lunes, 11 de julio de 2016

Complícame la vida

Me vas a complicar la vida. Lo sé.

Con tu terquedad y tu cabezonería pero también con esos ojos que se me clavan como espadas en el pecho, con esos labios que no me quito de la mente, con esa sonrisa de la que ya soy penitente, con esas piernas que te arrancan la decencia, que te vuelven un demente; con tu falda ondeando al caminar, altaneramente, y con mi cabeza dando vueltas, en un estado de lujuria intenso y permanente.

Me complicarás las noches de plácido sueño y traerás contigo insomnio y sudor, guerras sin cuartel cuando el calor más apriete, peleas sobre el colchón mientras los vecinos descansan plácidamente. Volverá la vigilia y la necesidad apremiante de un último beso, de una caricia más, de una sonrisa dibujada en tu cara sin la que no podré dormir, de una mañana tras otra rogándote porque no te vayas, que no tengas que partir. Volverán los días en que mi vida se agote si no te tengo junto a mí, años de tiempo detenido y relojes que no terminan de servir, minuteros parados y el sol que parece que nunca se anima a marcharse a dormir. Me vas a complicar tanto la vida que llegará un momento, me temo, en que no recordaré lo que era vivir.

Acabaré preso de tu cuerpo, condenando a una existencia sin separarme de ti, porque bien sabe el cielo que, aunque te vayas a la otra punta del planeta, mi mente, mi alma y mi razón se irán en tu maleta cuando te vean partir. Volverá la dependencia y la necesidad apremiante de quitármelo todo para entregártelo a ti. Me haré súbdito de esos ojos verdes que necesito para seguir, cautivo de tus manos sin las que no alcanzo a sentir, sumiso de tus latidos sin los que mi corazón no puede latir, rehén de tu piel desnuda donde me quiero consumir y recluso de ese ‘te quiero’ sin el que no puedo subsistir.

Tu boca bajando por mi pecho, mis manos enclavadas a tu espalda, gemidos de pasión a las tantas de la mañana, amaneceres que nos cogen despiertos, exhaustos y sin fuerzas para nada. Fines de semana sin salir del cuarto, años que se evaporan como si fuera un segundo, besos que te hacen dar gracias al mundo, miradas que te arrebatan el aire y te hacen respirar profundo.

Me complicarás la vida ahora que no tengo a nadie a quien rendir cuentas. Vendrán contigo las discusiones y las peleas, los celos y los enfados, los momentos malos…y muy malos; vendrás de la mano con penas y riñas, con recriminaciones del presente y también del pasado, con días de planes que salieron mal y otros que directamente se truncaron. Sin embargo, al final valdrá la pena todo el camino sembrado porque de entre la maleza y la siembra que no nació, que se nos murió temprano, me quedará saber cada día que tengo el tesoro más grande que la vida me ha regalado. Así que ven y complícame la existencia, pero ven ya… no tardes demasiado. Aquí te espero, escribiéndote de nuevo como tantas veces ocurrió en el pasado; que no se te haga tarde, que llevo toda la vida esperando.

miércoles, 8 de junio de 2016

No vale la pena

No vale la pena lamentarse por lo que no se hizo ni por lo que se hizo mal, aunque entre esas dos cosas, no os quepa duda, siempre es mejor jugársela y equivocarse a permanecer el resto de tu vida pensando, “¿qué hubiese pasado si lo hubiese hecho, si no hubiera dejado escapar mi oportunidad?”. 

No vale la pena llorar por quien no quiere estar contigo, ni deshacerse de todo aquel que se muere por no separarse de ti. No vale la pena dormir mucho si no se tiene nada con lo que soñar, ni acostarte temprano si queda por ahí alguna boca que poder besar. No vale la pena perseguir a alguien que no se mueve, ni moverse por una persona que únicamente pretende que nunca eches a andar. No vale la pena temerle a la oscuridad si es en ella donde suelen ocurrir las mejores cosas que nos pueden pasar.

No vale la pena dejar para mañana lo que puedas hacer hoy, sobre todo si eso que puedes hacer te gusta, te alegra o te hace llorar de la risa. No vale la pena decir “a ver si nos juntamos todos un día de estos” cuando hay tan pocos días por delante, aunque parezca que no, que quedan muchos más. No vale la pena ver basura en la televisión cuando quedan tantos buenos libros por leer, tantas buenas películas por descubrir y tantos nuevos discos por escuchar. No vale la pena sentarse a ver pasar el tiempo cuando no hay bien que más debiéramos apreciar.

