viernes, 19 de abril de 2013

El pulpo


lunes, 15 de abril de 2013

Me gusta

Me gusta el chocolate con leche, la brisa de la tarde en primavera, viajar en autobús de noche o el ruido del motor de un avión. Me gusta escapar de la rutina, dormir bajo el calor del edredón o que el aire fresco de las primeras horas de la mañana entre por la ventana. Me gusta la primavera y el Madrid y, sobre todo, me gustan las primaveras en que el Madrid gana, que vienen a ser casi todas y, quizás por eso, me gustan tanto ambas cosas. Me gustan las gafas de sol y las faldas largas y blancas porque me encanta como le quedan a ella. Me gusta meter la mano en la arena de la playa o en los sacos de legumbres como hacía Amelie. Me gusta mucho que me acaricien el pelo y conseguir sonrojar con un piropo. Me gusta las milanesas con papas fritas y el sonido de las primeras gotas de vino saliendo de la botella de cristal. Me gusta tumbarme al sol con una cerveza rodeado de mis amigos, reírme por tonterías y rememorar una y otra vez las historias de siempre, buscando ese nuevo tinte que hasta ahora no le habíamos dado. Me gusta el "¿te acuerdas cuando?" y el "Y parece que fue ayer". Me gustan las manzanas jugosas y verdes, el arroz con albóndigas y los bares de pueblo. Me gusta Madrid, Buenos Aires y Murcia, por ese orden. Me gusta el señorío de Xabi Alonso y la inmortalidad de Raúl González. Pienso que Del Piero, Totti, Batistuta y Shevchenko jugarán en el Real Madrid en otra vida, pues todavía sigo explicándome incrédulo como no lo han hecho en esta. Me gusta el contraste del verde de un prado con el azul del cielo y un Nesquick bien caliente antes de ir a dormir en invierno. Me gusta que te guste y me encanta que te encante. 

Me gusta la historia y me encanta leer. Me gustaría tener una casa llena de DVD´s y libros, con un jardín donde colgar mi hamaca y un estudio donde encerrarme cuando el mundo intente fastidiarme. Me gusta la música de Springsteen y de Fito, de Marea y Serrat, Bisbal y Bon Jovi. Me gusta que mi gusto sea tan jodidamente extravagante y me gusta que a nadie le guste lo que a mí me gusta.
Me gusta Sabina, mucho y como todos sabéis.

Me gusta el azul, el madridismo underground de Gistau y Jabois. Me gusta el fútbol, el vino, la noche y el agua. Me gusta el sexo femenino expuesto en sus labios. Me gusta que os guste si os está gustando.
Me gustan las tardes de fiesta en Elche, los días de calor en España y la vida en este planeta que nos estamos cargando entre todos. Me gusta la luna, el cielo despejado que te permite ver las estrellas, la cima de una montaña, un plato de migas, Steven Spielberg y Tarantino, la voz doblada de Kevin Costner y los ojos de Jennifer Connely. Me gustan muchas cosas pero, por encima de todas, me gustas irremediable y condenadamente tú.

martes, 9 de abril de 2013

Peor para el sol

Una de las mejores canciones de uno de los mejores poetas.



"Peor para el sol, que se mete a las siete en la cuna 
del mar a roncar mientras un servidor 
le levanta la falda a la luna"

lunes, 1 de abril de 2013

Sobre Binibook y mi segunda novela


Quiero hablaros de una plataforma que me recomendaron hace un tiempo y que, aunque todavía está creciendo, he de decir que me está convenciendo bastante. Se llama Binbook y es una aplicación para teléfono móvil donde puedes descargar textos de autores que previamente los hayan subido a la web. Funciona tanto para Android como para IOS y la verdad es que su formato es bastante simple y quizás por eso también, esté teniendo tanto éxito.

Sólo tenéis que descargar la aplicación desde el móvil totalmente gratis. Posteriormente os registráis y ya podéis acceder a miles de textos entre los que cabe destacar los de un genio de la literatura universal que os está escribiendo ahora mismo: yo.

