martes, 7 de enero de 2014

El denostado Balón de Oro

Cada año por estas fechas el debate de lo deportivo cae en un ostracismo tristemente habitual, aburridamente repetitivo y totalmente improductivo. Las grandes ligas y las primeras potencias futbolísticas vuelven cada invierno a la misma disputa, a esa pelea encarnizada por ver quién se lleva uno de los galardones más subjetivos y faltos de rigor que se otorgan a nivel individual en el terreno deportivo, el Balón de Oro. 


Desde principios de noviembre hasta comienzos del mes de febrero (en algunos casos antes y en otros también después) las tertulias vuelven de nuevo a dirigirse a analizar quién es el favorito para conseguir la presea, por qué lo ha merecido y en qué debemos basarnos para dirimir tamaña cuestión. Por si fuera poco con esta repetición de conceptos, en los últimos años casi siempre han estado presentes también los mismos candidatos, cosa que, si cabe, hace aún más cansina la cuestión.
Hablar del Balón de Oro es referirse a un premio votado por corresponsales de France fútbol (hasta 2009), capitanes y seleccionadores nacionales. Es hablar de una condecoración parcial y subjetiva nacida del criterio de tres ramas importantes del mundo balompédico que, sin embargo, no basan en la mayoría de los casos sus votaciones en juicios palpables y rigurosos como veremos a continuación. Describir al citado galardón viene a querer otorgar propiedad a un premio intangible, seriedad a una retribución politizada y mérito a una compensación que premia algo tan personal, individual y si me apuran imposible, como es querer averiguar quién es el mejor jugador del planeta.
Por todo esto, existe una serie de hechos que demuestran o al menos ponen sobre la mesa que el citado premio se fundamenta en unos cimientos que impiden que sea tomado con la seriedad que la Federación Internacional de Fútbol Amateur (FIFA) quiere y desea transmitir:

1- Ausencia de criterios claros y concisos para la elección: No existe en la actualidad criterio alguno basado en números, hechos o datos rigurosos por el que los votantes del Balón de oro puedan otorgar sus puntuaciones. Bien es cierto que la organización apremia a los electores a fijarse en una serie de actuaciones personales antes de emitir su voto. La FIFA habla de méritos basados en la clase del jugador, su carrera profesional y la personalidad y carisma que posee, lo que lleva a preguntarse, ¿cómo se mide la clase de un jugador y en qué se diferencia la personalidad de uno u otro? ¿Cómo diferenciar la calidad de Messi o Cristiano Ronaldo? ¿En qué basarse para tomar esa decisión? ¿Cómo un capitán o un seleccionador puede fundamentar racionalmente su voto para elegir el carisma y la personalidad de un futbolista? ¿Cómo se calcula eso? ¿Es acaso mejor el temperamento de Ribery que el de Neymar? ¿En qué nos basamos para afirmarlo?

En efecto, la FIFA busca una medición insostenible, virtudes que nada que tienen que ver con la decisión final de lo que se vota y el por qué se vota. ¿Acaso el carisma influye en que un jugador sea mejor o peor dentro del campo? Por eso, de todas las premisas en las que la federación hace hincapié, únicamente podríamos tomar la de resultados obtenidos individual y colectivamente durante el año, como la mínimamente palpable y medible. Ahí sí se pueden comenzar a solventar objetivamente (más o menos) puntuaciones, pero ¿es eso justo?, en opinión de quien les escribe, no. El porqué de mi razonamiento es simple aunque la conclusión desprestigia por completo el fin último del premio: es muy difícil medir el mérito individual en razón a una colectividad. Si por la unión de méritos colectivos se ha de repartir el galardón no sigan ustedes leyendo, dénselo a Frank Ribery este año, nadie merece más el Balón de Oro que alguien que ha conseguido los tres títulos más importantes a los que aspiraba. Sin embargo, ¿es mejor jugador el francés que los otros dos grandes favoritos a llevárselo? Efectivamente, de nuevo llegamos a la conclusión final de que no es posible comprobarlo, ni mucho menos y, en el caso de que así fuera, la respuesta sería un rotundo no.

viernes, 3 de enero de 2014

Noche de reyes

Los nervios lo atenazaban como si de un muchacho de cinco años se tratase. Entró en la casa sabiendo que su regalo lo esperaba en la habitación, a oscuras y sin hacer ruido. Anduvo por los pasillos intrigado con la sorpresa que le aguardaba pocos metros más allá y permaneció callado a la espera de que alguien o algo produjese el primer atisbo de sonido. No ocurrió nada.

