martes, 11 de noviembre de 2014

El día que Fonsi mató a Podemos... sin querer

Antes de comenzar a desgranar punto a punto las ideas que quiero plasmar en este texto, tendría que iniciar el mismo presentándoles, si todavía no lo conocen, a Fonsi Loaiza.

Fonsi es un chaval que se define a sí mismo como comunista pero que, a la vez, viste con polos de Ralph Lauren. También afirma en su círculo más cercano que es seguidor incondicional del Real Madrid, pero no se esconde en asegurar que celebró el gol de Iniesta en Standford Bridge en la que fue, a todas luces, la noche más escandalosa de la última década en el ámbito futbolístico europeo. Es un muchacho de Cádiz que te saluda con un ‘bona nit’ y que reniega de la cúpula del periodismo deportivo nacional pero se graba en vídeo para que lo fichen en El Chiringuito. En definitiva, si hubiera que encontrar una palabra para definirlo (primero habría que devanarse bien los sesos entre la multitud que a uno le viene a la cabeza) sería, seguramente, extraño.
Antes de que sigan leyendo esta ya extensa introducción, les recomiendo encarecidamente este texto del gran Hughes (lo de ‘gran’ se lo asignó Juan Leániz hace poco y creo que lo merece con creces) sobre Fonsi y Podemos. Un artículo que me ha llevado a mí a sentarme frente a la pantalla, café en mano, para intentar explayarme en los conceptos que, de soslayo, remarca Hughes en ABC.



Comencemos pues.

Fonsi Loaiza entró hace tiempo en la primera plana del panorama tuitero nacional por la polémica que creaban sus impresiones. Se le conocía por todas esas excentricidades que he comentado al inicio y muchos lo teníamos ya como un muchacho deseoso de atención que recurría a las absurdeces para llamarla. Pero, de repente, la cosa fue a más.

No podía haber un partido en que encontrara mejor cabida Loaiza que Podemos y, sin quererlo ni beberlo, Fonsi acabó inmerso en un órgano consultivo que parece ya como el futuro ministerio de deportes de la nación. 
Es seguro que esta afirmación es demasiado directa como para tomarla en serio y, seguramente, no sea tan así, pero ayer, en la entrevista que José Ramón de la Morena le hizo en El Larguero de la Cadena SER, las patrañas que el propio Fonsi, ya reconvertido en la voz cantante del futuro organismo deportivo nacional si Podemos se alzase con el poder, narraba, han llevado a que la opinión pública comience a plantearse (más intensamente) si Podemos da cabida a cualquiera, diga las tonterías que diga.
Nadie le ha dado la voz autoritaria a Fonsi como para proclamarse líder de ese campo y, seguramente aconsejado por alguien de más alto mando que él, rehuía ayer esa responsabilidad aunque a mí sí me reconocía pocos días antes en el podcast de Madridismo Subversivo que si el partido de Pablo Iglesias ganaba, él se postularía para un cargo importante a nivel nacional. Sin embargo, las propuestas que ha llevado a cabo (y que tendrían que aprobarse previamente) sí han causado un revuelo similar a otras de ámbito político, económico o social que ese partido defiende. A mí, lejos de centrarme en otras que me interesan menos, me llaman la atención dos: el tope salarial que los equipos de fútbol deberían poner a sus jugadores y la fijación de un precio máximo de las entradas en los campos. Hay muchas más, todas ellas discutibles, pero me quedo con estas dos.

Cuando uno se pone a pensar fríamente en la situación, se da cuenta de que la democracia podría llevar perfectamente a Fonsi Loaiza a un escalón de poder donde tendría la posibilidad de intentar (porque jamás lo conseguiría, creo yo) exigirle a la empresa (privada) deportiva más importante del mundo que delimitase el salario de sus trabajadores así como el tope del precio de las (sus) entradas para asistir a los (sus) encuentros del (su) equipo. Para echarse a llorar.

Podemos es un partido que ha sabido aprovecharse (y lo digo en el buen sentido) de la podredumbre política que estamos viviendo en nuestro país. Es un grupo que ha traído muy buenas propuestas en la lucha contra el derroche y la corrupción política pero que, indudablemente, plantea otras cuestiones tan absurdas como quiméricas, tan radicales como propias de regímenes por suerte hace mucho tiempo desterrados. Podemos es un partido liderado por un hombre al que yo considero tan extraordinariamente culto y preparado como burdamente demagogo. Un señor cuyo odio por las élites económicas ha llevado a vilipendiar el nombre de grandes empresarios de nuestro país, como el propio presidente del Real Madrid, por el mero hecho de ser eso, grandes empresarios de nuestro país. Podemos es un partido que se aprovecha de la desesperación de la gente para mandar mensajes que aúnan consigas demoledoramente ciertas y aplaudibles con otras tan llenas de rencor y simbología dictatorial que a uno lo hace llevarse las manos a la cabeza. Podemos es un partido que nació queriendo no pagar la deuda externa, crear un salario universal y exigiendo el derecho a la autodeterminación de los pueblos que lo deseen y que ahora se retracta de, al menos, dos de esas tres premisas. En todo esto del deporte, no creo que tarden mucho en hacerlo también.
Podemos es un lugar donde Fonsi Loaiza cabe y tiene potestad para casi insultar a la afición del Real Madrid intentando decidir desde un chat de Facebook el futuro del club más importante del mundo y, donde a pesar de mensajes que parecen irradiar luz y esperanza, sólo hay que raspar un poquito para ver que el cofre que parecía de oro es sólo latón de mala calidad pintado, eso sí, con mucho esmero. 

No creo que nadie le haya hecho más daño a Podemos en los casi seis meses que llevan en primera línea de la política como, sin querer, les ha hecho Fonsi en dos días. Ha sido con su tan inestimable como involuntaria ayuda cuando uno ha comenzado a comparar, como bien dice Hughes, las propuestas deportivas con las económicas y a darse cuenta de que unas no están tan alejadas de las otras. No creo que pasen muchas horas más hasta que algún alto cargo del partido se desmarque públicamente del chaval, porque si algo sabe bien el líder supremo es que eso de "que hablen bien o mal de ti, pero que hablen" funciona en todos los ámbitos de la vida menos en la política. Y tener a Fonsi en tu bando no ayuda mucho a que hablen bien de ti.