De un libro de Ruiz Zafón, me quedo con uno de los fragmentos finales
Recopilación de todo lo que veo, escribo, escucho, hago, siento y quiero... o simplemente me invento.
viernes, 10 de mayo de 2013
miércoles, 8 de mayo de 2013
Una triste historia de amor
La anciana sujetaba la mano de su
esposo mientras le leía con voz suave y dulce las últimas páginas de su libro
preferido. Él languidecía postrado en la cama sabiendo que su enfermedad le impedía más que esperar junto a su amada, la mujer con la que había
pasado los últimos cuarenta y cinco años de su vida, a que el terrible momento
de la partida final llegase.
Las palabras de sus mujer salían a cuentagotas de sus labios, pronunciando hasta la última de las ‘eses’ que rara
vez alguien decía en aquella región española. En ese momento la interrumpió:
"Mi amor, mientras tú mano no me suelte y tus palabras calmen mi dolor, yo no me moriré".
Ella, emocionada por aquel
comentario, tuvo que hacer un esfiuerzo titánico para aguantar un llanto que
tantas y tantas noches atrás había brotado de sus ojos cuando él no la veía. El
dolor que soportaba su marido, brutal y absolutamente físico, no podía compararse con el que
ella llevaba en lo más profundo de su corazón y que, según creía, quintuplicaba
al que cualquier cuerpo enfermo y dolorido puede llegar a sentir.
Las horas pasaron y las palabras
se iban acabando como los copos de nieve de aquel invierno tortuoso que daría
en pocas semanas paso a una primavera tremandamente colorida. El ciclo de la vida
se completaba una vez más, sin importarle quien o quienes tuvieran que sufrir
sus consecuencias.
El cansancio fue haciendo mella
en los dos y él le rogó que le alcanzase un vaso de agua para saciar su sed, a lo que su fiel
compañera no pudo negarse. Anduvo hasta la cocina de la casa con la jarra en la
mano y abrió entonces el grifo para llenarla. Cuando hubo terminado se dio media vuelta para
regresa a su labor y fue en ese preciso instante cuando un escalofrío de terror invadió su cuerpo agotado. La jarra se
destrozó en mil pedazos en el frío suelo de adoquines y ella, a sus ochenta y
siete años, corrió hacia su marido ahora sí, con los ojos empapados en lágrimas
del más romántico dolor. Recordó esa frase que su marido había dicho hacía pocas horas y cómo ella, agotada y servicial, había soltado la
mano tal y como él le dijo que no hiciera y ahora ya era demasiado tarde.
El cuerpo yacente de aquel hombre
sin vida seguía encima de aquella colcha que tantas noches de pasión había
presenciado y el destino quiso que esa noche se enterraran en la misma tumba el
corazón de un hombre enfermo y el de una mujer que no aguantó la vida sin él.
jueves, 2 de mayo de 2013
Microcuento (I)
-Que fuerte tia, estábamos en la cama y de repente me lo soltó.
-¿El qué? - contestó su amiga.
-Pues eso, ¿qué va a ser? - replicó ella.
-¡¿De verdad?!.
- Sí - asintió - que me quería, que se había enamorado de mi.
-¿Y que le dijiste? - preguntó otra de ellas.
-Fue patétitco tia, me quedé sin palabras y sólo le pude contestar con un mísero 'gracias'.
-¡¿Gracias?!, ¿y qué te dijo después?.
-Me contestó: "no, gracias a ti por hacerme el hombre más feliz del mundo y por llenar una vida que hasta el primero de tus besos estaba más vacía que la sala de trofeos del Atleti".
-...
-...
-¿Y?.
-Pues desde ese momento creo que empecé a enamorarme de él.
-¡¡¡Pero si tú eres del Atleti!!!.
-No, ya no... ahora sólo soy de él.
-¿El qué? - contestó su amiga.
-Pues eso, ¿qué va a ser? - replicó ella.
-¡¿De verdad?!.
- Sí - asintió - que me quería, que se había enamorado de mi.
-¿Y que le dijiste? - preguntó otra de ellas.
-Fue patétitco tia, me quedé sin palabras y sólo le pude contestar con un mísero 'gracias'.
-¡¿Gracias?!, ¿y qué te dijo después?.
-Me contestó: "no, gracias a ti por hacerme el hombre más feliz del mundo y por llenar una vida que hasta el primero de tus besos estaba más vacía que la sala de trofeos del Atleti".
-...
-...
-¿Y?.
-Pues desde ese momento creo que empecé a enamorarme de él.
-¡¡¡Pero si tú eres del Atleti!!!.
-No, ya no... ahora sólo soy de él.
jueves, 25 de abril de 2013
El sueño
Dormía plácidamente aquella noche primaveral y su
subconsciente lo había transportado a una cama donde ella, por fin, lo
acompañaba. La tenía entre sus brazos y la apretaba tan fuerte contra sí, que
durante un segundo pensó que le estaba haciendo daño. Apaciguó su abrazo tan solo
mínimamente, no podía consentir que se la arrebataran de nuevo.
Notaba su aliento en el pecho y su perfume
inundando sus fosas nasales. Estaban totalmente desnudos y la brisa matutina
levantaba suavemente las sábanas, dejando entrever muy de vez en cuando, su
piel casi tostada por los primeros rayos de sol de la temporada. Se enamoró de
nuevo y comenzó a reflexionar sobre cuántas veces lo había hecho hasta ese
momento, el número era demasiado alto como para recordarlo. La besó en la
frente y ella, más instintiva que conscientemente, levantó la cara para que
aquel beso bajase a sus labios, a lo que él respondió de buena gana y encantado
de la vida.
De repente, uno de los primeros rayos de sol de
la mañana rebotó en su cara adormecida y lo trajo de nuevo al mundo de los
mortales. No quiso abrir los ojos, su cuerpo se contrajo por el temor absoluto
de quien comprende que todo ha sido un sueño, que la ilusión ha acabado y la
cruda realidad te golpea incansable otra vez. Entonces lo comprendió con total
certeza: nada de eso había ocurrido.
Abrió los ojos y se dio cuenta de que así era. Pudo
ver que no la tenía abrazada ni que aquel beso había sido real. Estaba de cara
a esa ventana que le había arrancado a su amada de una fantasía que parecía tan
veraz que él, enamorado hasta la extenuación, lo había llegado a creer.
Odió con todas sus fuerzas aquel rectángulo de
cristal transparente que había acabado con su placentera alucinación y, en
señal de protesta, se giró ipso facto dándole la espalda. Entonces se dio de
bruces con otra realidad pararela, comprendió que, muy de vez en cuando, en
este planeta de miseria y desdicha, los sueños se cumplen y la encontró tumbada y dormida, como si él la hubiera
creado aquella misma noche en lo más profundo de su mente y alguien la hubiera
transportado allí para su disfrute personal. Como había hecho anteriormente en
sus más profundas ensoñaciones, la abrazó con fuerza apretándola contra sí… esta
vez se iba a encargar personalmente de que ni el mismísimo Morfeo se la pudiera
arrebatar.
viernes, 19 de abril de 2013
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