miércoles, 9 de mayo de 2012

El vaso de leche

Roberto y sus amigos entraron a la cafetería del pueblo. Aquella tarde, el chico decidió pedir un vaso de leche bien fresquito y unas tortitas con chocolate. Se sentaron donde habitualmente acostumbraban y encargaron su pedido. A los pocos minutos, una pareja entró en el establecimiento. Él era alto y musculoso, vestía una chupa de cuero, una camiseta negra y tenía un pendiente en cada oreja. Ella, probablemente su novia, era preciosa, sin más calificativos que ese. Tenía un pelo lacio, largo y castaño y una mirada deslumbrante en disconformidad con una expresión alicaída y melancólica. La pareja se sentó justo en la mesa de al lado de donde ellos estaban, a esperar que les sirvieran.

Roberto y sus amigos comenzaron a gastar bromas y a recopilar las historias de siempre, esas que nunca se cansaban de recordar en las ocasiones que conseguían reunirse. El chico vio como el novio de aquella preciosa mujer los miraba con odio y aspereza. Parecía como si le incomodase sus risas. Roberto comentó a sus amigos que debían bajar un poco el tono, que estaban molestando a la gente. Todos respetuosamente, así lo hicieron. Sin embargo, a los pocos minutos, quedó patente que no eran ellos el problema, sino que aquel tipo maleducado y prepotente, trataba a todos por igual.

- ¿Es que no va a venir nadie a atendernos en esta puta cafetería? - gritó el brabucón 

Todos permanecieron en un silencio incómodo ante aquella situación. Finalmente, Rosi la camera, se acercó de mala gana a atender a aquel impresentable y a su visiblemente avergonzada novia.

Al cabo de unos minutos, un par de tortitas calientes y un vaso de leche fresca estaban frente a Roberto. Él comenzó a cortar aquella delicia y a verter sobre ellas el chocolate caliente. Después, le dio un sorbo al vaso de leche y notó que le faltaba algo... azúcar. Buscó presto el azucarero en su mesa pero no lo vio, intentó encontrarlo en la de al lado, pero tampoco estaba allí. En ese momento, una punzada lo atravesó, el azucarero que buscaba estaba en poder de aquel maleante. 

Educadamente, Roberto hablo con el hombre:
- Perdona, ¿me podrías pasar el azucarero? - preguntó
- Lo estoy utilizando - mintió el macarra, ya que era bastante complicado que lo estuviera utilizando con una Coca Cola y un bocadillo de bacon. 
- Dáselo - se oyó de repente. La chica, con una voz suave y frágil, le espetó a su acompañante su mala educación
- Tú cállate - le reprochó él

La chica miró avergonzada a Roberto con una expresión como de "perdónalo, es imbécil".

En ese preciso momento, Roberto se levantó de la mesa. Toda la cafetería se quedó pasmada previendo pelea. El novio de la chica se puso en alerta, estaba seguro de que su oponente vendría a buscar camorra y eso a él le encantaba. Pero no era así.
Con su vaso de leche en la mano, el joven avanzó hacia la mesa de la pareja. Podía ver la cara de satisfacción del tipo y el miedo a una pelea en la de ella. Estaba asustada y eso la hacía si cabe, más bonita. El chico siguió avanzando hasta que por fin, llegó a su altura.

- No vas a coger el azucarero, de eso estate seguro - dijo el macarra
- No me hace falta para endulzar esta leche - afirmó Roberto. Y seguidamente, con mucha pausa y asegurándose de que todos lo vieran, cogió muy lentamente la mano de aquella chica e introdujo uno de sus delicados dedos dentro del vaso de leche fría. Con una sonrisa triunfal y ante el sonrojo y la sorpresa de la chica, concluyó mirándola a los ojos:

- Seguro que no probaré jamás una leche más deliciosa