En EEUU (sí, allí... dónde si no) hay una plataforma/programa que se encarga de cumplir los deseos de niños con enfermedades graves (Podéis ver la página web de la fundación Make a Whis aquí). Uno de esos chavales tenía una ilusión muy particular, convertirse por un día en Batman. Y a veces, muy de vez en cuando, los deseos se cumplen... y a él le ayudaron a cumplirlo. Mágico.
Recopilación de todo lo que veo, escribo, escucho, hago, siento y quiero... o simplemente me invento.
miércoles, 22 de enero de 2014
martes, 14 de enero de 2014
La previa del beso
De todos los momentos maravillosos que nos regala la vida, la previa del primer beso ocupa, sin duda, un espacio especial en el pódium. No habló del beso en sí, de ese primer contacto entre los labios de una pareja que, tras mucho desearlo, consigue unirse por fin en el acto de cariño más universal que se conoce. Yo vengo a ahondar en el momento preliminar, en ese instante de incertidumbre anterior en el que te encuentras a poco más de cinco centímetros de su boca y sabes al noventa y nueve por ciento que sí, que la vas a besar. Sin embargo, ese segundo encierra en sí mismo un ínfimo porcentaje de fracaso, una leve posibilidad de error en lo que parece un trabajo concluído, que lo hace tan especial. Y ahí, sin duda, reside todo su encanto... en el temor a fallar.
Porque el hombre necesitan de la duda y el miedo como del comer, por eso ese instante emociona tanto. Ahí te encuentras, cientos de miles de palabras después, con una mujer al borde del abismo que la separa de la ensoñación y el engaño que tú le has creado entre copas y verborrea, del punto en que decide que no, que no está preparada, que es tarde o que está cansada. Puedes ver la meta a lo lejos y la línea de fondo acercándose más y más, pero todavía existe riesgo de que tropieces y caigas. Un movimiento brusco, y ella puede asustarse como un cervatillo al escuchar el sonido de una escopeta; demasiado lento y, quizá, le dé tiempo a reaccionar ante tus patrañas. Ojalá existiera una licenciatura para ese breve periodo de tiempo, tendría, a buen seguro, mucha más utilidad que la de periodismo.
Pero volvamos a lo que nos acontece.
Como decía: allí la tienes, frente a ti, parcialmente ruborizada porque has conseguido que llegue a una situación que ella probablemente ni se imaginaba. Y sí, parece que también lo desea. Comienzan las caricias, las miradas y los susurros (pocas cosas hay más maravillosas que un susurro existen en el mundo) y, poco a poco, te acercas a ella. Sus ojos te miran y una media sonrisa se dibuja en su cara. La red está echada y ahora, por desgracia, sólo queda rezar. Pero nadie sabe por qué, un ángel de ese calibre no huye despavorido, sino que se queda quieto esperando tus labios y, no contenta con eso, los recibe de buena gana y les devuelve el beso. Su mano se pierde por detrás de tu cabeza y comienza a acariciarte el pelo con suavidad. Ahí comienza el ósculo como tal, ese gesto del que tantos libros se han escrito y que tan merecidamente ha sido llevado a la gloria por poetas mucho más doctos que yo. Pero hoy, en esta fría noche de invierno que ya se aproxima a su fin, quise dejar constancia de uno de los grandes olvidados por la literatura mundial y que merecía un homenaje. Y es que, amigos, sólo hay una cosa mejor que el instante previo al primer beso: todos los que vienen después.
martes, 7 de enero de 2014
El denostado Balón de Oro
Cada año por estas fechas el
debate de lo deportivo cae en un ostracismo tristemente habitual, aburridamente
repetitivo y totalmente improductivo. Las grandes ligas y las primeras
potencias futbolísticas vuelven cada invierno a la misma disputa, a esa pelea
encarnizada por ver quién se lleva uno de los galardones más subjetivos y
faltos de rigor que se otorgan a nivel individual en el terreno deportivo, el
Balón de Oro.
Desde principios de noviembre
hasta comienzos del mes de febrero (en algunos casos antes y en otros también
después) las tertulias vuelven de nuevo a dirigirse a analizar quién es el
favorito para conseguir la presea, por qué lo ha merecido y en qué debemos
basarnos para dirimir tamaña cuestión. Por si fuera poco con esta repetición de
conceptos, en los últimos años casi siempre han estado presentes también los
mismos candidatos, cosa que, si cabe, hace aún más cansina la cuestión.
