He de decir que me descojoné cuando lo vi sin sonido, oyéndolo casi se me caen las lágrimas
Recopilación de todo lo que veo, escribo, escucho, hago, siento y quiero... o simplemente me invento.
lunes, 25 de octubre de 2010
Un Touchdown casero
He de decir que me descojoné cuando lo vi sin sonido, oyéndolo casi se me caen las lágrimas
sábado, 16 de octubre de 2010
El amor está en todas partes
martes, 5 de octubre de 2010
El ídolo sin comparación
jueves, 30 de septiembre de 2010
Malviviendo
Y después, cuando hayáis acabado esta maravilla, echad un ojo a 'El viaje de Peter Mcdowell'
La repolla
lunes, 27 de septiembre de 2010
Puta Ley de Murphy
Me levanto esta mañana después de una noche de sueño profundo y placentero. Con una mano quitándome las legañas y con la otra rascándome el paquete, me dirijo al cuarto de baño. Enciendo la luz y me miro al espejo.
—¡La Virgen, qué pelo! —pienso.
Una mezcla entre el peinado de Son Goku, Álvaro Benito y Maki Navaja transforma mi cara en una especie de nueva tez desastrosamente fea (y no, no es lo normal, cabrones). Pienso: "Bah, si total, para estar aquí no me peino. Después me ducho antes de ir a la facultad".
Pasa la mañana. Tras varios capítulos de Friends (la octava temporada es vomitiva), me entra hambre y decido ponerme a cocinar. La grasa, el humo y el aceite se me pegan en las gafas, produciendo una especie de costra asquerosa en los cristales. Todo completo, vamos.
En ese mismo instante, y con el capítulo más desastroso de la mejor serie de la historia de fondo, llaman a la puerta. Pienso que es mi hermano o algún NI-NI, así que contesto con voz de camionero (aún no había pronunciado ni una sola palabra en toda la mañana):
—¿Quién es?
No recibo respuesta…
Me levanto y miro por la mirilla. Una diosa increíble, ataviada con una camiseta blanca y unos pantalones muy muy cortos, está justo enfrente.
“Dios… ¿qué hago?”
Corriendo, cojo una camiseta del suelo y, de una patada, mando mis calzoncillos, mis pantalones y mis zapatillas (todo de una) a un rinconcito fuera de su vista. Me acerco a la puerta y recuerdo que tengo en la cabeza un auténtico "gato enfadado". Entro al baño e intento peinarme, pero es imposible: solo el agua puede arreglar ese desastre.
La chica se empieza a impacientar; sabe que hay alguien dentro por el sonido de Friends y porque ya he contestado. Me veo obligado a abrir sí o sí. Me echo una manguzá de agua e intento peinarme lo mejor que puedo.
Abro la puerta y ahí está: preciosa, iluminada por la luz de la ventana del pasillo. Me dice:
—Hola, perdona… ¿me podrías dar un poco de sal?
¡Vamos, no me jodas! ¿¿Te cachondeas de mí?? ¿¿Dónde está la cámara??
—Claro, un momento —le contesto.
Me giro, me doy con el armario y ella se descojona. Todo es demasiado lamentable. Le doy el salero entero y le digo:
—Coge lo que quieras… y ahora me lo traes.
Se marcha. Entro al baño a ver qué demonios ha visto mi amiga. La imagen es dantesca: un tío con el pelo mojado y desastroso, camiseta empapada, gafas llenas de grasa… Lamentable.
Pero no queda ahí la cosa. De repente, vuelve a sonar el timbre. Efectivamente, es ella. Viene a devolverme el salero.
Sabiendo lo ridículo de la situación, no me quedan más cojones que volver a abrir la puerta y mostrarle, una vez más, mi fealdad absoluta. Esta vez ni la miro a los ojos. Me da las gracias y se va.
Esa ha sido mi mañana. Verídica al 100%, aunque suene demasiado lamentable como para creerla.
Me voy a seguir llorando.