Romeo volvía a exhalar su último suspiro de amor sobre el pecho desnudo de Julieta antes de caer rendido entre sus brazos. Ella, como toda mujer después del acto amatorio, comenzó a darle vueltas a la cabeza mientras él, también como la mayoría de los hombres, intentaba conciliar ese plácido sueño postcoital.
- Estoy harta de tener que esconder nuestro amor al universo - dijo en tono melancólico la joven
- Ya llegará la hora de contarlo, mi amor - respondió él.
- Siempre decís lo mismo, señor mío, y nunca llega ese momento... ya comienzo a pensar que no son más que fantasías - una lágrima cayó por su mejilla mientras su amante, observando la posibilidad de que aquella charla se extendiese más de lo debido, actuó presto y veloz.
- ¿Qué queréis, reina mía?
- Quiero contarle nuestro amor al mundo entero, amado Romeo.
Él se levantó y, con un gesto tierno, se dirigió a la oreja de la mujer para susurrarle al oído esta frase:
Que se entere todo el mundo que amo con locura a Julieta Capuleto
Sorprendida, la chica le preguntó: ¿por qué susurráis lo que debería ser un grito alto y claro?
Romero contestó: porque vos sois todo mi mundo, Julieta, y no hay nada más allá.
Y por fin el joven pudo conciliar el sueño.