Allá, a lo lejos, se puede sentir ya el sabor a fiesta en Elche de la Sierra; mi zona, mi pueblo, mi sitio… mi
hogar.
Se atisban a ver guirnaldas y
farolillos adornando las peñas, luces coloridas en las entradas del lugar,
colores chillones en las camisetas y una semana grande para disfrutar.
El olor a cerveza por las calles, adoquines
manchados de vino, alcohol y sal; noches de luces y música, días de duro, tableros y juegos de azar. Sonrisas en cada esquina, pañuelos
rojos y verdes, pantalones cortos, gafas de sol, morenos que se borran y amores
que nunca se van.
Se acerca la semana más esperada
del año, la de las gambas y la caña, la de los encierros y las verbenas, la
del calor humano y las ganas de saltar, la de la noches de dormir poco y los días
de reír sin parar; la fiesta más cálida del año está ahí, si te estiras un poquito,
casi la puedes palpar.
El ambiente por esos lares, me cuentan, se
comienza a engalanar: preparativos de última hora, compras, decoraciones, días
tachados en el calendario de un año que ya casi se nos va. Se nota la inquietud
en el ambiente, el deseo de que comience ya, de pinchar el primer barril de
cerveza o descorchar la primera botella de champagne.
Comienza una semana de esas que,
por un motivo u otro, nunca consigues olvidar.
“¿Te acuerdas aquellas fiestas en
que…?” es una frase que se repite una vez más, porque creo que por eso son
precisamente tan grandes: porque siempre ocurre algo digno de mencionar, algún
suceso que siempre recuerdas, que se te queda grabado a fuego y donde nadie te lo puede borrar. Una tarde llorando de la risa
o una noche haciéndolo de tristeza frente a cualquier bar, el primer beso con
esa chica que tanto te gustaba o la discusión con que la dejaste marchar. Unos
días que son tan intensos que todo puede pasar, sea para bien… o sea para mal.
Se vienen los paseos de local en
local, los bailes intempestivos y en cualquier lugar, la necesidad apremiante
de encontrar unos labios que besar. Sudaderas, chaparrones y noches sin
descansar; sabor a arroces, gazpachos, paellas y fideuás. Litros de café y
whisky corriendo por tus venas, camas aguardando a dos amantes que todavía no
saben que se van a encontrar.
Siete largos días donde todo
puede pasar, ciento sesenta y ocho horas que quieres exprimir, más de
diez mil minutos para disfrutar y un porrón más segundos para secundar el
sentimiento que más importancia cobra en ese espacio de tiempo: la amistad.
Los días grandes de mi pueblo
están por comenzar. En apenas un suspiro nos veremos por las calles, te
saludaré y me saludarás; brindaremos por los que nos encontramos y por los que
se fueron para no volver jamás. Y, cuando queramos darnos cuenta, todo quedará
atrás. Así que no caigas en el error de dejar las horas pasar. Exprime todo
lo que puedas a la gente que tienes y con la que coincidirás. Sonríe, bebe,
come y ama hasta reventar, no dejes que se te vayan los días porque estas, las
fiestas de 2015, ya no van a regresar jamás. Rodéate de quien te quiere
y a esos, los que de verdad lo hacen durante los otros 358 días, no los dejes escapar.