Te aviso que te queda poco
tiempo, que puedes correr o esconderte, montarte en un avión, en el coche o subir a un barco y cruzar horizontes de tiempo y espacio hasta llegar al fin del
mundo…y más allá.
Te aviso que no hay nada que
puedas hacer aunque lo hagas todo, de que no tienes más destino que el que te
narro, que ese que te voy a contar en tres, dos, uno…
Te espera una noche de frío en la
calle y calor en mi alcoba, de abrigos de piel volando por el aire y pieles
desnudas sirviendo de cobijo. Una noche donde el silencio quedará desquebrajado
por el sonido de tu ropa rompiendo contra el suelo de mi habitación. Donde ese
preámbulo quedará después enmudecido por gemidos de pasión y el eco de nuestros
besos a la luz de la luna. Te aviso que mis manos van a surcar tu cuerpo
como un barco perdido en medio del océano y después, cuando consiga
encontrarse, se quedará varado ahí por el resto de los días. Hazme caso, no te
resistas, déjate llevar.
Deja que levante el pelo que cae sobre tu nuca y empiece a besarla despacio, con la tranquilidad que me da saber que el sol aún nos da tiempo, que la noche se alía con nosotros como tenía que pasar hace tanto, como estaba destinado desde el principio de los tiempos y como lleva demasiado tiempo esperando suceder. Las agujas siguen corriendo pero la dirección la marcamos nosotros, así que no hagas muchos planes para el resto de tu vida.
Y acuérdate de lo que te digo: va
a pasar.
Tus ojos perdiéndose en los míos,
mi boca peleando con la tuya; nuestras manos entrelazadas, nuestros cuerpos
fundiéndose, rompiendo termómetros, batiendo récords, parando el tiempo,
deteniendo el mundo, enloqueciendo mentes; sabiendo, en definitiva, que todo ha
merecido la pena y que tú y yo, como no podía ser de otra manera, teníamos que
estar en ese lugar concreto en ese
preciso momento. Apúntate bien esa fecha en la agenda… sea cuando tenga que ser.
Avisada quedas. Ponte guapa, un poquito más que de costumbre. No pongas trabas, déjate mecer por la melodía de tus tacones caminando hacia mí. Piensa que, en poco tiempo, estas palabras se han de convertir en realidad y que esa realidad superará el significado de estas palabras. Olvídate de todo, sólo recuerda lo que te digo: que tú y yo estamos irremediablemente condenados a la mejor de las condenas, que no es otra que pasar el resto de nuestra vida juntos… y mucho más, muchísimo más.
Sal a la calle, encuéntrame o
quédate, si te place, en ese bar que sueles frecuentar y yo iré a encontrarte a ti.
No hay prisa pero tampoco pausa, como dicen los doctos en esto del amor. El
mundo sigue su curso y ya queda un segundo menos para ese momento, y ahora otro
menos… y otro menos ahora mismo. Escóndete o sal gritando a la calle, no
importa; ponte un vestido amarillo o aguarda en casa viendo la tele, da lo
mismo; te voy a encontrar. Y cuando lo haga, o lo hagas tú, sabremos que todo
cuanto ha pasado antes dejará de tener importancia y será entonces, después de
esa noche, cuando empezaremos a vivir y a darle trascendencia a todo este lío llamado vida.
Avisada quedas. Y ya sabes, el que
avisa no es traidor.