Me vas a complicar la vida. Lo sé.
Con tu terquedad y tu cabezonería
pero también con esos ojos que se me clavan como espadas en el pecho, con esos
labios que no me quito de la mente, con esa sonrisa de la que ya soy penitente,
con esas piernas que te arrancan la decencia, que te vuelven un demente; con tu
falda ondeando al caminar, altaneramente, y con mi cabeza dando vueltas, en un
estado de lujuria intenso y permanente.
Me complicarás las noches de
plácido sueño y traerás contigo insomnio y sudor, guerras sin cuartel cuando el
calor más apriete, peleas sobre el colchón mientras los vecinos descansan
plácidamente. Volverá la vigilia y la necesidad apremiante de un último beso,
de una caricia más, de una sonrisa dibujada en tu cara sin la que no podré
dormir, de una mañana tras otra rogándote porque no te vayas, que no tengas que
partir. Volverán los días en que mi vida se agote si no te tengo junto a mí,
años de tiempo detenido y relojes que no terminan de servir, minuteros parados
y el sol que parece que nunca se anima a marcharse a dormir. Me vas a complicar
tanto la vida que llegará un momento, me temo, en que no recordaré lo que era
vivir.
Acabaré preso de tu cuerpo,
condenando a una existencia sin separarme de ti, porque bien sabe el cielo que,
aunque te vayas a la otra punta del planeta, mi mente, mi alma y mi razón se
irán en tu maleta cuando te vean partir. Volverá la dependencia y la necesidad
apremiante de quitármelo todo para entregártelo a ti. Me haré súbdito de esos ojos verdes que necesito para seguir, cautivo de tus manos sin las que no alcanzo a
sentir, sumiso de tus latidos sin los que mi corazón no puede latir, rehén de
tu piel desnuda donde me quiero consumir y recluso de ese ‘te quiero’ sin el
que no puedo subsistir.
Tu boca bajando por mi pecho, mis
manos enclavadas a tu espalda, gemidos de pasión a las tantas de la mañana, amaneceres que nos cogen despiertos, exhaustos y sin fuerzas para nada. Fines de
semana sin salir del cuarto, años que se evaporan como si fuera un segundo,
besos que te hacen dar gracias al mundo, miradas que te arrebatan el aire y te
hacen respirar profundo.
Me complicarás la vida ahora que
no tengo a nadie a quien rendir cuentas. Vendrán contigo las discusiones y
las peleas, los celos y los enfados, los momentos malos…y muy malos; vendrás de
la mano con penas y riñas, con recriminaciones del presente y también del
pasado, con días de planes que salieron mal y otros que directamente se
truncaron. Sin embargo, al final valdrá la pena todo el camino sembrado porque de entre
la maleza y la siembra que no nació, que se nos murió temprano, me quedará saber
cada día que tengo el tesoro más grande que la vida me ha regalado. Así que ven y
complícame la existencia, pero ven ya… no tardes demasiado. Aquí te espero,
escribiéndote de nuevo como tantas veces ocurrió en el pasado; que no se te
haga tarde, que llevo toda la vida esperando.