Durante muchos años he sufrido en silencio, cual hemorroide, el terrible castigo de tener que repetir, e incluso deletrear, mi nombre cada vez que tenía que hacer algún documento oficial (muchas otras veces mandar cambiarlo, en el carnet de conducir, por ejemplo). No sé que grave pecado cometí en la vida anterior, pero lo he pagado con creces en ésta. Debe ser una tortura de los dioses griegos, que esos eran mu joputas y se descojonaban de la gente puteándoles de por vida
Me han llamado Antonio de la Mora (http://www.abc.es/hemeroteca/historico-29-10-2007/abc/Opinion/cartas-al-director_1641242673913.html)
Antolino
Antoñito
Tonino
Antón etc. etc.
Y ya cuando creía que a mi padre y a mi no se nos podía llamar de otra manera distinta a las que ya había oído en mis 22 años, voy el otro día al Ikea a por un espejo y veo esto:

Antonido de Mora
Efectivamente, me quedan todavía mucho que ver y oír en mi vida