martes, 5 de noviembre de 2013

Mis cinco nuevos héroes

"Hay que ser un puto genio o estar tremendamente mal de la cabeza para salir de fiesta una noche y robar una llama de un circo, sólo caben esas dos posibilidades en la ecuación". Aristóteles

Llevamos ya un par de días comentando en las redes sociales la espectacular noticia que ha hecho tambalear los cimientos de las noches de borrachera a nivel mundial. Han sido cinco franceses de aspecto normal y amplias sonrisas los que han cambiado para siempre el color de la fiesta planetaria. Ellos, estos cuatro individuos más el fotógrafo que prefirió permanecer en el anonimato, son los culpables de que desde ahora hasta el fin de los tiempos el listón de las barbaridades nocturnas haya subido tres o cuatro peldaños en la escala. A partir de este momento, cuando un grupo de jóvenes se reúna para hacer botellón en cualquier parque del continente y el alcohol comience a hacer mella en sus cuerpos, ya no tendrán sentido las llamadas con número oculto a mujeres, ni las fotografías de culos peludos, ni tan siquiera el celebérrimo juego de cartas 'Oh Dios mío, ¿por qué me has abandonado?' (que otro día explicaré por aquí). Siempre quedará en el recuerdo, esa historia irrepetible que se ha coronado en el TOP mundial de momentos épicos de la humanidad por debajo de la invención de Internet y la rueda y muy (pero que muy) por encima de la conquista de la luna.

Los cuatro genios y la llama. F-O-T-Ó-N

Durante la pasada madrugada me he estado cuestionando profundamente una serie de interrogantes que paso a enumerar para que vosotros, libremente, deis vuestras opiniones:

1- ¿Merece la pena jugarse el tipo, el dinero y hasta la dignidad por robar una llama una noche de borrachera?
2- ¿Es necesario cargar con antecedentes policiales tu ficha personal aún a sabiendas que eso te impedirá ejercer en el futuro muchos empleos públicos?
3- ¿Le has merecido la pena a estos chavales pasar un rato en el calabozo por ser los primeros en lograr esta singular proeza?
4- ¿Ha sido rentable avergonzar a sus familias y saber que a partir de ahora serán señalados por la calle o siempre que salgan de fiesta, como les ha ocurrido a otros grandes personajes de la humanidad como éste, ese o aquel?
5- ¿Pregunto todo esto únicamente porque me jode profundamente que ninguno de la foto sea yo?

Como os decía, después de una profunda meditación he llegado a la conclusión de que todas y cada una de las respuestas a estas cinco preguntas son un 'sí' y que estos chicos, lejos de ser unos vulgares delincuentes, son unos putos genios a los que venerar, admirar y dar las gracias por el momento maravilloso que nos han hecho pasar al resto del planeta tierra. Sois grandes franchutes, allá donde estéis.


(Vídeo en franchute donde se mustra al animal en cuestión)

lunes, 4 de noviembre de 2013

Dos pájaros de un tiro

Así, como reza el título de esta entrada que escribo a intempestivas horas de la noche, se llamaba la gira que hace poco realizaron en conjunto los que probablemente sean los dos cantautores más célebres de nuestro país: Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat.

Yo conocí primero al catalán. Con esa voz melosa y renqueante comencé a introducirme paulatinamente en la música y las letras de Joan Manuel con un viejo casete que mi madre tenía por ahí guardado de un concierto suyo en Buenos Aires. Serrat es el Mediterráneo, Aquellas pequeñas cosas, Esos locos bajitos y sobre cualquiera de ellas, para mi gusto, Lucía y Fiesta. Con la primera relata una declaración de amor a cualquier fémina que tenga a bien llamarse así. "¿Lucía?, como la canción de Serrat" es la frase recurrente en cuanto te la presentan. Esa bella historia de amor que tuve y tendré, esa ley innata en el  hombre de desear lo que nunca se tuvo y amar sobre todas las cosas lo que jamás se tendrá queda plasmada como jamás se tuvo constancia en los versos de una canción eterna y demasiado infravalorada como le pasa, sin lugar a dudas, al segundo ejemplo que les comentaba.

Fiesta es la plasmación perfecta de la España tradicional. Esa verbena rural y de pueblo pequeño, con vino, mujeres y música, sin importar si las girnaldas son rojas y gualdas, verdes, lilas o amarillas. Con la alegría por himno y la dicha por bandera, como siempre debiera de ser.
Con ella cierro a Serrat y comienzo con Joaquín




Sabina posee una voz desgarrada por la vida y como la vida, nunca mejor dicho. Él es pura poesía, desecha por completo la tonalidad para centrarse en las letra que superan a cuanto se haya podido escribir en la historia de este país para después ser cantado. Él ya es un habitual en este blog, donde tantas y tantas veces lo he recordado. Hoy os dejo ese 'Y nos dieron las diez' que todavía no he plasmado por aquí y que no podía faltar en este breve recopilatorio musical que en esta velada ya de lunes, un chico cualquiera evocó para homenajear a dos poetas y a cuanto han contribuído a alegrar las noches en vela de muchos de nosotros.




lunes, 28 de octubre de 2013

I don´t know why

A Shawn Colvin la encontré en la banda sonora de Serendipity, una americanada romántica con John Cusack y Kate Beckinsale. Hoy, en uno de esos alardes romanticones que me dan, he encontrado esto.



