Comienzo hoy una serie de entradas en las que quiero
dejar constancia de lo que ha sido mi experiencia con el periodismo a nivel
educativo, laboral, social y personal durante los últimos ocho años. Antes de
empezar a desgranar una a una las diferentes parcelas que quiero resaltar, me
gustaría dejar claro desde el principio que estos testimonios parten de una
idea personal y propia de lo que ha sido mi experiencia en el mundo y de lo que
yo creo, desde criterios total y absolutamente subjetivos, que es la licenciatura
y el negocio del periodismo en España. Comencemos pues.
Entré a estudiar periodismo en el año 2005. Siempre
tuve claro que quería escribir y mi horizonte, inevitablemente, me llevaba a
esta profesión. Me aceptaron en Valencia, Sevilla, Alicante y Elche, aunque yo
decidí que no había mejor facultad en España que la de Ciencias de la
Información de la Universidad Complutense de Madrid. Ahí cometí mi primer
error.
Parto de la base, como siempre he dicho, que no hay
facultad más inútil en el mundo que la de periodismo. Ustedes podrán reconocer
a un mal periodista cuando les asegure que él/ella "es periodista porque
ha estudiado periodismo”. El periodista no se hace en esa facultad (y menos en esa facultad), se
hace en un medio de comunicación y, sobre todo, en la calle.