A las 7 salimos rumbo al norte, a un lugar donde no había ido nunca, a Euskadi.
El viaje nos regaló estos paisajes
Ver Anoeta
Y estar en el Concha.
Y ahí es donde acaba la playa y empieza la inmensidad del Atlántico
Precioso, me encantó. Una ciudad pequeñita pero muy bonita. Con playa, con montaña y con gente (la poca que conocimos, maravillosa)
Y es que aunque tengan sus cosas, esas que los hacen especiales
Fueron, son y serán siempre como nosotros