Se encontraba en el umbral, la puerta permanecía entreabierta y la luz roja producida por el brillo de un viejo radiador abrillantaba el ambiente. Sin más dilación abrió la puerta y, por fin, la vio. Estaba de pie junto a la cama, envuelta en un papel de regalo a modo de fina lencería color azabache. Su cuerpo se transparentaba entre esa tela fina y delicada y dejaba entrever las curvas de su anatomía. Su melena morena caía por sus hombros y sus ojos, verdes como la turmalina más pura, se clavaban, lascivos, en los suyos. Al verlo entrar se tumbó en la cama y esperó a que aquel muchacho tiritante se atreviese a abrir el presente que en esa noche de reyes el mundo se había conjurado para obsequiarle. Él se acercó poco a poco hasta que se hubo puesto frente a ella y comenzó, con más maña que fuerza, a desliar aquel lazo que ataba su refinado atuendo y que no tardó mucho tiempo en desliarse. Bajo el papel cuché de ese pecaminoso regalo, se abrió un cuerpo que se estremeció cuando los dedos de aquel curioso hombre comenzaron a explorar cada poro de su piel. Y ahí, en aquel preciso instante, quedaron desterrados los demás presentes, y la Navidad tocó a su fin recordando más a una tarde calurosa de julio que al frío gélido que resoplaba tras una ventana sudorosa y empañada a causa de dos amantes que comenzaron prestos a disfrutar como niños malos de los regalos que los reyes magos les habían dejado creyendo que se habían portado muy bien.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Mi carta al 2014

Querido 2014:

Ya casi te veo asomar por la esquina, queda poco para que estés aquí con nosotros, para que comience tu reinado de 365 días, de 8760 horas, 525600 minutos y no sé cuántos segundos más. Nos encontraremos en una noche de uvas y cava y nos despediremos meses después comiendo y bebiendo lo mismo. Entre medias vendrán días de tristeza y alegría, de lágrimas y sonrisas, de frío y calor, de noches en vela y sueños profundos... Todo eso lo viviremos tú y yo junto con tantas personas que seguramente también querrán pedirte mil y una cosas. Hoy, si me permites, tomo la palabra yo y ahí va mi lista de deseos.

Lo primero que me gustaría es que mejoraras el reinado de tu predecesor, que recordemos tu legado como el del año que la crisis comenzó a quedar atrás, el del que todos encontramos trabajo y de nuevo el país comenzó a ver la luz al final del túnel. Que los que peor lo pasan por una vez sean los que más sonrían, que nadie vuelva a tener necesidad y el hambre sólo sea una palabra que se utilice en las frases que acaben en ‘de ti’ o ‘de tus besos’, nunca en otra cosa. Te pido, en un acto de egoísmo patente, por mí y, sobre todo, por los míos. Que no les falten besos y caricias, días de esos en los que te duele la barriga de tanto reír; salud, muchísima salud, jornadas de libros y buen cine, conversaciones con amigos y alguna que otra lágrima de emoción y ternura. Que haya momentos malos, por supuesto, porque sin ellos los buenos que has de traer no serán tan memorables como te pido que sean. Que el 2014 sea recordado dentro de medio siglo por todos nosotros como el año en que cumplimos ese sueño o encontramos al amor de nuestra vida, que te recuerden más por lo bueno que por lo malo, aunque traigas en tu zurrón ambas cosas.

Te pido por los que no están, por los que se fueron y nos dejaron con el recuerdo y, sobre todo, te imploro fuerzas para sus familiares y amigos que tanto los echamos de menos.  Te pido la décima por todos nosotros y sobre todo por Juanan, ese chico que jamás conocí pero que tanto creía conocer y que te llevaste en aquel terrible accidente de Santiago que tanto daño hizo a España y a Galicia. Y si puede ser que la levanten entre Xabi y Arbeloa abrazados en la capital de Portugal. Eso sería, con perdón de la expresión, la sacada del año.


Me gustaría que nos trajeras a todos un beso más de los que hemos dado en este 2013 y diez mil más de los que nos dieron. Un país que no se avergüence de serlo, una clase política alejada de la inmundicia y un mundo un poco menos indecoroso. Sí, lo sé, a veces pido demasiado… pero oye, es de lo poco gratis que queda, que no digan que no lo intenté.

