Roberto y sus amigos
entraron a la cafetería del pueblo. Aquella tarde, el chico decidió pedir un
vaso de leche bien fresquito y unas tortitas con chocolate. Se sentaron donde
habitualmente acostumbraban y encargaron su pedido. A los pocos minutos, una pareja
entró en el establecimiento. Él era alto y musculoso, vestía una chupa de
cuero, una camiseta negra y tenía un pendiente en cada oreja. Ella,
probablemente su novia, era preciosa, sin más calificativos que ese. Tenía un
pelo lacio, largo y castaño y una mirada deslumbrante en disconformidad con una
expresión alicaída y melancólica. La pareja se sentó justo en la mesa de al
lado de donde ellos estaban, a esperar que les sirvieran.
Roberto y sus amigos
comenzaron a gastar bromas y a recopilar las historias de siempre, esas que
nunca se cansaban de recordar en las ocasiones que conseguían reunirse. El
chico vio como el novio de aquella preciosa mujer los miraba con odio y
aspereza. Parecía como si le incomodase sus risas. Roberto comentó a sus amigos
que debían bajar un poco el tono, que estaban molestando a la gente. Todos
respetuosamente, así lo hicieron. Sin embargo, a los pocos minutos, quedó
patente que no eran ellos el problema, sino que aquel tipo maleducado y
prepotente, trataba a todos por igual.
- ¿Es que no va a
venir nadie a atendernos en esta puta cafetería? - gritó el brabucón
Todos permanecieron
en un silencio incómodo ante aquella situación. Finalmente, Rosi la camera, se
acercó de mala gana a atender a aquel impresentable y a su visiblemente
avergonzada novia.
Al cabo de unos
minutos, un par de tortitas calientes y un vaso de leche fresca estaban frente
a Roberto. Él comenzó a cortar aquella delicia y a verter sobre ellas el
chocolate caliente. Después, le dio un sorbo al vaso de leche y notó que le
faltaba algo... azúcar. Buscó presto el azucarero en su mesa pero no lo vio,
intentó encontrarlo en la de al lado, pero tampoco estaba allí. En ese momento,
una punzada lo atravesó, el azucarero que buscaba estaba en poder de aquel
maleante.
Educadamente,
Roberto hablo con el hombre:
- Perdona, ¿me
podrías pasar el azucarero? - preguntó
- Lo estoy
utilizando - mintió el macarra, ya que era bastante complicado que lo estuviera
utilizando con una Coca Cola y un bocadillo de bacon.
- Dáselo - se oyó de
repente. La chica, con una voz suave y frágil, le espetó a su acompañante su
mala educación
- Tú cállate - le
reprochó él
La chica miró
avergonzada a Roberto con una expresión como de "perdónalo, es
imbécil".
En ese preciso
momento, Roberto se levantó de la mesa. Toda la cafetería se quedó pasmada previendo
pelea. El novio de la chica se puso en alerta, estaba seguro de que su oponente
vendría a buscar camorra y eso a él le encantaba. Pero no era así.
Con su vaso de leche
en la mano, el joven avanzó hacia la mesa de la pareja. Podía ver la cara de
satisfacción del tipo y el miedo a una pelea en la de ella. Estaba
asustada y eso la hacía si cabe, más bonita. El chico siguió avanzando hasta
que por fin, llegó a su altura.
- No vas a coger el
azucarero, de eso estate seguro - dijo el macarra
- No me hace falta
para endulzar esta leche - afirmó Roberto. Y seguidamente, con mucha pausa y
asegurándose de que todos lo vieran, cogió muy lentamente la mano de aquella
chica e introdujo uno de sus delicados dedos dentro del vaso de leche fría. Con
una sonrisa triunfal y ante el sonrojo y la sorpresa de la chica,
concluyó mirándola a los ojos:
- Seguro que no probaré
jamás una leche más deliciosa