sábado, 30 de septiembre de 2017

España

El país de la cerveza en terraza y el cielo azul más puro que en el horizonte con el mar se abraza. El de las praderas del norte o el pescado andaluz, el pan gallego, el vino manchego o las frutas del sur. Mi España querida, la de la cara y la cruz, la de Goya y Velázquez, de Sabina, Cervantes, Delibes, Machado y Santa Teresa de Jesús. Allá donde todo empieza con un “En un lugar de la Mancha” y termina con un “poesía eres tú”.

La nación de las mil banderas y un solo corazón, del himno sin letra, del pueblo sin memoria y de gobiernos sin razón. Tus páginas se llenan de gloriosa historia, de gestas nobles, conquistas, batallas, orgullo y pasión; mientras tú, amada mía, te empeñas en esconderla en el baúl de la revancha, el odio, el sufrimiento y la desazón. 

Tú, el país de la charanga, el vino y la fiesta, donde conviven desde hace siglos la sinagoga, la mezquita y la iglesia. Tú, que en tus calles cuelgas guirnaldas de colores, inventaste la baraja, el botijo, el submarino y la siesta; enorgullécete de que cien naciones ni quiera habían nacido cuando tú ya estabas por cinco reinos compuesta.

El Mediterráneo te besa, el sol te cubre y en la falda de tus montañas los ríos con sus afluentes se funden. La paella, el gazpacho, el cocido o la fabada, kilómetros de huerta, sudor en la frente y manos encalladas. El mulo, el burro y el arado, el trabajo constante de un pueblo que se acuesta tarde y se levanta temprano. La patria de Lorca, Serrat, Picasso, Sorolla y la del otro Machado, la del toro de Osborne, el “jefe, otra caña” y el “me voy a casa, que ya he bebido demasiado”.

El gol de Iniesta en la otra punta del mundo, Albacete y sus tardes de feria, el viento de Cádiz, los sanfermines o las fallas de Valencia. El mar rompiendo en los acantilados de Galicia, el del pan tumaca, la ensalada, el pulpo, los churros o la tortilla. El Prado, la Diagonal, el teatro romano, las marineras o el descenso del Sella; un pase de Morante, El concierto de Aranjuez y las mujeres más bellas. La Navidad en familia, el verano en la playa, el sol de primavera que las pupilas dilata y el otoño cubriendo los caminos con hojas cobrizas y del color de la plata.

Exportando dicha, alegría, cultura y la lengua más bonita que se ha conocido. De México a la Tierra de Fuego se escucha el tesoro más grande que hemos repartido: el de Luces de Bohemia, el de Cien Años de Soledad, el de Campos de Castilla, Rayuela, Niebla, Bodas de sangre o La Catedral del mar. Ese idioma que enamora, que apasiona, que te roba la razón, ese que te eriza la piel, te embelesa el oído y te para el corazón. 

Aquí, en la tierra que nos cuida, tienes cortijos, barracas, pazos, caseríos o masías. Aquí, en la tierra que nos mima, te hartas de comida o te bañas en aceite de oliva. Aquí, en la tierra que nos abraza, te dan de todo sin que tengas que dar nada porque vivimos en el país más solidario del planeta, el de los cien mil trasplantes, la generosidad como fin y no como meta, ese que es capaz de darlo todo cuando el hambre más aprieta. El del saludo en la panadería, los tocados y la mantilla; el de la Saeta, el arroz en las bodas, el marisco y el cochinillo con setas. El del bolso de piel marrón de Penélope, la castidad de doña Inés, la canción a Lucía, la Macarena, La pasión turca, La gota fría o Los Amantes de Teruel.
La zurda de Nadal, o donde nacieron Gasol, Márquez, Alonso y Santana, el país que se viste de blanco cada domingo y gana Copas de Europa cuando le da la gana. Pelotas en la calle, puertas abiertas, césped natural, bocinas, bufandas, verbenas y caretas; barcas en la mar y calles repletas de bicicletas; ancianos sentados en bancos, jóvenes besándose en las calles y viejas alcahuetas. La patria de la risa, la resaca, el humor, el chiste y la felicidad... el país donde la gente se toma la vida como si mañana el mundo se fuera a terminar.

Tú, España, que descubriste que el mundo no era plano y le diste a la historia su mayor proeza, siéntete orgullosa de lo que eres: un país en cuya diversidad está su mayor riqueza. La nación más maravillosa que se ha creado, donde todos caben y nadie sobra, donde se añora al que se marcha y se le tiende la mano al que ha llegado. España, sal y canta en este día que no volverá, sonríe, disfruta, besa, ama y saca pecho de lo que has hecho y de lo que está por llegar. Pocos pueden presumir de lo que tienes y, a buen seguro, ninguno de lo que has vivido ya. Y nadie, querida mía, puede gritar más alto, henchido de orgullo y sabiendo que no se va a equivocar, que bajo tu manto se vive rodeado de paz, dicha, democracia, alegría, amor y libertad.