Hablar del Balón de Oro es
referirse a un premio votado por corresponsales de France fútbol (hasta 2009),
capitanes y seleccionadores nacionales. Es hablar de una condecoración parcial
y subjetiva nacida del criterio de tres ramas importantes del mundo balompédico
que, sin embargo, no basan en la mayoría de los casos sus votaciones en juicios
palpables y rigurosos como veremos a continuación. Describir al citado galardón
viene a querer otorgar propiedad a un premio intangible, seriedad a una retribución
politizada y mérito a una compensación que premia algo tan personal, individual
y si me apuran imposible, como es querer averiguar quién es el mejor jugador
del planeta.
Por todo esto, existe una serie
de hechos que demuestran o al menos ponen sobre la mesa que el citado premio se
fundamenta en unos cimientos que impiden que sea tomado con la seriedad que la Federación Internacional de Fútbol Amateur (FIFA) quiere y desea transmitir:
1- Ausencia de criterios claros y concisos para la elección: No existe
en la actualidad criterio alguno basado en números, hechos o datos rigurosos
por el que los votantes del Balón de oro puedan otorgar sus puntuaciones. Bien
es cierto que la organización apremia a los electores a fijarse en una serie de
actuaciones personales antes de emitir su voto. La FIFA habla de méritos
basados en la clase del jugador, su
carrera profesional y la personalidad y carisma que posee, lo que lleva a
preguntarse, ¿cómo se mide la clase de un jugador y en qué se diferencia la
personalidad de uno u otro? ¿Cómo diferenciar la calidad de Messi o Cristiano
Ronaldo? ¿En qué basarse para tomar esa decisión? ¿Cómo un capitán o un
seleccionador puede fundamentar racionalmente su voto para elegir el carisma y
la personalidad de un futbolista? ¿Cómo se calcula eso? ¿Es acaso mejor el temperamento
de Ribery que el de Neymar? ¿En qué nos basamos para afirmarlo?
En efecto, la FIFA busca una
medición insostenible, virtudes que nada que tienen que ver con la decisión
final de lo que se vota y el por qué se vota. ¿Acaso el carisma influye en que
un jugador sea mejor o peor dentro del campo? Por eso, de todas las premisas en
las que la federación hace hincapié, únicamente podríamos tomar la de resultados obtenidos individual y
colectivamente durante el año, como la mínimamente palpable y medible. Ahí
sí se pueden comenzar a solventar objetivamente (más o menos) puntuaciones,
pero ¿es eso justo?, en opinión de quien les escribe, no. El porqué de mi
razonamiento es simple aunque la conclusión desprestigia por completo el fin
último del premio: es muy difícil medir el mérito individual en razón a una colectividad.
Si por la unión de méritos colectivos se ha de repartir el galardón no sigan
ustedes leyendo, dénselo a Frank Ribery este año, nadie merece más el Balón de
Oro que alguien que ha conseguido los tres títulos más importantes a los que
aspiraba. Sin embargo, ¿es mejor jugador el francés que los otros dos grandes
favoritos a llevárselo? Efectivamente, de nuevo llegamos a la conclusión final
de que no es posible comprobarlo, ni mucho menos y, en el caso de que así
fuera, la respuesta sería un rotundo no.
viernes, 3 de enero de 2014
Noche de reyes
Los nervios lo atenazaban como si de un muchacho de cinco años se tratase. Entró en la casa sabiendo que su regalo lo esperaba en la habitación, a oscuras y sin hacer ruido. Anduvo por los pasillos intrigado con la sorpresa que le aguardaba pocos metros más allá y permaneció callado a la espera de que alguien o algo produjese el primer atisbo de sonido. No ocurrió nada.
Se encontraba en el umbral, la puerta permanecía entreabierta y la luz roja producida por el brillo de un viejo radiador abrillantaba el ambiente. Sin más dilación abrió la puerta y, por fin, la vio. Estaba de pie junto a la cama, envuelta en un papel de regalo a modo de fina lencería color azabache. Su cuerpo se transparentaba entre esa tela fina y delicada y dejaba entrever las curvas de su anatomía. Su melena morena caía por sus hombros y sus ojos, verdes como la turmalina más pura, se clavaban, lascivos, en los suyos. Al verlo entrar se tumbó en la cama y esperó a que aquel muchacho tiritante se atreviese a abrir el presente que en esa noche de reyes el mundo se había conjurado para obsequiarle. Él se acercó poco a poco hasta que se hubo puesto frente a ella y comenzó, con más maña que fuerza, a desliar aquel lazo que ataba su refinado atuendo y que no tardó mucho tiempo en desliarse. Bajo el papel cuché de ese pecaminoso regalo, se abrió un cuerpo que se estremeció cuando los dedos de aquel curioso hombre comenzaron a explorar cada poro de su piel. Y ahí, en aquel preciso instante, quedaron desterrados los demás presentes, y la Navidad tocó a su fin recordando más a una tarde calurosa de julio que al frío gélido que resoplaba tras una ventana sudorosa y empañada a causa de dos amantes que comenzaron prestos a disfrutar como niños malos de los regalos que los reyes magos les habían dejado creyendo que se habían portado muy bien.