No vale la pena tirar un trozo de tarta por esos kilitos de más, ni dejar de decirle a una chica lo preciosa que está por vergüenza, por timidez o por creer que no te corresponderá. No vale la pena esconder un piropo educado por el qué dirán, dejar un folio en blanco por si no gustará o decirle al amor de tu vida que la quieres como jamás, en todos los días que le queden en este planeta, nadie la querrá. No vale la pena temerle a la muerte sino a una vida vacía, inerte o alejada de lo que tú consideres que es la felicidad. 

No vale la pena salir a la calle si no tienes a nadie que te acompañe a pasear y no vale la pena quedarte en casa si hay gente que te llama para dormir fuera, en algún lejano lugar. No vale la pena encerrarte en tu alcoba si quedan tantos países por encontrar, y tampoco vagar sin rumbo cuando hay una muchacha desnuda en tu cama esperando a que la beses sin parar. No vale la pena hacer lo que no te gusta por el mero hecho de agradar, no vale la pena desear otra vida cuando sólo tienes una para disfrutar. No vale la pena querer a quien no te quiere, luchar por quien no mata por ti; no vale la pena andar con quien borra tus pisadas, intentar volar por quien te corta las alas y dar tu corazón a aquella persona que no lo sabe apreciar.

Así que salta, ríe, bebe, llora, baila, ama, besa y vive, que si hay una certeza absoluta es que hoy es más tarde que ayer pero también, por suerte, es más pronto que mañana para salir a la calle y gritarle al mundo que nada ni nadie va a hacer que desaproveches ésta, tu única y maravillosa oportunidad.

miércoles, 1 de junio de 2016

Descríbeme

- Descríbeme como tú sabes - le dijo, desnuda sobre la cama, mientras se giraba para mirarlo entre la tenue luz que se colaba a cuentagotas por las rendijas de la persiana.

Él viró también hacia ella y respondió: mejor me describo yo.

"¿Qué sería de mis dedos sin poder surcar tu cuerpo, tocar tu piel? Explícamelo. Dime qué hacen mis manos si no te acarician, si no notan cómo te vas avivando desde tus pies helados hasta que asciendo por encima de tus rodillas. ¿Qué hago con ellas si les quito el único mapa que quieren recorrer?

Me dices que te describa y te respondo que no, que lo haré conmigo. Porque nunca vi tan bonitos mis ojos como cuando se reflejan en los tuyos. Jamás mi sonrisa fue tan real, salió tanto a relucir como todo el tiempo que llevas junto a mí. Descríbeme tú porque todo lo que tengo, todo lo que soy, todo lo que imagino, pienso o siento... es gracias a ti.

Mi pelo meciéndose entre tus dedos como las espigas del campo de trigo en las manos de Russell Crowe. Mi piel erizándose cuando me besas en el cuello, cuando me dices que me quieres, cuando me acuerdo cómo te desnudaba en aquella habitación doble en las noches de verano hace ya tanto que parece que fue ayer. Cambio las sábanas si no huelen a ti, no pienso en otra boca porque no hay besos que me gusten más, no hay otra lengua con la que quiera guerrear, no hay otra mujer bajo el vasto cielo que nos cubre que te haga olvidar. Ni la hay, ni la hubo... ni la habrá.



Déjame mil folios en blanco y te los rellenaré de palabras sobre ti, sobre tus ojos o tus labios, tu manera de caminar, tu forma de vestirte por la mañana o el modo en que achinas los ojos cuando te ríes. Arranca media selva y dame papel y tinta para decirte lo preciosa que eres, lo que me gusta cómo se aclara tu pelo dorado con la luz del sol del verano, o cómo se tuesta tu piel en la orilla del mar. Dame espacio y te dedicaré odas, sonetos o pareados; novelas, ensayos o poemas, pero para describirme a mí, para relatar lo mejor que tengo en esta vida, sólo hace faltan dos letras: tú.

lunes, 16 de mayo de 2016

De tanto...

De tanto buscarte me he perdido,
De tanto quererte me he odiado,
Queriendo arreglar este corazón partido,
Lo dejé todavía más estropeado.

Por tanto luchar perdí la batalla,
De quererte tanto me quedé sin amor,
Te llevaste todo, me dejaste sin nada:
Sin alma, sin vida, sin cordura, sin razón.

De tanto soñarte no pude conciliar el sueño.
Por llamarte tanto nadie me respondió,
Aquí quedé sin dirección, camino o dueño,
Esperando a algo que nunca sucedió.

De tanto rimar me quedé sin versos,
Al buscar la calma, encontré la locura,
La de no tener tu boca, la de no tener tus besos,
La que nunca se pasa, la que nunca se cura.