I don't know why
The sky is so blue
And I don't know why
I'm so in love with you

martes, 22 de octubre de 2013

Microcuento (III)

No quiero más verbo que el besarte, con eso puedo comenzar a escribir. Seguiría con tu nombre, que es el único sustantivo que conozco. Te aseguro, por otro lado, que no hay nada más determinante que tu belleza y que estoy determinado a hacerte mía, a robarte morfemas inconexos y lexemas lujuriosos. Palabra de honor.

Hablaría más tarde de adjetivos, y ahí podría estar días, semanas, meses y años. Te diría: bonita, guapa, preciosa, bella, linda, hermosa y mil y uno más, porque si algo me sobran son eso, palabras. Mis artículos son pocos, de hecho; sólo tengo dos: 'la' (quiero) y 'una' (vida contigo) y estoy seguro de que con esos me sobra y me basta. Mi conjunción es un 'sino', que no es otro que pasar cada día de mi existencia junto a ti. Ni 'pero', ni 'sin embargo', 'no obstante' 'excepto' o 'a pesar de'; no me vengan ustedes con tonterías. ¿Un adverbio? ahora. ¿Quieres otro? vale, 'aquí'. Con mi interjección favorita cierro: 'puf' qué bonita te tengo en mi mente, qué preciosa que estás. Y añado, por último, el único pronombre que surca mi cabeza cada día y a cada hora: tú... sólo tú.
Poco más que decirte, creo que me ahorraré la preposición y te adjunto una proposición: que no se pase un segundo más sin que tu boca no muerda la mía. ¿Aceptas?

jueves, 17 de octubre de 2013

Desnudando a una mujer

Allí estaba yo, observándola únicamente por la posibilidad que me dejaba un atisbo de luz entrando por la persiana, perforando la más honda oscuridad. La tenía enfrente, a poco más de cincuenta centímetros de mi boca y a poco menos de diez segundos de mi lengua. Notaba cómo su respiración se entrecortaba y cómo los nervios se apoderaban de su cuerpo. Me acerqué muy despacio, como el felino que no quiere espantar a su presa con la intención final de devorarla. Y esa era, sin duda, mi intención: comérmela entera.

Las yemas de mi dedos palparon sus manos y un respingo de temor hizo que se sobresaltara. Duró sólo un segundo, lo que tardaron mis dedos en ponerse en el final de su espalda y conducir su cuerpo hacia el mío con una suavidad sinuosa. Sentí su aliento en mi cara y acorté las distancias pasando de centímetros a milímetros y de segundos a décimas. “Ya queda poco… hoy no te escapas” me dije para mis adentros.
Surqué el mínimo espacio que separaba los dos seres para unir en un acto celestial nuestros labios, primero con un leve roce y después con un beso que fue in crescendo como una sinfonía y aumentando de temperatura como una olla de agua en una cocina a todo gas. El cariño dejó paso a la pasión y ésta mandó un mensaje directo a nuestras lenguas para que comenzasen a guerrear de una forma tan lujuriosa como directa, tan pecaminosa como tremendamente placentera.
Mis manos, que no respondían y buscaban la pelea por su parte, encontraron cobijo en aquella noche de invierno bajo su jersey. Acariciaban esa parte femenina que ha vuelto loco a más de uno, esa curva lumbar que abarca desde el final del sujetador hasta el principio del pantalón. Eso sí es magia, señores… y no lo que hace Harry Potter.

La acerqué todavía más a mí y dejé de esconder las intenciones libidinosas que había intentado camuflar para subirle el jersey sin que ella mostrara el menor rubor ni un mínimo atisbo de vergüenza. Se unió a mi causa y extendió las manos hacia el mismo cielo facilitándome el trabajo. No quedó allí mi travesura, y de un zarpazo conseguí descifrar el código de su sujetador dejando al descubierto un tesoro que no tardé en hacer mío. Habían pasado poco más de dos minutos y mi cometido estaba casi resuelto. ¡Qué fácil es lidiar guerras como esta, qué placentero serían todos los conflictos así!. 

Ella no quiso quedarse al margen y sin perder tampoco el tiempo comenzó a desabrochar uno a uno los botones de mi camisa. Nunca opondría resistencia ante tan poderoso ejército y en esa ocasión incluso ayudé a la conquistadora a completar su misión. Yo, por mi parte, esperaba la misma colaboración en la mía.
Mi boca perdió por un segundo el interés por la suya centrándose en el cuello. Noté como se erizaba su piel mientras mis labios acariciaban aquel rincón recóndito, redundante, irracional y recurrente. Cuántas erres para la misma frase, cuánta pasión para la misma noche. 

  Ya sólo quedaba un castillo que conquistar, ese botón del pantalón sería el último soldado en presentar batalla y bien sabe Dios que no me duraría ni un santiamén. Mi torpeza se juntó con la inexperiencia y mi perturbado estado lo hizo con aquel invento del demonio. Ella soltó una risita que en cualquier otro momento hubiese herido el orgullo masculino de todo amante, pero que por aquel entonces no supuso afrenta alguna. Me cogió las manos, las llevó a su boca y mientras besaba mis falanges se apiadó de mi persona y ayudó a la conquista de la ciudad sitiada desabrochándose ella misma el pantalón. “Dios bendito, ¿dónde has estado todo el tiempo?” le pregunté.

La tumbé en la cama y la terminé de desnudar. Ella hizo lo propio conmigo y aquí acaba la historia y empieza el pecado, aquí concluye la realidad y comienza la fantasía. 

Imaginen ustedes el resto y asegúrense, por favor, de que no falten besos, caricias, pasión, ternura y amor… sobre todo mucho amor.