viernes, 27 de diciembre de 2013
Mi carta al 2014
Querido 2014:
Ya casi te veo asomar por la esquina, queda poco para que
estés aquí con nosotros, para que comience tu reinado de 365 días, de 8760
horas, 525600 minutos y no sé cuántos segundos más. Nos encontraremos en una
noche de uvas y cava y nos despediremos meses después comiendo y bebiendo lo mismo. Entre medias
vendrán días de tristeza y alegría, de lágrimas y sonrisas, de frío y calor, de
noches en vela y sueños profundos... Todo eso lo viviremos tú y yo junto con
tantas personas que seguramente también querrán pedirte mil y una cosas. Hoy,
si me permites, tomo la palabra yo y ahí va mi lista de deseos.
Lo primero que me gustaría es que
mejoraras el reinado de tu predecesor, que recordemos tu legado como el del año
que la crisis comenzó a quedar atrás, el del que todos encontramos trabajo y de
nuevo el país comenzó a ver la luz al final del túnel. Que los que peor lo pasan
por una vez sean los que más sonrían, que nadie vuelva a tener necesidad y el
hambre sólo sea una palabra que se utilice en las frases que acaben en ‘de ti’
o ‘de tus besos’, nunca en otra cosa. Te pido, en un acto de egoísmo patente,
por mí y, sobre todo, por los míos. Que no les falten besos y caricias, días de
esos en los que te duele la barriga de tanto reír; salud, muchísima salud,
jornadas de libros y buen cine, conversaciones con amigos y alguna que otra
lágrima de emoción y ternura. Que haya momentos malos, por supuesto, porque sin
ellos los buenos que has de traer no serán tan memorables como te pido que
sean. Que el 2014 sea recordado dentro de medio siglo por todos nosotros como
el año en que cumplimos ese sueño o encontramos al amor de nuestra vida, que te
recuerden más por lo bueno que por lo malo, aunque traigas en tu zurrón ambas
cosas.

Me gustaría que nos trajeras a
todos un beso más de los que hemos dado en este 2013 y diez mil más de los que
nos dieron. Un país que no se avergüence de serlo, una clase política alejada
de la inmundicia y un mundo un poco menos indecoroso. Sí, lo sé, a veces pido
demasiado… pero oye, es de lo poco gratis que queda, que no digan que no lo
intenté.
Quiero la felicidad máxima para
ella, que no le falte jamás de nada aunque yo no se lo pueda dar, el mayor de
los éxitos para todos mis amigos, que el mundo sea sólo una palabra y no una
distancia insalvable. Que se casen en bodas bajo cielos azules como el mar, que
bebamos por su salud y por ese amor verdadero de cuento de hadas que parece
haber desaparecido pero que yo sé que existe, porque no me imagino una vida sin
querer tanto que duela y que te duela tanto querer que no puedas anhelar otra
cosa en tu vida. Que amemos mucho más cada día y que nos amen aquellos que nosotros amamos… y los que no, también.
Te pido más veces de migas y de
amigos, de paella y de ella, de partidos en abierto y de viajes, de kilómetros
de distancia y que la distancia nunca me separe de tantos que se tuvieron que
ir y que extraño cada día. Te pido botellas de champagne descorchándose y
serpentina de colores zigzagueando por el cielo, vestidos blancos y faldas
largas, días de sol y calor y de lluvia y manta, de cuerpos desnudos y jerséis
de cuello vuelto, de viajes a Madrid y partidos del Madrí, de música en los
oídos y gemidos en la oreja, de tanto bueno por vivir que queramos que el siguiente
día comience ya, y también que las noches no terminen nunca.
Sé que es mucho, pero lo que te decía antes, por pedir que no quede. A ti y a tu buena voluntad os dejo la potestad de elegir qué vais a traernos, cuándo y cómo lo vais a hacer. Yo te dejo mi carta y te agradezco por anticipado lo bueno y lo malo que vaya a venir, sólo me gustaría que lo que sea, sea con los míos, juntos a ellos siempre todo se verá más blanco, de eso no me cabe duda. Feliz año, querido, nos vemos pronto.
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