lunes, 31 de agosto de 2009

Cosas de la Pampa (Volumen IX)

Eran las 9 de la mañana, hora argentina, y dormía en el sofá cama del salón. Ya había oído los ruidos y el ajetreo típicos del día de la partida, pero, como siempre en esos casos, había decidido ignorarlos y seguir durmiendo un rato más. Unos minutos después, mi madre me levantó y me dijo que me preparara, que nos íbamos. Y era verdad, nos íbamos.

Ya con todo listo y con el coche de Mario, de Toni y de mi tío Javier en la puerta, nos montamos todos y salimos con destino a Ezeiza (el único aeropuerto del mundo que se escribe con “z” y se pronuncia con “s”).

Son esos días en los que te vas fijando en todos los detalles de la calle, en detalles que vas a echar de menos, aunque no en todos los casos sean agradables. Con la radio de fondo y un atasco del copón, voy abandonando poco a poco —y aún sin darme cuenta— un país maravilloso.

Ya en el aeropuerto, aprovecho para hacer las últimas tontunas con mi fiel compañero de tontunas. Facturamos y hacemos todos los trámites burocráticos. Pasa el tiempo y, cuando me doy cuenta, ya estoy montado en un avión que ni siquiera te deja ver por última vez el paisaje del país donde he vivido los últimos 25 días. En un momento, ya estoy volando y dejo atrás Argentina.

La llegada, la emoción de volver a ver a papá o a los amigos, todos sabéis que existe. Pero hoy, escribiendo en este blog, me gustaría dejar constancia de la tristeza que da dejar a toda aquella gente maravillosa que vive a muchos miles de kilómetros, pero que está muy, muy cerca de mí.

"Nunca me fui", como dice Sole en su canción.
"Aún huelo el asado del abuelo,
aún veo la casa llena de gente,
aún siento vuestros abrazos, besos…
y siempre, siempre, os llevo conmigo."

Adiós, mi Pampa querida.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Cosas de la Pampa (Volumen VIII)

Y es que tienen cos s que te dej n con el culo bierto estos rgentinos.

Son l s 00:10 hor rgentin (en Esp ñ l s 5:10) y c bo de lle r de mi último p seo por l precios ciud d de Buenos ires. Vengo del cine. Hemos ido mis tres rgentinit s preferid s, mi herm no y yo y lo mejor (comp ñí p rte), l películ .

El secreto de sus ojos, es l últim pelicul del geni l Ju n José Camp nell (El Hijo de l Novi ) y es sincer mente, espect cul r. No soy crítico y Dios quier que nunc lo se , pero he de decir que est pelicul h entr do direct mente en el top tres de mis pelicul s f vorit s, cos que por l c ntid d de películ s que he visto, es muy dificil. Une comedi , mor y suspense; l s tres cos s neces ri s p r que un l rgometr je se perfect . dem s cuent con Ric rdo D rin y sobre todo, muy por encim de todo, con un Soled d Vill mil I-M-P-R-E-S-I-O-N- -N-T-E. Dese ndo estoy que l estrenen en Esp ñ p r verl y posteriormente compr rl . Muy recomend ble, muy bonit , muy... rgentin

PD: vosotr s, mis tres rgentinit s, os mo

martes, 25 de agosto de 2009

Cosas de la Pampa (Volumen VII)

Paseando por Buenos Aires he descubierto una sucursal de las famosísimas "Empresas P" de España (os refresco AQUÍ a memoria a los que no sepan que son, a parte os digo imbéciles porque me apetece)


Se hacen llamar "Empresas E" pero han copiado el logotipo y la función de las anteriores...¡que copiones estos Argentinos!

domingo, 23 de agosto de 2009

jueves, 20 de agosto de 2009

Cosas de la Pampa (Volumen V)

Y aunque no os lo creáis, no he estado todo el viaje viendo videos de pelotudeces, también he hecho mis visitas culturales por el gran Buenos Aires. Aquí tenéis la prueba:

El monumento a Colón



La Bandera Argentina flameando. Tras ella ella, la Casa Rosada (Palacio Presidencial)



La Casa Rosada





El Congreso



El Banco de la Nación



El Obelisco





La Boca



El Puente de la Mujer, de Santiago Calatrava



El Teatro Colón (en Obras)



La Avenida 9 de Julio (la más ancha del mundo)





Las fotos están tomadas desde el Bus turista con un móvil, así que comprended que no son de la mejor calidad, aún así espero que os gusten. Chau

martes, 18 de agosto de 2009

Cosas de la Pampa (Volumen IV)

El paraíso existe y estoy en él. ¡¡¡Heineken de 1 Litro!!!



Parece mentira pero no lo es



No se ve muy bien, pero es un litro

sábado, 8 de agosto de 2009

Cosas de la Pampa (Volumen I)

Y llego aquí y todo es distinto, todo cambia y a todo hay que acostumbrarse



Coca Cola de 2,5 litros. También hay cubas de cinco mil pero eso solo para ocasiones importantes.