Quiero la felicidad máxima para ella, que no le falte jamás de nada aunque yo no se lo pueda dar, el mayor de los éxitos para todos mis amigos, que el mundo sea sólo una palabra y no una distancia insalvable. Que se casen en bodas bajo cielos azules como el mar, que bebamos por su salud y por ese amor verdadero de cuento de hadas que parece haber desaparecido pero que yo sé que existe, porque no me imagino una vida sin querer tanto que duela y que te duela tanto querer que no puedas anhelar otra cosa en tu vida. Que amemos mucho más cada día y que nos amen aquellos que nosotros amamos… y los que no, también.
Te pido más veces de migas y de amigos, de paella y de ella, de partidos en abierto y de viajes, de kilómetros de distancia y que la distancia nunca me separe de tantos que se tuvieron que ir y que extraño cada día. Te pido botellas de champagne descorchándose y serpentina de colores zigzagueando por el cielo, vestidos blancos y faldas largas, días de sol y calor y de lluvia y manta, de cuerpos desnudos y jerséis de cuello vuelto, de viajes a Madrid y partidos del Madrí, de música en los oídos y gemidos en la oreja, de tanto bueno por vivir que queramos que el siguiente día comience ya, y también que las noches no terminen nunca.

Sé que es mucho, pero lo que te decía antes, por pedir que no quede. A ti y a tu buena voluntad os dejo la potestad de elegir qué vais a traernos, cuándo y cómo lo vais a hacer. Yo te dejo mi carta y te agradezco por anticipado lo bueno y lo malo que vaya a venir, sólo me gustaría que lo que sea, sea con los míos, juntos a ellos siempre todo se verá más blanco, de eso no me cabe duda. Feliz año, querido, nos vemos pronto.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Once del doce del trece

Un día cualquiera, dos ojos abiertos, tres besos que van de mi boca a la tuya antes de que te consiga despertar. Cuatro caricias con mis cinco sentidos aguardando el poder disfrutar de esos seis minutos que tardas en volver al mundo de los vivos cada uno de los siete días de la semana. Sea lunes o martes, sábado o domingo.
Ocho grados en la calle y los nueve planetas del sistema solar alineados para que hoy, a las diez de la mañana, caiga en la cuenta de que estamos a once del doce del trece, un día muy especial. Ni catorce de febrero ni quince de agosto, un nuevo amanecer que nada tiene que envidiar a los demás y que se despierta con frío en el aire y cielo nublado. Dieciséis onzas de mi acuario para tu libra, diecisiete números primos repletos de pasión; la película que comienza sólo está autorizada para mayores de dieciocho años y alguno con diecinueve debería taparse los ojos en más de una escena. Luego dicen que no aviso.
Veinte los tuyos, veintiuno los míos, veintidós los patitos del estanque que hoy no visitaremos, ni mañana, Dios mediante, tampoco. El veintitrés me lo salto y me voy al veinticuatro que son las horas del día que está por empezar. Que siga el reloj contando minutos, el calendario pasando los días, los mayas vacilando con promesas que nunca cumplieron y el mundo no pare de rotar. Yo me quedo aquí perdiendo la cuenta de los millones de besos que me quedan por dar. Y sí, todos y cada uno de ellos, no te quepa duda que son para ti.

lunes, 9 de diciembre de 2013

El otro Bond

Hay otro James Bond más allá del de los coches de lujo y las peleas constantes. Aquí vemos la situación, Eva lo intenta, pero se ve sobrepasada por el bueno de Daniel.


lunes, 2 de diciembre de 2013

Aquí está la Navidad

Un año más, y ya van dos mil y pico... ya está aquí la Navidad. 

Con el frío que acostumbra y la ilusión que desprende, viene a nuestra España querida a evadirnos por unos días del miedo, la vergüenza y la crisis; o por lo menos a intentarlo.
Llega con sus cenas en familia donde siempre sobra comida aunque no se tenga para comer. De nuevo mesas repletas de agasajos especialmente guardados para estas fechas, para compartir con el prójimo aunque no haya para uno mismo. La Navidad es eso: dar a los demás quitándose lo propio.
Y que dure muchos años más.

Otra vez se ven asomar por la esquina esos días de calles aglomeradas y programaciones televisivas especiales, de discursos de reyes y carrillones que caen, de racimos y turrones, bombones y sobrevaloradísimos mazapanes. Días de amigos y alcohol, de kilos de más y dinero de menos, de desprender cariño y regalar amor a los que nos lo devuelven y también a los que no. Una época donde hay que dejar de lado el desprecio que se tienen más que merecido aquellos que nos gobiernan pues no valen tanto como para que nos acordemos de ellos durante estos días. Háganme caso.