Quería comentaros también que mi periplo con mi primera novela, Las Señales del Agapanto, ha llegado (casi) a su fin. Hace unos días puse fin a mi relación con la editorial que lo sacó a la venta y de la que puedo decir, como muchos sabéis, que no estuvo a la altura. Los cien primeros ejemplares de la primera edición que me prometieron se vendieron en menos de un mes allá por mayo de 2012 (nunca os podré estar los suficientemente agradecido por ello) y después de eso poco menos que se desentendieron y, excusa tras excusa, han ido posponiendo la salida de la segunda hasta que, finalmente, hemos decidido poner punto y final a nuestra relación contractual. Ahora sigo buscando la posibilidad de encontrar una editorial que merezca la pena y creo que en pocas semanas podré adelantaros algo más. Sin embargo, no querría que mi primer libro quedase relegado al ostracismo absoluto y por ello me he animado a ir sacarlo gratis en Binibook. Efectivamente, para todos aquellos que no lo pudieron conseguir en su momento y no quieran pagar los 89 céntimos que vale en AMAZON, lo podrán conseguir capítulo por capítulo en esa aplicación de la que os he hablado anteriormente. Tengo que recordar también que los textos subidos a Binibook se pueden leer directamente en el ordenador, con lo que no tenéis excusa para descargar (de forma gratuita, repito) lo que subo y ya de paso, echarle una mano a un joven escritor con mucho tiempo libre y miles de ganas de dar a luz sus múltiples y descabelladas ideas que se le ocurren.

El primer capítulo de Las Señales del Agapanto lo tenéis gratis AQUÍ

Gracias a todos 

lunes, 25 de marzo de 2013

Semana Santa


Desde aquí, utilizando estas líneas, ruego e imploro perdón a Dios todopoderoso porque mientras el mundo rememoraba un año más la tradición más sagrada de la cristiandad, mi persona disputaba su particular Vía Crucis inundado en un mar de pasión muy distante a la del resto del planeta. 
La época de recogimiento y meditación quedó opacada por una lujuria que paso a narrar y de la que quiero hacerles testigos a ustedes para que comprendan que, en ocasiones, la tentación puede con todo, hasta con la más venerable de las tradiciones. 

Pasé el lunes comiendo de los besos de aquella mujer que me arrancó el corazón con el primer atisbo de sonrisa que forjaron sus labios. La besé entera, de pies a cabeza, aplicándome más si cabe en cada recoveco que su bendito cuerpo dejaba al descubierto con las caricias de mis labios. El martes el calor de la batalla se acrecentó y la guerra no tuvo cuartel durante toda la jornada. El edredón de plumas de mi habitación fue el escenario que ambos contendientes elegimos para que la desnudez de nuestros cuerpos se ensalzara en la más bella ofensiva de cuantas tuvo constancia el ser humano. Hubo pocas bajas y por una vez ganaron los dos bandos. Guerras así debería haber cada día, el mundo iría mucho mejor.
Un día después, con los primeros rayos del sol del miércoles, los besos y los mimos se transformaron en indecentes palabras que, de nuevo, llevaron directamente a que el día acabase más pronto que tarde y que de la candidez de un sol primaveral nos viésemos inmersos en la más penumbrosa noche. Poco importaba lo que pasase fuera, adentro la procesión seguía y ni la lluvia ni la nieve, ni diez mil cañones resonando en la calle podrían impedir que continuáramos a lo nuestro.

Parecía mentira que ya hubiera pasado más de la mitad de aquel lapso de siete días y que el jueves hubiera hecho acto de presencia sin ser invitado. Había que aprovechar el tiempo y desde luego que lo hicimos. El viernes santo llegó y con él el remordimiento de saber que debimos haber guardado luto en aquella santa semana. Nos reunimos de nuevo en la imparcialidad de la habitación y decidimos que la pasión de Cristo debía ser nuestra también aunque, a pesar del profundo respeto que guardamos al rito, nuestra forma debía divergir por caminos distintos a la del santísimo. El sudor impregnó las sábanas y el amor el ambiente. Bendita locura, bendito pecado mortal.

Durante el fin de semana arreció como si de una tempestad se tratase el frenesí de nuestros seres. Vimos como la magia de los días santos llegaba a su fin y como la desesperación de la separación inundaba nuestras entrañas. El lunes estaba próximo y no íbamos a dejar que viniese sin terminar los deberes, había que despedirse entre embestidas de fogosidad y lascivos arrumacos.
Una semana de pasión que dista en exceso de la que todos conocen, de la que la mayoría practican. El pecado invadió mi hogar en la época menos indicada y la conciencia me dicta ahora que pida disculpas, que encomiende mi alma a Dios y le suplique clemencia. Él sin embargo, no me podrá perdonar, exige algo que jamás podré tener ni con le podré ofrendar para conseguir su indulto: arrepentimiento. Pídame cualquier cosa menos eso.