jueves, 20 de septiembre de 2018

Tu refugio

Eso  quiero ser, tu refugio.

El lugar donde te escondas cuando el mundo te dé la espalda, cuando todo te vaya mal, cuando nadie esté a tu lado, cuando todos se vayan; cuando la vida te apunte con una pistola o te señale con una espada, te salga todo del revés o directamente no te salga nada. La isla donde viajes cuando se convierta en pesadilla lo que una vez fue un cuento de hadas. 
Déjame ser el sitio donde vengas a llorar cuando un día soleado se torne lluvioso, cuando el verano termine, cuando pisoteen tus sueños, te hagan sentir que no puedes más, que te odias, que estás cansada o que quieres marcharte; que dilapiden tus esperanzas o tengas tantas ganas de salir a la calle y gritar que temas que lleguen a encerrarte.
 
Quiero ser tu refugio, el cubículo de metro setenta que te proteja de todo lo que haya afuera, que te encierre entre sus brazos y no le importe si se acaba el mundo, hemos entrado en guerra o nos están matando a bombazos. Que empapen tus lágrimas en la sudadera gris que un día me regalaste o estampes en ella tus puños furiosos aunque luego, temblorosa, supliques que te perdone, que aunque no era tu intención, de nuevo me fallaste. Que sea aquí, en mis manos, donde encuentres consuelo y que sean ellas las que, cuando estés tan cansada que no puedas más, te acunen y te duerman acariciándote el pelo. 


Pasar juntos la peor de las épocas, el más funesto de los momentos, llegar a ese punto en que desearíamos matarnos aunque los dos tengamos claro que sin el otro, cada uno de nosotros está también muerto. Quiero vivir junto a ti esperando lo que tenga que venir, lo que esté por llegar, lo bueno y lo malo, sea más, me da igual, lo segundo o lo primero o lo primero o lo segundo, quiero estar contigo porque sólo contigo siento que estoy en mi hogar y sin ti, querida mía, no soy más que un vagabundo.

Escóndete en mi pecho y tira la llave, guarécete en mi alma y no vuelvas a salir, encuentra en mi boca todos los besos y palabras que necesites para vivir y pasa el resto de tus días cobijada entre los versos que escribo únicamente para ti. Mis ojos reflejados en los tuyos, nuestro aliento reventando como olas en las rocas del mar, el sonido del viento a lo lejos y tu voz pidiendo que no me vaya, que me quede un poquito más. Ven, abrígate en mí, aléjate del ruido de fuera y déjame que por ti viva o que, si así lo deseas, sin ti me muera.