Ya están aquí los días de loterías y suertes, de castañas y brasero, de sayas y jerséis de cuello vuelto, de frío corporal y calor sentimental. La Navidad trae eso, y mucho más.

También nos trae anuncios indecorosos con cantantes que se enfundan varios miles de euros de nuestro bolsillo. Tantas manifestaciones por tantas causas distintas y aún no ha habido ninguna para que vuelva el calvo de la lotería. Vaya país tenemos, la madre que nos parió.
Sin calvo pero con los cansinos de turno que vuelven a recordar una vez más que todo esto es "un periodo consumista, lleno de falsedad y bla bla bla". Lo hacen, eso sí, con su bolsa de El Corte Inglés en la mano y su bufanda de marca tapando esas sensibles gargantas, no vaya y se les acabe la voz y no podamos oír sus gilipolleces repetitivas.

Puerta del Sol de Madrid

De nuevo, compromisos que no se cumplen y promesas que se evaporan, pero me gusta pensar que por cada nueve de los primeros siempre hay uno que sí, que deja de fumar, planta un árbol o da la vuelta al mundo, y ese, bien lo sabe Dios, vale cien veces más que los otros. 
Es la época de la generosidad, de las San Silvestres y los maratones televisivos, esos que se superan una y otra vez para conseguir fondos para las grandes causas, para los pequeños que no tienen nada. Eso sí enorgullece a cualquiera, la solidaridad española, porque si algo tiene bueno este país es que somos los más generosos del mundo. 

Vuelve el repaso al año que se va y la carta de amor al que está a punto de llegar. Epístolas a Papá Noel y a los Reyes Magos (hay que ver qué educados nos ponemos cuando tenemos que pedir). 
Y después, niños sonriendo en los parques con sus juguetes nuevos, ataviados hasta las orejas con ropajes más típicos de Siberia que del Mediterráneo ibérico. Mientras, a lo lejos, sin quitarles el ojo de encima, un padre amenazado de muerte con que "no se te constipe el nene" aguarda a que caiga rendido y pueda volver a casa a ver el fútbol de una vez.

Ya están aquí las luces en las calles, la alegría en la gente, la buena voluntad y el abrazo del que se tuvo que ir y regresa a su hogar. Ese beso materno en el umbral de la puerta o en la terminal de llegadas de cualquier aeropuerto es un poema en potencia, un milagro digno de plasmar en papel. Únicamente por eso ya valen la pena estas fechas. Pero hay más, mucho más. 
El cava y el anuncio de Freixenet, la capa de Ramontxu en la Puerta del Sol que tanto se extraña junto con el programa de Cruz y Raya previo. Las nueces de Macadamia, los gorros de papá Noel y los copos de nieve; las partidas de trivial, los abetos, sus bolas y los belenes repletos de figuritas destrozadas por los años (y por los niños). El aura especial de una época sin igual, los abrazos con la boca llena de uva y los besos de amor, porque si algo sobra en esta época es eso, mucho mucho amor.

Y seguramente lleven razón aquellos que tachan de efímeras y demagogas estas fiestas y sus propósitos. "Eso hay que hacerlo todos los días, y no sólo en Navidad" se hartan de comentar. Sí, de acuerdo, pero prefiero reír, comer, beber y besar durante estas fechas a no hacerlo jamás, así que dejad de tocar las narices y de joder la marrana.

Salgan a la calle y díganle a todo el mundo que van a ser felices, que la Navidad ha conseguido que olvidemos esa afrenta pasada o ese pequeño enfado; que lo sentimos y que nos morimos por tenerlos otra vez a nuestro lado. Digan mucho 'te quiero', siempre que sea verdad, claro; y no olviden que yo, desde la lejanía de unas líneas en el ciberespacio, también los quiero... mucho.

Feliz Navidad a todos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

La princesa que nos merecemos

Mi escrito de hoy no versa sobre doña Letizia o Leonor aunque muchos puedan pensarlo así leyendo el título que lo encabeza. La princesa de la que hablo en esta ocasión no cumple los cánones habituales, no tiene corona o cetro y tampoco corre por sus venas sangre azul. Ella ha sido elegida en el cargo por la población de éste, nuestro querido país, y llevada en volandas hasta su trono de oro y mediocridad, de rubíes y piedras preciosas, de marfil y un tufillo a pueblo bananero que echar para atrás. La princesa de mi cuento tiene nombres y apellidos y me ha venido hoy a la memoria a raíz de esta noticia que pueden ustedes leer en los medios más importantes del país. En efecto, Belén Esteban me ha suscitado este relato en el que trataré de poner en evidencia una vez más todo lo que ya he dicho hasta la saciedad pero que, sin embargo, no deja de sorprenderme con cada nuevo amanecer. 

