El otro día me dirigía a tomarme una cerveza (¿vaya novedad eh?) cuando me encuentro con esto
¡Una bolsa del Pryca! (porque era EL PRYCA, no Pryca) Esa cadena que desapareció en el año 2000 cuando la compró Carrefour, tiene todavía su sello por las calles. Me imagino al abuelo/a que habrá guardado esa bolsa en casa durante todo este tiempo y que no se da cuenta del valor que puede llegar a alcanzar eso en el mercado de coleccionistas. Una bolsa de plástico, de esas que todos tenemos pero con un antigüedad casi milenaria (más o menos). Inmediatamente la cogí y la guardé como oro en paño junto con la del Jobac, el walkman y los capítulos de Espinete en VHS. Ahora os reiréis de mí, pero en unos años seré rico y yo me reiré de mí... que diga, de vosotros.
Recopilación de todo lo que veo, escribo, escucho, hago, siento y quiero... o simplemente me invento.
miércoles, 18 de julio de 2012
martes, 17 de julio de 2012
Camisetas spoiler
Si hay algo que está más que claro, es que la gente tiene muy mala uva. Hoy os traigo una colección de camisetas spoiler que te joden el final de un libro, de una serie o de una película (eso sí, están muy chulas)
De Harry Potter
Perdidos (Lost)
Juego de Tronos
En general
De Harry Potter
"Dumbledore muere en la página 596 y te acabo de joder 4 horas y 30 euros"
Esta directamente te destripa toda la trama
Directa y al corazón: Snape mata a Dumbledore
Perdidos (Lost)
John Locke no está muerto
La verdad sobre el humo negro (algo de sentido del humor)
Juego de Tronos
Muy sutil ... vía @limonmecanico
En general
lunes, 9 de julio de 2012
El hombre de la estación
Hay un bar en una estación de trenes de España donde se come muy bien por muy poco dinero. Asiduamente me acerco a él para tomar un bocadillo rápido antes de volver a casa. El otro día estaba allí y, de entre la gente que había reunida, recordé una cara que me pareció familiar. Vi a un hombre de unos setenta años, con boina, como los buenos abuelos de la mancha; anteojos finos, el primer botón de su camisa a cuadros desabrochado, un pantalón raído y unos zapatos negros eso sí, con calcetines azules, cosa que dice mucho en favor de un coetáneo de la generación mocasines negros-calcetines blancos.
De entre todas las caras de los más o menos asiduos a esa cafetería de mala muerte me fijé en la suya. Una expresión triste, mustia, completamente abstraída y decadente. Lo había visto ya más de una vez ahí, con su copa de cerveza y algo que llevarse a la boca, solo, muy solo. Dicen que las palabras pueden describirlo todo pero esa es una afirmación que nunca he compartido. Lo veía pesaroso, fijándose en cada detalle, buscando desesperadamente un poco de atención, un mínimo de conversación, un "hola" o un "adiós". Mi padre, que me acompañaba, también se dio cuenta de aquello: "el viejo este, siempre está por aquí solo, pobre".
Me dio que pensar... y mucho.
Imaginé su vida, lo que podría o no podría haber pasado aquel hombre que ya tocaba el fin de sus días y su expresión no hacía más que darme razones para ponerme en lo peor. Comencé a imaginar lo que debía ser la soledad absoluta de aquel viejo, el pasar las horass sin hacer nada más que llegar a ese bar a disfrutar de la compañía de gentes desconocidas porque, probablemente, los suyos estén demasiado lejos como para hacerle caso. No os imagináis cómo miraba a todo el mundo, con esa desolación máxima plasmada en unos ojos vidriosos, vacíos de alegría y llenos de lágrimas, sin ganas de vivir, sin una mínima chispa de vitalidad. De vez en cuando mojaba sus labios en el vaso y ahogaba sus penas en la cerveza, quizás como hemos hecho todos alguna vez y se evadía, como buenamente podía, de todo ese mundo que le rodea pero que no quiere saber nada de él. Esa soledad que, como ya decía García Márquez, es la peor de todas: "estar rodeado de gente y seguir sintiéndote solo". Sin duda el castigo más cruel que puede existir.
