El lugar donde te escondas cuando
el mundo te dé la espalda, cuando todo te vaya mal, cuando nadie esté a tu
lado, cuando todos se vayan; cuando la vida te apunte con una pistola o te
señale con una espada, te salga todo del revés o directamente no te salga nada.
La isla donde viajes cuando se convierta en pesadilla lo que una vez fue un
cuento de hadas.
Déjame ser el sitio donde vengas a llorar cuando un día
soleado se torne lluvioso, cuando el verano termine, cuando pisoteen tus sueños,
te hagan sentir que no puedes más, que te odias, que estás cansada o que
quieres marcharte; que dilapiden tus esperanzas o tengas tantas ganas de salir a la calle y gritar
que temas que lleguen a encerrarte.
Quiero ser tu refugio, el
cubículo de metro setenta que te proteja de todo lo que haya afuera, que te
encierre entre sus brazos y no le importe si se acaba el mundo, hemos entrado en guerra o nos están
matando a bombazos. Que empapen tus lágrimas en la sudadera gris que un día me
regalaste o estampes en ella tus puños furiosos aunque luego, temblorosa,
supliques que te perdone, que aunque no era tu intención, de nuevo me fallaste.
Que sea aquí, en mis manos, donde encuentres consuelo y que sean ellas las que,
cuando estés tan cansada que no puedas más, te acunen y te duerman
acariciándote el pelo.
Pasar juntos la peor de las
épocas, el más funesto de los momentos, llegar a ese punto en que desearíamos matarnos
aunque los dos tengamos claro que sin el otro, cada uno de nosotros está también
muerto. Quiero vivir junto a ti esperando lo que tenga que venir, lo que esté
por llegar, lo bueno y lo malo, sea más, me da igual, lo segundo o lo primero o
lo primero o lo segundo, quiero estar contigo porque sólo contigo siento que
estoy en mi hogar y sin ti, querida mía, no soy más que un vagabundo.
Escóndete en mi pecho y tira la
llave, guarécete en mi alma y no vuelvas a salir, encuentra en mi boca todos
los besos y palabras que necesites para vivir y pasa el resto de tus días
cobijada entre los versos que escribo únicamente para ti. Mis ojos reflejados
en los tuyos, nuestro aliento reventando como olas en las rocas del mar, el
sonido del viento a lo lejos y tu voz pidiendo que no me vaya, que me quede un
poquito más. Ven, abrígate en mí, aléjate del ruido de fuera y déjame que por
ti viva o que, si así lo deseas, sin ti me muera.