Decidí, hace unos días, esperar
al pitido final contra el Valencia para lanzarme a escribirle a Álvaro unas
líneas de despedida. Quería empaparme bien de textos, imágenes y de los sonidos
de la gente, del estadio y de los medios de comunicación antes de expresarle
yo, desde este humilde blog, mi más profundo agradecimiento. Esta vez no
recurriré a ninguna de las páginas madridistas donde tengo el orgullo de
colaborar, espero que ellas y sus respectivos directores me disculpen, pero para
mí el final del encuentro de ayer significó mucho más que la marcha de un gran
jugador de fútbol o un ejemplo de profesionalidad. A mí, desde anoche, se me ha
ido del vestuario del Real Madrid un amigo, un referente y una de las personas
que más orgullo me producen en el mundo entero.
Quería agradecerte, Álvaro, lo
magnífico jugador que has sido. Aportaste consistencia, rudeza y sensatez a una
banda derecha endeble y alocada. Dentro del campo, supiste hacer lo que sabías
y traspasaste al equipo las virtudes que tú tienes como futbolista, nada más ni
nada menos. Nunca quisiste sobrepasar tus límites, ni comprometiste a nadie con
un pase fallido, un regate a destiempo o una virguería sin venir a cuento, y
eso te valió la confianza de Luis Aragonés, Del Bosque, Pellegrini o Mourinho
entre otros. Le joda a quien le joda, moleste a quien moleste.
En el apartado colectivo, tantos títulos que ahora sería difícil repetir de memoria; en el personal, más de doscientos partidos con el equipo de tu vida y temporadas (más de una, de hecho) en las que sumaste más asistencias y goles que, por ejemplo, Andrés Iniesta. Sólo con eso, ya merecerías cualquier homenaje.
En el apartado colectivo, tantos títulos que ahora sería difícil repetir de memoria; en el personal, más de doscientos partidos con el equipo de tu vida y temporadas (más de una, de hecho) en las que sumaste más asistencias y goles que, por ejemplo, Andrés Iniesta. Sólo con eso, ya merecerías cualquier homenaje.
Sin embargo, creo que ayer el
estadio Santiago Bernabéu al completo se puso en pie para aplaudirte no sólo
por lo que hiciste en ese césped sino, ante todo, por lo que ayudaste fuera de
él. Has sido el escudo donde rebotó todo el odio y la visceralidad de nuestros
enemigos. Interceptaste con tu propio cuerpo los ataques de los hostiles al
Madrid, esos llegados de la periferia y las redacciones deportivas. Te has
peleado con el mundo por el club aunque haya habido veces en que ni el club se
haya querido enterar. No te importó quién estuviese en el banquillo, mataste
por todos ellos y, en alguna ocasión, moriste un poco también. Me consta. A ti,
capitán, no te importó nada más que ese escudo redondito con corona y muchas copas de Europa y por él recibiste tantos
disparos que las balas ya te pasaban por los agujeros de las anteriores. Nunca
olvidaré esa frase y nunca te estaré lo suficientemente agradecido por ella.
Dibujo del siempre genial @gesiOH
Por último y como te he dicho ya
demasiadas veces, no podré agradecerte jamás todo lo que has hecho por mí a
nivel personal. Estuviste ahí cuando únicamente quise darte la mano y nos diste
a mí y a los míos un cariño que no olvidaré. Gracias, de corazón, por la
paciencia, la generosidad y el afecto con que me has acogido desde siempre.
Gracias, de verdad, por todo lo que me has dado dentro y fuera del campo, por
todo lo que has hecho por mí desde aquel día en que homenajeamos a Raúl en
Madrid. Gracias, desde lo más profundo de mi alma, por no rendirte, por luchar
por el equipo que amo desde el mismo día en que nací, por tu generosidad y tu cariño,
por tu entrega y sacrificio y, sobre todo, por tu madridismo incondicional.
Pasarán años, décadas o toda una vida y nunca podré devolverte tanto aunque, no
te quepa duda, no haré otra cosa que intentarlo.
Ayer, el estadio más importante
del planeta ovacionó a un señor que llegó sin hacer ruido y se marcha dejando
huérfana a una grada que lo enalteció como líder. A todos aquellos que se echan
las manos a la cabeza por la despedida que ha tenido Álvaro Arbeloa les diría
que, en esto del fútbol, no siempre el mejor se lleva el cariño de la afición,
no siempre el que más goles mete o el que más detiene se lleva la gloria,
porque hay una cosa que el aficionado medio valora mucho más que eso: la
entrega, y en eso, en entrega, no hay absolutamente nadie comparable a ti,
espartano. Gracias por la sangre y el sudor derramados, ha sido un orgullo
luchar a tu lado.
Nos vemos pronto. Gloria eterna
al ‘diecisiete’… y Hala Madrid.