Me dio pena, mucha. Inevitablemente y por esa intrínseca condición de ser humano que todos, queramos o no tenemos, me puse en su piel. Me imaginé a mí con esa edad y ese estado de soledad total, esa expresión melancólica, vagando de un lado para otro pero siempre dentro del mismo kilómetro cuadrado. Intentando que las horas pasen lo más rápido posible, que la pesadilla concluya, que todo se acabe, que el dolor cese. Una vida como cualquier otra, sesgada de toda ilusión, privada de toda sensación placentera y condenada a ir tachando los días que quedan para que todo termine. Todos los sentimientos plasmados en esa mirada esquiva, compungida y tristona de un hombre que viaja solo en un mundo lleno de gente. La realidad de muchos plasmada en la mirada de uno, el triste sentir del mundo, la otra cara, la que nadie quiere enseñar, vista en una cafetería de pueblo un día cualquiera ante los ojos del que quiera verlo y se pare a fijarse. La vida en estado puro, no la de los anuncios de Coca Cola sino la de verdad, que a veces golpea demasiado duro, tanto que cuesta volver a levantarse. Se lo pueden ustedes preguntar a mi amigo de la estación.
miércoles, 4 de julio de 2012
Mi móvil... de mierda
Hola queridos amigos. Hoy os quiero contar algo que venía deseando compartir desde hace ya unos meses. Mis seguidores de Twitter saben que desde hace ya tiempo me vengo quejando de que mi teléfono móvil no me deja acentuar palabras y cambiar las que, por defecto del mismo, vienen escritas erróneamente. Os voy a contar la historia:
Hará exactamente un año y cinco meses el 17 de julio (para que veáis que voy contando los días uno a uno como los presos) que me compré un nuevo terminal. En aquel tiempo que, aunque parece cercano está muy lejos en la memoria, me decidí por ese teléfono tan 'cool' y que salía tanto en las películas, como era la Blackberry. Recuerdo que siempre veía con ella a un abogado o un detective pensaba: "Dios que pepino de móvil, con eso seguro que se puede hacer de todo" de nuevo la televisión volvía a demostrar que te puede vender cualquier mierda.
Mi primero meses con la Curve 9300 fueron geniales. Siempre había huído de los móviles táctiles y esta tenía botoncitos que me permitían escribir a una velocidad endiablada. Nuestra historia de amor empezó genial hasta que, de repente, todo cambió.
No sé que le ocurrió a mi amada, de un día para otro dejó de ser ella misma para volverse más distante, para alejarse de mi lado cuando jamás le faltó de nada. Puta desagradecida.
El caso es que un día cualquiera dejó de funcionar.
Claro, la Ley de Murphy no iba a consentir que fuera una tecla inservible la que dejase de funcionar, evidentemente cuando algo pasa tiene que ser algo que te toque las narices a gusto. Así que fue la tecla central, la llamada 'rulecica' en las tierras murcianas, la que dijo "hasta aquí hemos llegao". De un día para otro me encontré con que la tecla más importante de todas dejaba de funcionar y con ella, muchas de las funcionalidades del móvil. Me las vi negras para poder apañarme sin ese botón pero he de decir orgulloso que sí, lo conseguí.
Poniendo comandos en las teclas de los laterales y con mucho ingenio, conseguí que el Whastapp, los mensajes y los correos electrónicos pudieran funcionar. Había perdido la calculadora, los juegos y demás, pero bueno, lo realmente importante seguía en uso. Pero claro, no por mucho tiempo
Primero fue la tecla del lado izquierdo la que murió. Un botoncito que, de repente y cuando me quise dar cuenta, se había despegado y perdido para siempre.
No mucho más tarde, fue justo el del otro lado, es decir, el botoncito de la derecha, el que se despegó. He de decir que las funcionalidades sí seguían operantes, pero para poder acceder a ellas había que introducir un boli, las llaves o algo semejante, con lo que no siempre resultaba posible.
Todo había empeorado, pero por lo menos aún podía seguir usándola para llamar y, mediante otra serie de comandos que descubrí posteriormente, para mandar mensajes. Nada más.
Con eso esperaba llegar al mágico día 17 de agosto donde se me acababa la permanencia y no tenía que pagar la multa de 70 euros que los cabrones de Vodafone me quieren meter. Pero la cosa se terminó de torcer
Como podéis ver en la primera imagen, la tecla de bloqueo se me jodió también, con lo que tuve que inventar un artefacto para que se quedara pegada y no tuviera que meter un boli cada 10 segundos, que es el tiempo en que tarda en bloquearse el maldito trasto del demonio. Además, como se puede ver en la siguiente imagen, la tapa se me partió de un lado, con lo que muchas veces se me caía al suelo sin darme cuenta.
