martes, 16 de noviembre de 2010

La historia del muñeco malvado que no lo era tanto

Hoy os voy a contar una historia cierta como la vida misma. Una historia que no tiene ni un ápice de invención ni de mentira, creedme, esto ha pasado.

Resulta que hace poco en una casa como cualquier otra de una ciudad no muy lejana a la vuestra, un niño de unos ocho o nueve años llamado Ramoncín (no el ESE que todos pensáis) recibió una caja de muñecos de su primo mayor que ya no jugaba con ellos y había decidido regalársela. Ramoncín estaba exultante e impaciente porque aquella maravillosa caja de juguetes llegara a sus manos. Siempre había intentado jugar con los juguetes de su primo, pero este jamás le había dejado, ahora, ya pensando en otras cosas más de su edad (cosas como estas) le cedía todos los amigos con los que había pasado tantos y tantos momentos de alegrías en su niñez.

De repente el timbre sonó y Ramoncín corrió presto a la puerta, abrió y ahí estaba, en las manos de su tía Sofía, la caja soñada que contenía todos los juguetes. Besó por cortesía a su tía y le arrebató el tesoro de las manos. Después corrió por las escaleras hasta su habitación. Ahí abrió la caja y comenzó a alucinar con todos los muñecos de la saga Star Wars (pero con los viejos, que son los que molan), con los personajes de los cómics de Marvel (no esa basura de Naruto) y con los cientos de miles de Playmobil que tenían menos movilidad que los ojos de Espinete. Fue vaciando la caja poco a poco hasta que, de repente, encontró un muñeco especial, no era muy apuesto, parecía un villano más bien, pero daba menos miedo que un Osito amoroso, efectivamente era él.


El pequeño Gargamel

El niño, como buen NINI ignorante, no sabía quien era aquel hombre y tuvo que investigar. Bajó a preguntar a su mamá y a su tía si conocían a aquel extraño ser, ninguna lo supo. Entonces con su móvil de última generación llamó a su primo, pero como era más tonto que una mierda que se culturizaba únicamente con los programas de Física o Química, no supo explicárselo bien, así que no tuvo más remedio que recurrir a Internet. Pasado un cuarto de hora y cuando hubo visto el suficiente porno recordó que no había entrado a la red para tocarse, sino para intentar buscar la identidad secreta de aquel extraño muñeco. No se le ocurrió como describirlo así que se limitó a poner en Google "el villano más lamentable de la historia". Efectivamente tuvo su recompensa: Gargamel se llamaba aquel tipo.

Según el buscador era el malvado de una extraña serie que se ponía antaño en la que unos personajes azules llamados "Pitufos" se burlaban de él a saco y lo ridiculizaban a diario. A Ramoncín le pareció lamentable que unos enanos azules se rieran de un tio y decidió que aquel muñeco no era digno de pertenecer a la misma colección que los Power Rangers o los Pokemon. Así que lo metió en una caja donde pasó los siguientes años.
Como siempre pasa, cuando el niño iba al colegio, los muñecos volvían a la vida (y sino te lo crees mira esto payaso) y le hacían un bullying increíble al pobre Gargamel. Se descojonaban de él porque Ramoncín lo había excluido, no le invitaban a las bacanales que hacían con las Barbies de su hermana Rosamari y nunca le dejaban ir con ellos a mearse en el agujero del cerdito hucha. Los años pasaron y Ramoncín creció y, por tanto, hubo un momento en que se desprendió de sus juguetes como anteriormente su primo había hecho. Él se los dio a su sobrinito Tomás, que ni siquiera quiso jugar con ellos ni una sola vez y los tiró todos a la basura porque prefería jugar con la Play 5 al nuevo éxito de Sony "Se Jack el destripador, viola y mata".

Así que Gargamel acabó en la basura junto con todos los juguetes que se habían reído de él y también con la hucha (que ya estaba requetemeada) y mientras el fuego del basurero consumía lentamente sus cuerpos de plástico, el muñeco marginado se rió fuertemente de los demás y gritó antes de morir definitivamente: Toda la mierda al final acaba en el mismo sitio

Nota: si hay alguno que ha puesto en Google "el villano más lamentable de la historia" tiene mis más sinceras felicitaciones, ha ganado el premio al más tonto del día.

sábado, 13 de noviembre de 2010

12ª Ley de Couling

"Cuando estés 'subidito', con el ego por las nubes y pensando que eres el mejor de entre los mejores imagina un cámara que te enfoca desde arriba y se va alejando más y más. Tu pueblo queda empequeñecido por tu comunidad, ésta por tu país, éste por tu continente y finalmente sólo ves un globo terráqueo que queda inevitablemente reducido a una mota en el unverso. Así eres tú, la insignificancia total, un punto en la inmensidad, un cachito de mierda prepontente, eso eres tú... NADA"

sábado, 6 de noviembre de 2010

Telemierda

Los inventos más insólitos e inservibles del mundo aquí, en Telemierda



martes, 2 de noviembre de 2010

Cosas curiosas de mi facultad (El racanismo puro)

Hace ya un mes que me he trasladado a Murcia y dejado atrás la, llamémosla 'incalificable', Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense de Madrid. En mi último viaje a la capital del reino, volví a disfrutar de otra de las curiosidades que, durante cinco años, me ha ofrecido ese edificio tan feo como el sobaco de Masiel.

Esta vez mi sorpresa salió a la luz en una de las salas más transitadas por los estudiantes, la cafetería. En ella, hay unas maquinitas donde al introducir el precio (en moneda o billete claro) sale un ticket y con él puedes acercarte a la barra a coger lo que has pedido (es que esto lo lee gente de pueblo que no sabe que es una máquina expendedora). Los precios habían cambiado un poco, algo así.





Efectivamente los cerdos han puesto todos los precios uno o dos céntimos más caros con la única intención de dar por saco. Ahora cuando compras un café con leche, tienes que meter 80 céntimos para que devuelva 4 monedas de mierda, que no te sirven para la próxima vez, ya que los bastardos encima que no paran de tocar los testículos, saben que la 'maquinita' no acepta monedas de uno o dos céntimos. Ahora que tontos no son, el día que fuí ya había un vasito en la mesa para que la gente dejase los céntimos ahí. Pero no os creáis que ese dinero va para obras benéficas ni para curar el Ébola en el Congo, no señor, los gordos cabrones se lo guardan para zampárselo en cerveza y coñac. Ahora que conmigo la llevan clarica, antes prefiero donarlo para la asociación de terroristas islámicos que dejarlo en ese vaso...

Vaya cabreo tonto me he pillao oye, y eso que ya no estoy en Madrid, no quiero pensar cómo estarán los que lo vivan siempre

lunes, 1 de noviembre de 2010

Hula Hop

Me parece de lo mejor que he visto en los últimos tiempos. Gracias a Ana y Luisi