La frase más rotundamente falsa
sobre el amor que he oído en mi vida se la escuché a Ali MacGraw en Love Story.
Ella, entre lágrimas, le recrimina a Ryan O’Neal que le pida perdón: “el amor
es no tener que decir nunca lo siento” sentenciaba aquella morena de ojos verdes que un
día enamoró a medio mundo. Pero, como digo, nada más alejado de la realidad.
El amor es todo lo contrario, es
decir siempre ‘lo siento’. Siempre. Incluso, en ocasiones, cuando llevas la
razón. No cabe el egoísmo o la soberbia en un sentimiento tan puro como es el
amor. Es precisamente la generosidad del que lo da todo sin
recibir nada a cambio la piedra angular donde se sustenta cualquier relación
amorosa. Entregarle todo a alguien aún a riesgo de que te lo robe y se marche a otro
lugar. Regalarle tu cuerpo y tu alma a una persona para que haga con ellas lo
que quiera, lo que le venga en gana. Olvidarte de ti para concentrarte en ella. Dejar, en definitiva, de
ser tú para pasar a formar un ‘nosotros’. Enamorarte de alguien es el gesto más
generoso de cuantos puede realizar el ser humano y es por eso por lo que es, sin duda alguna, el motor de la vida y la única razón de toda existencia.
Vivimos en una sociedad que se avergüenza
cada vez más del amor, de ese amor romántico de película que intentamos
dilapidar de nuestras vidas porque (hasta dónde habremos llegado, madre del amor hermoso) lo consideramos
inapropiado. “Yo celebro San Valentín todos los días, no el 14 de febrero” es
la frase que te apostillarán en cualquier bar de este desdichado país en los
días posteriores y anteriores a la fecha actual. “Mira, tú lo que eres es
gilipollas” creo que es la contestación más adecuada a semejante chorrada.
Porque no, esa gente, que son los mismos que odian la navidad por ‘falsa’, no
demuestran su amor ningún otro día o derrochan bondad durante otra época del año. Esa
masa de anormalizados se encarga ya no sólo de aplacar sus propios sentimientos sino también de intentar
humillar a los demás por tenerlos y creo, sinceramente, que el que es capaz de joderle la ilusión a otro es incapaz de demostrar cualquier expresión de afecto. San Valentín es malo por hortera, no por ser
el día en que aprovechas una fecha para decirle a la mujer que amas cuánto la
quieres o lo bonita que está.
Que el amor se demuestra a diario
es una obviedad tan abrumadora que debería estar penado ir recordándolo cada 14
de febrero. Sin embargo, que haya un día para conmemorar el amor me parece tan
maravilloso como que haya otro para hacerlo con las enfermedades raras, el
cáncer, la amistad o la labor de las mujeres en la sociedad. Es un día para
salir a cenar o quedarte en el sofá viendo una película, un día para regalar un
detalle o no hacerlo, para tomarlo por especial o que únicamente te sirva para
tener la excusa para desnudarla y llevártela a la cama, pero es una fecha que
a este mundo tan repleto de odio, ruindad y malas intenciones le viene bien
para, por un momento, recordarnos qué afortunados somos al tener a una persona
que nos quiere, que nos da su vida a cambio de nada y que, por muchas veces que
se equivoque, siempre es capaz de volver llorando a la puerta de casa para
decirte que lo siente de corazón.