Y esto ya pa´cagarse. La Fanta de naranja más 'naranja' que jamás he visto. No exagero cuando afirmo que bien podría estar hecha con la cáscara misma de la naranja. De verdad, un color que no creeríais.



Así que nada, ya iré subiendo cosas de este país para que lo vayáis conociendo. Cuidaos y disfrutala boludo

jueves, 6 de agosto de 2009

El viaje de ida

Eran las 10 de la mañana y ya mi padre me gritaba desde la cocina que me levantase, que nos íbamos en breves momentos. Yo, aún entre el difícil camino del sueño y el mundo de los vivos, me levanto pensando que quizás se nos hacía tarde. Tenía el vuelo a las 16:00 y debía estar en el aeropuerto a eso de las 14:30 para facturar y demás. Evidentemente, no se nos hacía tarde, pero bueno, uno ya se acostumbra a sus padres, qué remedio.

Desayuno y, tras algunas gestiones burocráticas, cogemos el coche y nos vamos (mi papá y yo) hacia el aeropuerto de Alicante. A las 13:00 estábamos allí sentados, aburridos y con sueño, esperando durante una hora más a que se abriese la facturación de las maletas (no os preocupéis, ya me encargué de recordarle bien a mi padre que “a lo mejor nos faltaba tiempo”).

Vuelo de Alicante a Madrid y se me pasa volando, tanto como cerrar los ojos y abrirlos en Barajas. Así da gusto viajar. Allí, después de casi 5 horas sin compañía “real” (ya que Vinuesa me deja tirado cual perro pulgoso en medio de la calle y nadie se dignó a visitarme), finalmente me quedo con Pérez-Reverte y el móvil, sin saber muy bien cuál de los dos es más agradable. Al final, y tras mucho, mucho, mucho esperar, cojo mi vuelo para cruzar el océano.

Dormí. La verdad es que no puedo decir que estuve viendo todo el rato lo maravilloso que es cruzar el Atlántico de noche, porque me pasé casi todo el viaje con Morfeo en su reinado (qué poético me ha quedao eso). Pero sí lo disfruté. Y lo disfruté porque estuve despierto y plenamente consciente en los momentos más importantes, más agradables y más bonitos del vuelo (aún no sé cómo hay gente que le teme a volar). Estuve consciente en el despegue, cuando el avión tomó altura, se alejó de Madrid y me ofreció una vista increíble: la de mi segundo hogar desde el aire, alejándose de tierra y transformando el bullicio, el estrés, los coches, los edificios y hasta la gente en meras luces de Navidad. Precioso.

Minutos después del despegue y ya surcando el firmamento, veo cómo, poco a poco, nos acercamos a la luna. Una luna casi llena a la que nos arrimamos como queriéndola tocar, pero ella (qué estúpida, la tía) se mantiene distante y solo se digna a dejarnos verla desde otra perspectiva, esta vez dejando las nubes bajo nuestros pies.
Entonces me dormí. Fue un sueño largo y, aunque no excesivamente cómodo, sí muy gratificante. La nana que me cantaba el sonido de los motores me llevó a esa sensación —una de las mejores del mundo— que te hacen sentir los viajes por la noche. Con el cielo oscuro y ese poquitín de frío con el que te acurrucas para conseguir un poco de calor que te proporciona el más delicioso placer.

Finalmente, llegamos. Y no es que fuera un viaje corto —fueron casi 13 horas—, pero llegamos. Todo tiene su final, y este era el de mi primer viaje a Argentina en solitario. Creo que me quedo con este momento: la llegada. Por megafonía se nos comunica que estamos llegando a Buenos Aires. Yo abro la persiana del avión, pero no se ve nada, solo oscuridad. ¡Vaya robo!, pienso. Sigo mirando, impaciente por observar algo, pero nada. ¡A mí me han “timao”!
La impaciencia es quizás la culpable de que después, cuando por fin pasa lo que deseas, te guste todavía más.

Ahí, de repente, y pegado a una oscuridad que resultó ser un río, aparecen miles de millones de lucecitas en el espectáculo más grande que jamás he visto. Un macrobelén de Navidad se alzó ante mis ojos y el avión, en conjunto, soltó un: “oooooh”.

Precioso. Solo se puede definir así. Quise hacer una foto (mucha gente la hizo), pero no llevaba la cámara encima (gran error, lo sé), así que no puedo ofreceros una panorámica increíble. Seré egoísta y me la guardaré en mi retina, para siempre.

Finalmente, el aterrizaje. Con un poco de tensión —como todo el mundo tiene cuando se va a aterrizar (y el que diga que no, miente)— y, al final de todo, aplausos. Eso solo se ve aquí: la gente aplaude contenta por haber llegado a casa, una casa que muchos llevan sin ver meses o incluso años. O quizás solo sean aplausos por haber llegado a tierra y no habernos quedado allí con los tiburones, quién sabe.