 Colas en Sol para la firma de ejemplares de Belén Esteban

En ocasiones tendemos a culpar de las desgracias al ajeno y no miramos en nuestro ojo la viga de hormigón que lo atraviesa. Eso es algo muy español, muy nuestro. Decía Ortega y Gasset que "no se puede hablar de decadencia española en sentido estricto, porque para decaer hay que caer desde algún sitio" y en días como hoy, no podemos más que darle la razón.
Cuando uno se despierta con una Puerta del Sol abarrotada de efusivos fans esperando la firma de un libro de Belén Esteban, le quedan pocas fuerzas para seguir luchando. Partiendo de la base de que no puedo, por mucho que lo intento, encontrar algo más incoherente que un libro firmado por La Princesa del pueblo, me llena de pesar y resquemor ver a compatriotas míos, gente que luce el escudo de mi nación en su carné de identidad, elevando a los altares al culmen de la indecencia, al bastión de la vulgaridad, la adalid de la decadencia de un país lánguido y ramplón, triste y en coma profundo. 

Cada mañana, los bares y las cafeterías de España vuelven a llenarse de caóticos y quejicas que encuentran en los estamentos más altos el punto de mira donde señalizar la causa de la situación que vivimos. Políticos, banqueros, abogados, periodistas y un largo etcétera de sabandijas pusilánimes que nos han desangradado durante lustros y que ahora, con seis millones de parados y una crisis como nunca antes se vio en la democracia, siguen haciéndolo ante el lamento del español medio, ante la estúpida manía de llorar sin hacer absolutamente nada. Pero ellos, amigos, no tienen la culpa.

No seré yo el que defienda a esa gente, probablemente los habré criticado tanto como ustedes, pero no son los culpables, dejémonos de engañifas. En un país que va tan mal como el nuestro no podemos caer en la simpleza de culpar a los demás sin mirarnos el ombligo. Una nación con catorce ediciones de Gran hermano y con una cola que da la vuelta a la esquina para que Belén Esteban te firme su libro no puede ir bien de ninguna de las maneras. La clase media, usted y yo, nuestros primos y amigos, nuestros padres e hijos, son los culpables finales de vivir en el país de la ignorancia y la ignominia, de Telecinco y Sálvame, del odio al libro y amor a la televisión pueril y burda; la España que está a la cola en educación y que se enorgullece de ello. Nosotros somos los culpables, usted y yo. Y podremos caer en la tentación de refugiarnos en que "no nos educan en el colegio y nos ponen abono en la televisión" con toda la razón del mundo, pero eso es lo que anhelan, reinar sobre una población de incultos y atrasados, porque un país instruido no permite que se le vapulee mientras que un país comandado por la reina de lo burdo no puede más que acatar lo que desde arriba se le ordena.

España vive regida por una señora cuyo mérito principal ha sido dar el braguetazo del siglo y cuyo ejército de mezquindad y bajeza la ha catapultado a la gloria a razón de más de un millón de euros anuales. Esa mujer de modales de trapo y educación de plastilina es nuestra tercera fuerza política y de ahí en adelante cualquier atisbo de sollozo debe desaparecer.
Vuelvo a hacer hincapié en la frase que repito en cada tertulia de café o cerveza, en cada sábado de lamento y discusión, ese "nos merecemos todo lo malo que nos pase" que ya se me atribuye casi sin yo quererlo. Y cuando digo ‘todo’, me refiero a ‘todo’, sin exclusión alguna, sin más que agachar la cabeza y saber que la culpa de que estemos gobernados por una clase política corrupta es nuestra, porque el reflejo de una sociedad se ve en su gente y si tenemos unos políticos de mierda, unos abogados de mierda, unos jueces de mierda, una educación de mierda y unos medios de comunicación de mierda, habrá que ir asimilando que sí, que por desgracia, nosotros también somos una sociedad de mierda.

jueves, 21 de noviembre de 2013

La chica que bailaba sobre una baldosa

La barra de la discoteca volvía a ser su refugio, el aroma del whisky barato, su compañero; y la certeza de una nueva resaca mañanera, su futuro más inmediato. Allí estaba una vez más, sentado sobre un taburete de hierro color carmesí, recostado sobre el respaldo y perdiéndose en el infinito universo de sus pensamientos mientras miraba fijamente el vaso que tenía delante. 

