lunes, 7 de marzo de 2011

Shakiro

No soy muy partidario de poner por aquí vídeos que son mundialmente conocidos. Me gusta intentar aportar cosas que la mayoría de la gente no ha visto, pero en este caso, no me queda más remedio que hacer una excepción. Si todavía no conocéis a este hombre ,por gentileza de Los Momentos al Pedo y de Arturo, (@ArturoDminguez) os presento... a Shakiro

viernes, 4 de marzo de 2011

Calidad Segunda

El otro día en la celebración del cumpleaños de Varu (@varumora) nos ofrecieron un bote de aceitunas un tanto peculiar...



Aceitunas rellenas de anchoas 'Calidad segunda'

Algunos me dicen que es el nombre del producto, yo me niego a pensar que haya gente que sea capaz de ponerle ese nombre a algo y después no sea automáticamente despedida y condenada a cincuenta años de cárcel. Creo que es un cartel que le han obligado a poner por precaución al consumidor de la mierda que te estás tomando, mierda que se puede ver fácilmente en las manos de Joselu (@borrellamas) el cual sostiene una aceituna con pinceladas moradas, indicando la literalidad del aviso del bote.

Calidad segunda, es lo que tiene ser pobre (me mola el slogan)

miércoles, 2 de marzo de 2011

Un libro y un café

Hace un mes más o menos escribí este relato para un concurso que organizaba Francisco de Paula (@FranciscoDPaula), un grande al que le agradezco muchísimo la ayuda que me ha prestado durante esta semana y al que recomiendo a todos que sigais en Twitter, Facebook o Tuenti y que, por supuesto, leáis su novela "Canciones para Paula", un éxito en ventas en este país.

Aunque finalmente no quedé entre los diez vencedores, creo que debía ponerlo por aquí para quien quiera disfrutarlo. Espero que so guste:

"Ella todavía dormía y, todo hay que decirlo, estaba preciosa. La ventana del hostal donde nos hospedábamos estaba abierta y por ella ululaba una suave brisa matinal que consiguió erizar su piel. Ante tal ataque, respondió atrincherándose en busca de protección bajo las sábanas. Yo la miraba sentado en la silla de madera de roble que había justo al lado de la cama. En mis manos un café muy caliente del cual brotaba un aroma opiáceo que me transportó a la más absoluta calma, secundado por supuesto, por la extraordinaria visión que tenía ante mis ojos. Estábamos en la montaña, lejos de todo el mundo civilizado y habíamos venido a ella única y exclusivamente, para comernos a besos durante un fin de semana, sólo para eso. Era todavía temprano pero no podía dormir. Me había despertado con los primeros rayos de sol y había ido a la cocina a calentar un poco de café. Ahora repito, me hallaba en esa silla columpiándome sobre las dos patas traseras y con mis ojos puestos en su cuerpo desnudo solamente cubierto en parte, por aquella traslúcida sábana. Estaba preciosa.

Sus cabellos rubios caían sobre los hombros y escondían ante los ojos de los curiosos la belleza de su espalda. Sus ojos azules permanecían cerrados impidiendo al espectador ahogarse ante la profundidad de aquel par de gemas. El lienzo de seda dejaba al descubierto la curva maravillosa de su cadera, donde su piel pecaminosa era capaz de llevar a cualquier hombre al más prohibido de los pensamientos. Le di un sorbo al café, su sabor invadió mi boca e hizo que me relamiera, estaba delicioso.

Un nuevo soplo de aire irrumpió en el lugar y ella se encogió otra vez en el colchón, intentando escapar de aquel intruso que se colaba en nuestra habitación sin permiso. En ese instante, me dieron ganar de desnudarme y meterme en la cama para hacerla entrar en calor, milagrosamente aguanté la embestida y superé la tentación.
Permanecí allí quince o quizás treinta minutos, asombrándome con la perfección de la escena. La inmaculada acuarela del norte de España, verde y floreciente de un amanecer de verano, nos rodeaba. Hacía frío, no eran más de las siete de la mañana y el sol aún no calentaba tanto como horas más tarde lo haría. Pero el cuadro inconmensurable que aquel ventanal me servía en bandeja, jamás habría podido compararse con lo que esa habitación escondía. Las paredes blancas y el marrón de los muebles sirvieron para adornar aún más aquella magnífica postal, donde una mujer desprovista de ropa guerreaba con el frío matinal. Tomé otro sorbo y volví a mirarla, estaba preciosa.

En ese momento, como en un gesto mágico, casi celestial, se giró y acarició nuestro lecho, cerciorándose de que no estaba, lo que la hizo despertar.
Aún ahora, años después, nombro a aquel instante como el más asombroso de mi vida: sus ojos se abrieron lenta, muy lentamente y se clavaron en los míos. Al ver que la observaba sonrió, sacando a relucir ante el mundo la expresión más fascinante que se pueda imaginar. Con un gesto tierno pero firme, me invitó a unirme a ella bajo las sábanas, me instigó a jugar a que el universo no nos importaba, a deleitarnos con el arte del amor y olvidar por unas horas más los problemas que este loco mundo nos presenta a diario. ‘Bendita invitación’ pensé, y sin dudarlo, me desquité la sudadera gris y los pantalones cortos que tenía puestos y me acosté junto a ella besándola con todo el amor que el corazón de un hombre puede albergar. Acaricié cada centímetro de su cuerpo que memoricé como si del mapa de un tesoro se tratase, que demonios ¡de eso mismo se trataba en realidad! Los segundos, por obra divina, se ralentizaron, como si el cosmos quisiera que disfrutásemos de ese momento para siempre. Sus labios besaban los míos y saboreaban el dulce agrado de aquel café ardiente que aún se podía palpar en mi boca. Ahí, en un hotel cualquiera en un día cualquiera, el amor más vehemente, más pasional, más mágico, más supremo y más febril que el hombre jamás vio, se hizo realidad, y no hizo falta más que el cuerpo desnudo de una mujer, un soplo de aire fresco y el aroma arrebatador de una taza de café"

martes, 1 de marzo de 2011

La hamburguesa del jefe

Madrid quedó atrás una vez más y con él, cientos de imborrables recuerdos. Los Oscar estuvieron más tranquilos que otros años aunque no por ello menos divertidos (ya os contaré otro día la historia de cómo le escupí un chicle a una chica).

