La edición digital de la RAE (e imagino que tampoco la
edición en papel) no recoge el significado de la palabra ‘meritocracia’. No es
algo que me extrañe, puesto que aquella institución que antaño presumía de ser ‘fija,
dar brillo y esplendor’ se ha asentado en la conformidad del que se ve
entronado por sus méritos pasados y ha caído en el ostracismo y en la incompetencia
que atestiguan acepciones como ‘almóndiga’, ‘sociata’ o ‘pepero’, recientemente
aceptadas.
En España, la meritocracia llegó
a conocerse hace relativamente poco. Fue una prensa culta e instruida, alejada
de las tertulias deportivas y los diarios más sensacionalistas, la que la fue
introduciendo paulatinamente en una sociedad reacia a aceptarla. ¿Cómo
explicarle a un español que el trabajo es lo importante y que el esfuerzo es
fundamental para la superación diaria? ¿Cómo hacerle ver a un estudiante cuyo único
propósito es conseguir una plaza para ser funcionario que se puede aspirar a más
en la vida? ¿Cómo instruir a una población que ha tenido catorce ediciones de
Gran Hermano en que son los médicos, arquitectos e ingenieros los verdaderos héroes
a los que intentar parecerse?, un difícil trabajo para un complicado país.
La meritocracia, sin embargo, da
sus frutos. Tienen ustedes el ejemplo más clarividente en los dos países del
planeta que la usan en sus instituciones gubernamentales (en mayor o menor
medida), Finlandia y Singapur. El primero es, en proporción, una de las
naciones más desarrolladas de toda la Unión
Europea. El segundo ha pasado de ser la renta per cápita más
baja del planeta a comienzos del siglo pasado a ser, hoy en día, la tercera del
mundo más elevada.
Acabo ya mi alegato de una mañana
cualquiera donde quise dejar constancia en un blog en el que nunca (o casi
nunca) se habla de nada serio, de que otra forma de gobernar un conjunto de
personas (pues la sociedad en cualquiera de sus facetas no deja de ser eso) es
posible. Los más madridistas de la sala echarán de menos un nombre en concreto
en un texto llamado así, ‘Meritocracia’, y ha sido con él con el que he querido
cerrar este pasaje recordando que fue él el que nos instruyó en todo este
barullo filosófico. Decía José Mourinho: “Quizá aquí (en España) la gente no está
preparada para que los jugadores sean iguales. Yo busco la meritocracia, y eso
consiste en que el que esté mejor preparado, juega”. Qué grandes fuiste José, y
cuánta razón llevabas.