jueves, 28 de febrero de 2013

La noche de Rodrigo

Rodrigo llegaba cansado a casa, había sido un día muy duro. Eran casi las ocho de la tarde y no había parado en todo el día. Se había levantado bien temprano para ir a la escuela, había pasado allí casi todo el la jornada y, no contentos con eso, sus padres lo habían obligado después a ir a música y más tarde a natación. Estaba agotado.

Entró en casa arrastrando la mochila donde llevaba la ropa húmeda de la piscina y se sentó en el sofá. Inmediatamente cayó en la cuenta de que debía sacar el bañador y la toalla fuera para que se secaran o su madre le echaría una buena regañina. ¡Qué duro era tener nueve años! los mayores se aprovechaban de él siempre y no tenía otra opción que obedecer. 

Poco después mamá lo llamó para cenar. Una sopa caliente para entrar en calor. Eran las nueve de la noche. A Rodrigo se le cerraban los ojos en la cena, estaba profundamente cansado después de un día de no parar. Sus padres intentaban sonsacarle algo de conversación pero era tarea imposible. A las nueve y media terminaron de cenar y el pequeño decidió que ya era suficiente por hoy. Se lavó los dientes y se puso el pijama. Se dirigió serio al salón y con tono melodramático dijo: "Papá, mamá... hoy ha sido un día muy largo y duro, me voy a dormir para poder descansar" sus padres se empezaron a reír. Él, enfurecido por la falta de respeto que mostraban, dio media vuelta y se marchó a su habitación. "¿Por qué se reirán de mi?" se preguntaba. Inmediatamente cayó en la cuenta de que quizás les había parecido chistoso que alguien tan pequeñito y con un pijama azul de payasos estampados se presentase tan formal a decir lo que había dicho. "Nunca me tomarán en serio" se dijo desesperanzado.

Pero ya todo había acabado, estaba en la cama. Odiaba los primeros cinco minutos allí porque las sábanas estaban heladas, como si todo el calor de la casa no pudiera entrar en aquel lugar. Empezó a echar el vaho caliente de su boca con la esperanza de que se calentasen y, poco a poco, lo fue consiguiendo (aunque no precisamente por lo que él creía). Pasaron los minutos y el pequeño no podía dormir ¿cómo era posible que el sueño tremendo que había tenido minutos antes se hubiese esfumado? le faltaba algo por hacer, estaba seguro pero, ¿el qué?
Pasó casi una hora hasta que por fin, supo qué era. Sentía tanta rabia que se autoimpuso que no, que no iba a hacer esa última cosa antes de dormir, no podía caer tan bajo. Tenía ya nueve años y no iba a consentir que lo tomaran como un niño pequeño todavía. Se dormiría sí o sí y costase lo que costase.

Pasó otra media hora o tres cuartos más y el niño seguía sin dormirse. Agotado y pensando en que más pronto que tarde el despertador sonaría de nuevo para obligarlo a levantarse en otro duro día, decidió que tenía que ceder y completar su ritual, sino jamás se podría dormir.
Con rostro serio y mirada firme se levantó de la cama y se dirigió de nuevo al salón donde sus padres seguían viendo la televisión. Lo vieron aparecer y ambos sonrieron, como buenos padres ya sabía que pasaba.
-¿Qué pasa Rodri? - comentó papá
- Vengo a daros el beso de buenas noches... sino no me puedo dormir.