Y de tanto extrañar tu cuerpo desnudo,
De tanto añorar tu aliento al despertar,
supe que no habría lugar en el mundo,
para este loco que ya no puede respirar.
 

lunes, 9 de mayo de 2016

Esparta se queda huérfana

Decidí, hace unos días, esperar al pitido final contra el Valencia para lanzarme a escribirle a Álvaro unas líneas de despedida. Quería empaparme bien de textos, imágenes y de los sonidos de la gente, del estadio y de los medios de comunicación antes de expresarle yo, desde este humilde blog, mi más profundo agradecimiento. Esta vez no recurriré a ninguna de las páginas madridistas donde tengo el orgullo de colaborar, espero que ellas y sus respectivos directores me disculpen, pero para mí el final del encuentro de ayer significó mucho más que la marcha de un gran jugador de fútbol o un ejemplo de profesionalidad. A mí, desde anoche, se me ha ido del vestuario del Real Madrid un amigo, un referente y una de las personas que más orgullo me producen en el mundo entero.

Quería agradecerte, Álvaro, lo magnífico jugador que has sido. Aportaste consistencia, rudeza y sensatez a una banda derecha endeble y alocada. Dentro del campo, supiste hacer lo que sabías y traspasaste al equipo las virtudes que tú tienes como futbolista, nada más ni nada menos. Nunca quisiste sobrepasar tus límites, ni comprometiste a nadie con un pase fallido, un regate a destiempo o una virguería sin venir a cuento, y eso te valió la confianza de Luis Aragonés, Del Bosque, Pellegrini o Mourinho entre otros. Le joda a quien le joda, moleste a quien moleste.
En el apartado colectivo, tantos títulos que ahora sería difícil repetir de memoria; en el personal, más de doscientos partidos con el equipo de tu vida y temporadas (más de una, de hecho) en las que sumaste más asistencias y goles que, por ejemplo, Andrés Iniesta. Sólo con eso, ya merecerías cualquier homenaje.


Sin embargo, creo que ayer el estadio Santiago Bernabéu al completo se puso en pie para aplaudirte no sólo por lo que hiciste en ese césped sino, ante todo, por lo que ayudaste fuera de él. Has sido el escudo donde rebotó todo el odio y la visceralidad de nuestros enemigos. Interceptaste con tu propio cuerpo los ataques de los hostiles al Madrid, esos llegados de la periferia y las redacciones deportivas. Te has peleado con el mundo por el club aunque haya habido veces en que ni el club se haya querido enterar. No te importó quién estuviese en el banquillo, mataste por todos ellos y, en alguna ocasión, moriste un poco también. Me consta. A ti, capitán, no te importó nada más que ese escudo redondito con corona y muchas copas de Europa y por él recibiste tantos disparos que las balas ya te pasaban por los agujeros de las anteriores. Nunca olvidaré esa frase y nunca te estaré lo suficientemente agradecido por ella.

 Dibujo del siempre genial @gesiOH

Por último y como te he dicho ya demasiadas veces, no podré agradecerte jamás todo lo que has hecho por mí a nivel personal. Estuviste ahí cuando únicamente quise darte la mano y nos diste a mí y a los míos un cariño que no olvidaré. Gracias, de corazón, por la paciencia, la generosidad y el afecto con que me has acogido desde siempre. Gracias, de verdad, por todo lo que me has dado dentro y fuera del campo, por todo lo que has hecho por mí desde aquel día en que homenajeamos a Raúl en Madrid. Gracias, desde lo más profundo de mi alma, por no rendirte, por luchar por el equipo que amo desde el mismo día en que nací, por tu generosidad y tu cariño, por tu entrega y sacrificio y, sobre todo, por tu madridismo incondicional. Pasarán años, décadas o toda una vida y nunca podré devolverte tanto aunque, no te quepa duda, no haré otra cosa que intentarlo. 

Ayer, el estadio más importante del planeta ovacionó a un señor que llegó sin hacer ruido y se marcha dejando huérfana a una grada que lo enalteció como líder. A todos aquellos que se echan las manos a la cabeza por la despedida que ha tenido Álvaro Arbeloa les diría que, en esto del fútbol, no siempre el mejor se lleva el cariño de la afición, no siempre el que más goles mete o el que más detiene se lleva la gloria, porque hay una cosa que el aficionado medio valora mucho más que eso: la entrega, y en eso, en entrega, no hay absolutamente nadie comparable a ti, espartano. Gracias por la sangre y el sudor derramados, ha sido un orgullo luchar a tu lado. 

Nos vemos pronto. Gloria eterna al ‘diecisiete’…  y Hala Madrid.