Fonsi es un chaval que se define
a sí mismo como comunista pero que, a la vez, viste con polos de Ralph Lauren. También afirma en su círculo más
cercano que es seguidor incondicional del Real Madrid, pero no se esconde en asegurar que celebró el gol de Iniesta en Standford Bridge en la que fue, a todas
luces, la noche más escandalosa de la última década en el ámbito futbolístico
europeo. Es un muchacho de Cádiz que te saluda con un ‘bona nit’ y que reniega de
la cúpula del periodismo deportivo nacional pero se graba en vídeo
para que lo fichen en El Chiringuito. En definitiva, si hubiera que encontrar
una palabra para definirlo (primero habría que devanarse bien los sesos entre la
multitud que a uno le viene a la cabeza) sería, seguramente, extraño.
Antes de que sigan leyendo esta ya extensa introducción, les recomiendo encarecidamente este texto del
gran Hughes (lo de ‘gran’ se lo asignó Juan Leániz hace poco y creo que lo
merece con creces) sobre Fonsi y Podemos. Un artículo que me ha llevado a mí a
sentarme frente a la pantalla, café en mano, para intentar explayarme en los
conceptos que, de soslayo, remarca Hughes en ABC.
Comencemos pues.
Fonsi Loaiza entró hace tiempo en
la primera plana del panorama tuitero nacional por la polémica que creaban sus
impresiones. Se le conocía por todas esas excentricidades que he comentado al
inicio y muchos lo teníamos ya como un muchacho deseoso de atención que recurría
a las absurdeces para llamarla. Pero, de repente, la cosa fue a más.
No podía haber un partido en que
encontrara mejor cabida Loaiza que Podemos y, sin quererlo ni beberlo, Fonsi
acabó inmerso en un órgano consultivo que parece ya como el futuro ministerio
de deportes de la nación.
Es seguro que esta afirmación es
demasiado directa como para tomarla en serio y, seguramente, no sea tan así, pero
ayer, en la entrevista que José Ramón de la Morena le hizo en El Larguero de la
Cadena SER, las patrañas que el propio Fonsi, ya reconvertido en la voz
cantante del futuro organismo deportivo nacional si Podemos se alzase con el
poder, narraba, han
llevado a que la opinión pública comience a plantearse (más intensamente) si Podemos da cabida
a cualquiera, diga las tonterías que diga.
Nadie le ha dado la voz
autoritaria a Fonsi como para proclamarse líder de ese campo y, seguramente
aconsejado por alguien de más alto mando que él, rehuía ayer esa responsabilidad aunque a mí sí me reconocía pocos días antes en el podcast de Madridismo Subversivo que si el partido de Pablo Iglesias ganaba, él se postularía para un cargo importante a nivel nacional. Sin embargo, las propuestas que ha
llevado a cabo (y que tendrían que aprobarse previamente) sí han causado un
revuelo similar a otras de ámbito político, económico o social que ese partido defiende. A mí, lejos de centrarme en otras que me
interesan menos, me llaman la atención dos: el tope salarial que los equipos de
fútbol deberían poner a sus jugadores y la fijación de un precio máximo de las
entradas en los campos. Hay muchas más, todas ellas discutibles, pero me quedo
con estas dos.
Cuando uno se pone a pensar fríamente
en la situación, se da cuenta de que la democracia podría llevar perfectamente a
Fonsi Loaiza a un escalón de poder donde tendría la posibilidad de intentar (porque jamás lo conseguiría, creo yo) exigirle a la empresa (privada) deportiva más importante del mundo
que delimitase el salario de sus trabajadores así como el tope del precio de
las (sus) entradas para asistir a los (sus) encuentros del (su) equipo. Para
echarse a llorar.
Podemos es un partido que ha
sabido aprovecharse (y lo digo en el buen sentido) de la podredumbre política
que estamos viviendo en nuestro país. Es un grupo que ha traído muy buenas
propuestas en la lucha contra el derroche y la corrupción política pero que,
indudablemente, plantea otras cuestiones tan absurdas como quiméricas, tan radicales como propias de regímenes por suerte hace mucho tiempo desterrados. Podemos
es un partido liderado por un hombre al que yo considero tan extraordinariamente
culto y preparado como burdamente demagogo. Un señor cuyo odio por las élites
económicas ha llevado a vilipendiar el nombre de grandes empresarios de nuestro
país, como el propio presidente del Real Madrid, por el mero hecho de ser eso,
grandes empresarios de nuestro país. Podemos es un partido que se aprovecha de la desesperación
de la gente para mandar mensajes que aúnan consigas demoledoramente ciertas y
aplaudibles con otras tan llenas de rencor y simbología dictatorial que a uno lo hace llevarse las manos a la cabeza. Podemos es un
partido que nació queriendo no pagar la deuda externa, crear un salario
universal y exigiendo el derecho a la autodeterminación de los pueblos que lo
deseen y que ahora se retracta de, al menos, dos de esas tres premisas. En todo esto del deporte, no creo que tarden mucho en hacerlo también.
Podemos es un lugar donde Fonsi
Loaiza cabe y tiene potestad para casi insultar a la afición del Real Madrid intentando decidir desde un chat de Facebook el futuro del club más importante del mundo y, donde a pesar de mensajes que parecen irradiar luz y esperanza,
sólo hay que raspar un poquito para ver que el cofre que parecía de oro es sólo
latón de mala calidad pintado, eso sí, con mucho esmero.
No creo que nadie le haya hecho más daño a Podemos en los casi seis meses que llevan en primera línea de la política como, sin querer, les ha hecho Fonsi en dos días. Ha sido con su tan inestimable como involuntaria ayuda cuando uno ha comenzado a comparar, como bien dice Hughes, las propuestas deportivas con las económicas y a darse cuenta de que unas no están tan alejadas de las otras. No creo que pasen muchas horas más hasta que algún alto cargo del partido se desmarque públicamente del chaval, porque si algo sabe bien el líder supremo es que eso de "que hablen bien o mal de ti, pero que hablen" funciona en todos los ámbitos de la vida menos en la política. Y tener a Fonsi en tu bando no ayuda mucho a que hablen bien de ti.