sábado, 21 de marzo de 2020

Cuando salgamos de ésta

Cuando salgamos de ésta no vuelvas a perder el tiempo. Nunca más.

Abraza fuerte y afloja ese temperamento, sube la cabeza por el orgullo del deber cumplido y bájate a la calle a disfrutar de la vida. Vive rápido y besa lento. Muy muy lento. Que la única distancia de seguridad que exista entre nosotros sea la que hay que dejar con el vehículo de delante si vas conduciendo. Recuerda decir ‘te quiero’ y quiérete tanto que olvides lo que era odiar. No vuelvas a hacerlo si es que alguna vez lo hiciste. Con nadie. Por mucho que lo merezca… porque no merece la pena.

Bebe vino y come lo que te apetezca durante un par de días. Báñate en sorisas y sécate las lágrimas, cólmate de compañía y vacía el alma de penas, que ya hemos sufrido bastante. Ve a la playa o a la montaña, a la ciudad o al pueblo de tus abuelos, allá donde hayas sido más feliz. Sal a la calle un día para ver anochecer y no te duermas hasta que amanezca. Queda con tus amigos y rememorad juntos cómo habéis vivido esta cuarentena. Y ahora, mientras dura, preparad entre todos la fiesta que vais a hacer cuando termine.

No tengas miedo a decirle que la quieres o que lo quieres, aunque ni ella ni él te quieran de la misma manera. Eso nunca fue importante aunque creas ahora que sí. No temas amar ni mucho menos que te amen, porque si algo estamos aprendiendo estos días de encierro es que eso, el amor, es lo fundamental de esta vida. 

Pasea por el parque y para a tomarte una cerveza en cualquier terraza que veas abierta. Si llueve, sal a la calle igual que si hiciese sol. Si hace sol, disfruta del día como si estuvieras bailando bajo la lluvia. La ilusión durará poco, seguro, el ser humano es así, pero exprime cada segundo de esos primeros días en que volvamos a salir a la calle como si hubiéramos estado encerrados toda la vida. Porque, por momentos, parece que así es.


Canta aunque lo hagas mal, haz un deporte que nunca hayas practicado, sonríele a todo el mundo y da los buenos días cuando entres a una tienda, al vagón del metro o a una reunión de trabajo. Cómprate una caja de los bombones que más te gusten y regala otra a quién más quieras. Acuéstate en el césped del parque y empieza a contar nubes, duérmete mientras los rayos de sol te acarician la cara y despiértate luego con frío en el cuerpo antes de ponerte una chaqueta calentita.

Corre hasta acabar exhausto, arráncale la ropa a quien el fuego consuma igual que a ti, báñate en el mar y dúchate después con agua calentita. Prueba comida nueva y cómete el mundo por los pies.
Que el aire te despeine y que eso, ir despeinado, te dé exactamente igual. Huele las flores de una primavera que comenzará a nacer pronto y saca el vestido que las lleve incrustadas del armario, ese que te queda tan bien. Ponte guapo y sal a disfrutar de la gente, esa que ahora tienes tan lejos y a la que nunca creíste que sería posible extrañar tanto. Ponte guapa, los tacones más bonitos que tengas y lúcelos como si el puto mundo se fuera a terminar mañana. Porque, querida, algún día terminará. 

Dale un abrazo largo y tendido al primer amigo que encuentres y besa con el cariño de la primera vez a esa que se deje besar. Y quédate con quien se muera porque la beses todos los días que te queden en esta vida.

No discutas, no pelees ni intentes llevar razón siempre. Cede un poco y sé comprensivo con todos los que te encuentres por ahí. Recupera el tiempo perdido y despréndete de lo que te hace mal. Pierde la vergüenza, no te ruborices si no es por un piropo y asegúrate de estar rodeado de la gente que sabes que merece la pena de verdad. Quiere con locura, hasta perder la razón. Y mientras llega el momento, relámete pensando en todas las cosas bonitas que te están esperando con ganas ahí fuera. 

Ya queda menos, no desfallezcas… lo mejor está por llegar. Todo va a salir bien, te lo prometo.