lunes, 26 de octubre de 2009

Mi nombre

Es cierto que tengo un nombre extraño, fuera de lo común, pero es mi nombre. Juro que no miento cuando digo que me llamo Antonino de Mora Taberner.
Durante muchos años he sufrido en silencio, cual hemorroide, el terrible castigo de tener que repetir, e incluso deletrear, mi nombre cada vez que tenía que hacer algún documento oficial (muchas otras veces mandar cambiarlo, en el carnet de conducir, por ejemplo). No sé que grave pecado cometí en la vida anterior, pero lo he pagado con creces en ésta. Debe ser una tortura de los dioses griegos, que esos eran mu joputas y se descojonaban de la gente puteándoles de por vida

Me han llamado Antonio de la Mora (http://www.abc.es/hemeroteca/historico-29-10-2007/abc/Opinion/cartas-al-director_1641242673913.html)

Antolino

Antoñito

Tonino

Antón etc. etc.

Y ya cuando creía que a mi padre y a mi no se nos podía llamar de otra manera distinta a las que ya había oído en mis 22 años, voy el otro día al Ikea a por un espejo y veo esto:



Antonido de Mora

Efectivamente, me quedan todavía mucho que ver y oír en mi vida

viernes, 23 de octubre de 2009

miércoles, 21 de octubre de 2009

Fútbol

Octubre es un mes de comienzos: comienzo de clase, comienzo de trabajos, comienzo de botellones (eso la gentuza, yo no) y sobre todo comienzo de fútbol. Ahora toca organizar equipos, equipaciones y empezar a hacer deporte como Dios manda.



PD: Lo que me mola es que salimos Jueves, Viernes y Sábados, nos ponemos como cerdos alcoholizados y, al día siguiente, vamos de resaca a jugar al fútbol. Es como si Jack el Destripador al día siguiente de un asesinato, fuera de voluntario a un horfanato a contarle cuentos a los niños

sábado, 17 de octubre de 2009

3ª Ley de Couling

"Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que nunca hiciste"

viernes, 16 de octubre de 2009

El insulto más lamentable de la historia

Hoy tenía intención de actualizar con algunas posturas sexuales que ayer tuve la suerte de aprender (no, no pillé cacho, pero estuvimos de botellón, salió la conversación y el maestro Raúl me iluminó). Pero por respeto a la enorme cantidad de gente sensible a esas guarrerías que lee mi blog (mi mamá), os contaré otra anécdota que me pasó hace un par de años.

Tengo la enorme suerte de formar parte del equipo de fútbol de Ciencias de la Información y de tener unos compañeros geniales (hasta aquí el peloteo). Hace un par de años jugamos contra el I.E.B. (Instituto de Educación Bursátil). Deciros que esta gente no es que sea pija, es lo siguiente. No es que yo tenga algo en contra de los pijos, ni mucho menos —de hecho, me caen bien—, pero es que hay un chaval entre ellos que está muy flipado. No sé cómo se llama ni me interesa, pero lo que sí sé (yo y todo el que lo conoce) es que es... ¿cómo definirlo sutilmente? GILIPOLLAS.

Siempre suele haber alguna trifulca en esos partidos. Nada fuera de lo común, alguna peleilla y poco más, pero ese día la cosa se torció un poquito más de la cuenta. Un compañero mío —que no mencionaré para darle anonimato— se picó con él durante el partido. Berni, mi compañero (que no iba a mencionar), estaba ya algo cansadito de él y, al final, le dejó un recadito en forma de patada (en plan cariñoso).

Al finalizar el encuentro, Berni —que perfectamente podría comprarme a mí de esclavo y a toda mi familia por la enorme ingesta de dinero que tiene— se acercó a él para así, entre amigos, cagarse en su puta madre. El chaval, enfadado, soltó el insulto más lamentable que no solo yo, sino creo que toda la historia de la humanidad ha escuchado jamás.

El silencio se produjo y los dos equipos permanecimos atentos a lo que el pijeras iba a decir. Él se armó de valor y soltó por su boca:

—¡Tú cállate... pobre de mierda!

Acto seguido, las risas afloraron no solo en las caras de los de mi equipo, sino en los del suyo también. Nunca jamás un insulto provocó tanta alegría en dos equipos condenados a llevarse mal.

No creo que se pueda ser más triste en un insulto que burlarse de la condición económica de otro. Con la cantidad de fallos físicos que tenemos todos, con la cantidad de familiares que tenemos todos, con la cantidad de barbaridades que puedes decir en un momento de cabreo... ¡va el pollo y le dice "pobre"!

Sinceramente, increíble.