He aguantado con todo esto casi un mes, hasta que ya me ha fallado lo más importante de todo: la batería. De una semana a esta parte, tenía que cargar 3 o 4 veces la misma para no quedarme tirado al hablar con alguien. Lo he intentado todo para que esta relación no se fuera al traste, ella lo sabe y yo lo sé, pero no ha sido posible. Ahora, por cortesía de un amigo, tengo un móvil hasta el 17 de agosto y, aunque no dejo de agradecérselo, no puedo echarme las manos a la cabeza y llorar cada vez que pienso que es otra blackberry (esta vez encima un modelo inferior) y que sí, también tiene los botones rotos.
A perro flaco, todo son pulgas
Hará exactamente un año y cinco meses el 17 de julio (para que veáis que voy contando los días uno a uno como los presos) que me compré un nuevo terminal. En aquel tiempo que, aunque parece cercano está muy lejos en la memoria, me decidí por ese teléfono tan 'cool' y que salía tanto en las películas, como era la Blackberry. Recuerdo que siempre veía con ella a un abogado o un detective pensaba: "Dios que pepino de móvil, con eso seguro que se puede hacer de todo" de nuevo la televisión volvía a demostrar que te puede vender cualquier mierda.
Mi primero meses con la Curve 9300 fueron geniales. Siempre había huído de los móviles táctiles y esta tenía botoncitos que me permitían escribir a una velocidad endiablada. Nuestra historia de amor empezó genial hasta que, de repente, todo cambió.
No sé que le ocurrió a mi amada, de un día para otro dejó de ser ella misma para volverse más distante, para alejarse de mi lado cuando jamás le faltó de nada. Puta desagradecida.
El caso es que un día cualquiera dejó de funcionar.
Claro, la Ley de Murphy no iba a consentir que fuera una tecla inservible la que dejase de funcionar, evidentemente cuando algo pasa tiene que ser algo que te toque las narices a gusto. Así que fue la tecla central, la llamada 'rulecica' en las tierras murcianas, la que dijo "hasta aquí hemos llegao". De un día para otro me encontré con que la tecla más importante de todas dejaba de funcionar y con ella, muchas de las funcionalidades del móvil. Me las vi negras para poder apañarme sin ese botón pero he de decir orgulloso que sí, lo conseguí.
Poniendo comandos en las teclas de los laterales y con mucho ingenio, conseguí que el Whastapp, los mensajes y los correos electrónicos pudieran funcionar. Había perdido la calculadora, los juegos y demás, pero bueno, lo realmente importante seguía en uso. Pero claro, no por mucho tiempo
Primero fue la tecla del lado izquierdo la que murió. Un botoncito que, de repente y cuando me quise dar cuenta, se había despegado y perdido para siempre.
No mucho más tarde, fue justo el del otro lado, es decir, el botoncito de la derecha, el que se despegó. He de decir que las funcionalidades sí seguían operantes, pero para poder acceder a ellas había que introducir un boli, las llaves o algo semejante, con lo que no siempre resultaba posible.
Todo había empeorado, pero por lo menos aún podía seguir usándola para llamar y, mediante otra serie de comandos que descubrí posteriormente, para mandar mensajes. Nada más.
Con eso esperaba llegar al mágico día 17 de agosto donde se me acababa la permanencia y no tenía que pagar la multa de 70 euros que los cabrones de Vodafone me quieren meter. Pero la cosa se terminó de torcer
Como podéis ver en la primera imagen, la tecla de bloqueo se me jodió también, con lo que tuve que inventar un artefacto para que se quedara pegada y no tuviera que meter un boli cada 10 segundos, que es el tiempo en que tarda en bloquearse el maldito trasto del demonio. Además, como se puede ver en la siguiente imagen, la tapa se me partió de un lado, con lo que muchas veces se me caía al suelo sin darme cuenta.
He aguantado con todo esto casi un mes, hasta que ya me ha fallado lo más importante de todo: la batería. De una semana a esta parte, tenía que cargar 3 o 4 veces la misma para no quedarme tirado al hablar con alguien. Lo he intentado todo para que esta relación no se fuera al traste, ella lo sabe y yo lo sé, pero no ha sido posible. Ahora, por cortesía de un amigo, tengo un móvil hasta el 17 de agosto y, aunque no dejo de agradecérselo, no puedo echarme las manos a la cabeza y llorar cada vez que pienso que es otra blackberry (esta vez encima un modelo inferior) y que sí, también tiene los botones rotos.
A perro flaco, todo son pulgas
martes, 3 de julio de 2012
El último deseo de Marcos
Ya sabéis todos que tengo una lista de 100 cosas que tengo que hacer antes de morir. De momento llevo hechas unas 15 y espero este verano poder cumplir alguna más. Os dejo el vídeo de Marcos que me pasa @yaripei, todo esto es para que os pongáis de acuerdo en cuando me vais a dar la misma sorpresa...
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