Entonces despertó.

Su mirada se volvió hacia la pista de baile donde una veintena de adolescentes se perdían en pantomimas y cuchicheos, ahogados por el sonido de una música estridente que detestaba como al invierno, las alcachofas o el olor a plástico quemado. 
Se enjuagó los labios en el amargor del whisky con hielo y notó recorría, centímetro a centímetro, todo su aparato digestivo antes de morir en su estómago. Se desabotonó otro botón de la camisa a cuadros y se preguntó, una vez más, qué diantres hacía allí.

Anduvo un par de metros con su inseparable acompañante de cristal mientras sus miradas no se desviaban del centro de aquel recinto cutre que se iluminaba con cada ráfaga de luz artificial que el signo de la música motivaba. Como ellos, otros muchos hombres buscaban allí una bonita mujer que cortejar o, simplemente, una bella vista que admirar, porque todo el mundo sabe que los hombres no salimos para bailar hasta el amanecer, sino para conseguir que una mujer baile con nosotros en la cama hasta que amanezca.

Entonces la vio. Estaba apartada del eje del barullo y del bullicio de las quinceañeras. Se encontraba junto a una amiga separada de todo eso, escondida tras una columna intentando salvaguardar su belleza de tantos indignos poseedores porque sí, todo hay que decirlo, era preciosa. 

Su melena castaña caía sobre los hombros y sus ojos se perdían en el vacío como los de aquel chico lo habían hecho poco antes. Su cuerpo se levantaba sobre unos tacones beis que hacían juego con su atuendo. A diferencia de las muchachas que se agitaban de un lado a otro con movimientos bruscos y toscos, ella casi parecía no moverse. Su danza era mucho menos sentida, mucho menos artificial. Su pista de baile apenas superaba los veinte centímetros cuadrados de una baldosa a la que parecía haber sido pegada y de la que no se movía más que por algún leve contoneo y algún sensual movimiento de rodilla. El chico vio que, aunque ella se ocultaba, era el centro de todas las miradas.
Lejos quedaban ya los movimientos pomposos de sus competidoras aquella noche, lejos incluso la singular belleza de su amiga, que también atraía muchos y muy variados vistazos masculinos. Ella, en esa noche de verano, parecía ser la protagonista absoluta de las fantasías de media docena de hombres. El chico no los culpaba, más bien los entendía.

Su contoneo se mecía como una barcaza en noche de tenue marejadilla, sus caderas subían apenas unos centímetros y se despeñaban después con delicadeza hacia abajo, como la caída de una pluma acunada por una suave brisa. Sus ojos se entornaban y se volvían abrir despacio, aclimatándose al destello artificial de aquel escondite. Sus pies parecían no moverse, pero lo hacían. Apenas se levantaban un milímetro del suelo, como si toda la fuerza de la gravedad la llevase a no poder hacerlo. Pero lo hacía, ¡y cómo lo hacía! Acariciaba el aire y el aire la acariciaba a ella, y nadie más tenía ese honor, probablemente porque nadie habría tenido el valor suficiente como para acercarse.

El chico se pasó mirándola más de una hora. Sin parpadear sin poder hacer otra cosa que imaginar toda una vida a su lado.El miedo a que esa alucinación desapareciera se hacía más y más patente y no se atrevía a cerrar los ojos por si al abrirlos de nuevo, aquel regalo del cielo hubiese desaparecido.
Pensó en acercarse, simplemente, a darle las gracias por esa visión que le había alegrado la noche, pero no lo hizo. Se limitó a seguir observando, a seguir deleitándose con la belleza de una mujer que rondaba la treintena y que estaba eclipsando sin embargo a cualquiera más joven que ella.
La noche llegó a su fin cuando decidió que sus admiradores ya habían tenido bastante y se marchó. La casualidad o la intempestiva hora, quién sabe, hicieron que con ella se vaciase aquel local penumbroso y alicaído que, por un momento, pareció un lugar mejor, más bonito, mucho más agradable. Ella había conseguido eso, la chica que bailaba sobre una baldosa y no necesitó más espacio para conquistarlos a todos. Eso sí era efectividad en el campo de batalla, lo demás, tonterías.