Hoy, sin embargo, vengo a narraros una historia real como la vida misma que me contó Iván (@ideotto) de un amigo suyo.

El caso es que este amigo que os digo se fue de cañas con su jefe y un becario que había entrado nuevo a la empresa. A eso de las cinco de la tarde y viendo que no habían comido todavía y las cañas y los vinos empezaban a hacer su efecto, decidieron acercarse a un McDonald´s a tomarse una revitalizadora hamburguesa. Al llegar al restaurante de comida rápida, el jefe pregunta qué van a tomar, a lo que el amigo de Iván responde: "yo una cerveza únicamente". El chaval se pide la cerveza y su jefe una suculenta y grasienta hamburguesa.
Cuando todo está listo para comenzar el banquete, a su jefe le entra un apretón y tiene que ir urgentemente al baño. Nadie sabe por qué razón, el amigo de mi amigo, el cual cuatro minutos antes no tenía nada hambre, comienza a tener una sensación voraz por comer y con un par de testículos dignos de mención, abre la hamburguesa de su superior y le da un bocado ante el estupor del becario que, perplejo y estupefacto por tamaña acción, le increpa: "¡Loco! ¿qué haces tío?, es la puta hamburguesa del jefe".

Nuestro protagonista prueba la deliciosa carne de vacuno y pensando "ya de perdidos al río" se zampa toda la puta hamburguesa mientras que el becario no sabe donde meterse. A pesar de lo grande de la historia, la cosa no acaba aquí. Minutos después, el jefe regresa y ve que su hamburguesa ha quedado reducida a un minúsculo trozo de carne. Con cara de enfado mira al becario y dice: ¿qué ha pasado aquí?". El pobre chaval, descompuesto por el dilema de me la voy a cargar con mi jefe por el puto borracho este o quedar bien con un compañero, no sabe que decir y espera respuesta del culpable del cabreo monumental que tiene el tío. Efectivamente la respuesta se produce: "¿Hamburguesa? ¿Qué hamburguesa?" contesta nuestro protagonista. El becario ya a punto del suicidio confiesa: "El puto borracho este se ha comido su hamburguesa señor" mientras que el mega crack lo mira y, con cara de victoria asegurada, exclama: "mentira, has sido tú"

El puto amo

miércoles, 23 de febrero de 2011

La noche que te conocí

De entre todos los recuerdos bonitos que tengo de mi vida, sin duda alguna, guardo con especial aprecio la noche en que te conocí. Recuerdo perfectamente cada detalle:

Sería aproximadamente la una de la mañana. Fuera del bar donde el destino quiso que nos conociéramos, llovía. Era, sin embargo, una lluvia suave, casi como el rocío de la mañana que apenas acaricia tu piel y humedece tu cabello. Un suave goteo invadía las calles de la ciudad donde tuvo Dios a bien hacernos coincidir. Entraste con el pelo mojado, todo el bar, lo recuerdo como si fuera ahora, se quedó prendado de ti. Los hombres que compartían la barra conmigo comenzaron a cuchichear sobre tus ojos que irradiaron la luz más pura que jamás hubo en aquel antro. Tus labios consiguieron que los pocos especímenes del género femenino que había por allí se reconcomieran de envidia. Yo me quedé prendado, desde entonces hasta que mis dedos escriben ahora mismo estas líneas, me has tenido roto, inservible más que para quererte y servir mi vida a la inestimable causa de intentar hacerte feliz.

Anduviste hasta mí mirándome fijamente a la cara mientras que yo, que hasta entonces me las daba de valiente, tuve que apartar la vista por rubor ante tan precioso semblante. Te acercaste a la barra y pediste una cerveza. El sonido de tu voz dejó perplejo al camarero que, incrédulo de que tan bella criatura osase pisar su bar, tuvo que asegurarse con un "¿perdone?". "Una cerveza, por favor" volviste a repetir. Él seguía obnubilado pero obedeció tus órdenes como cualquier persona cuerda haría en aquel momento. Me miraste de reojo y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Un "hola" se coló en mis oídos y erizó mi piel como un soplo de aire fresco en una calurosa noche de verano. Comenzaste a hablar. Yo balbuceaba palabras inconexas y eso, por muy lamentable que me pareciera a mi, consiguió hacerte reír. Me enamoraste con el "me llamo..." y me destrozaste al decirme "¿te gustaría cenar conmigo mañana?"

Y desde entonces la vida de un hombre cualquiera, la fatua y vana existencia de un pobre mortal, se convirtió en el más placentero sueño hecho realidad. Tus caricias, tu sonrisa, tus besos, tu piel, tus ojos, tu boca, y todo tu ser; no;hicieron más que reafirmarme en el mundo, darme a entender que Dios me había postrado ante su más bella creación para luchar por ella, hacerla feliz y prestar, cual caballero andante, mi vida a defender a esa preciosa damisela. Un destino que orgulloso y prendidamente enamorado, cumplo hasta que Él me llame a su lado, a rendir cuentas y a agradecerme el haber dedicado mi vida a la más encomiable de las misiones: luchar porque seas feliz.