martes, 10 de enero de 2023

Tic tac

Tic tac

A lo lejos, quien aporrea con melancolía las teclas de este ordenador, puede vislumbrar la trigésimo sexta vela en una tarta, crepitando en una habitación oscura y solitaria, a la espera de armarse del suficiente valor para insuflar aire y apagarla junto al resto de sus compañeras mientras pide el mismo deseo que lleva años sin cumplirse.

Tic tac

Tiende a formarse también en su cabeza la imagen de un enorme reloj de arena que, poco a poco, deja caer sus granos a un recipiente inferior cada vez más lleno. Es recurrente y, extrañamente, cada vez rebosa más, como si su mente le fuese alertando sin él darse cuenta, que el tiempo pasa y no vuelve. El depósito va colmando y él, haciendo cuentas, entiende que quizá haya pasado ya el ecuador de una vida que transcurre tan deprisa que parece que comenzó ayer.

Tic tac

Lo decía Jonathan Rhys-Meyers en aquella escena de los Tudor y hoy, vagando de nuevo en pensamientos y memorias, viene a recordárselo él a ustedes: cada segundo cuenta. Probablemente se lo tomen a slogan publicitario o a mensaje de película de domingo tarde, pero no hay nada más cierto, nada más real ni verídico que asimilar que nos queda un segundo menos que hace un segundo y ahora, casi sin quererlo, otro menos que hace dos. La triste realidad de quien comienza a ser consciente de que las arrugas de su cara irán acrecentándose y las canas que peina su barba sólo tendrán a multiplicarse. 

Tic tac


No hace mucho, como el señor mayor que está a punto de ser, se lo comentaba entre copas a un grupo de chavales de esos con granos en la cara, vitalidad incesante, sonrisa tímida y mucho por vivir. “Si te llama un amigo para tomar una cerveza, ve”, “Si te invita una chica a su casa, ve”, “Si tu padre te pide comas con él, ve” porque llegará un día en que ya no hagas planes con tus amigos, las chicas dejen de fijarse en ti y tu padre se haya marchado a un lugar donde sólo podrás recordarlo con rezos. Ellos lo miraban obnubilados, como lo hacía él cuando tenía su edad con los pelmazos que me repetían lo mismo que ahora les narra. Y ahí, en sus caras, veía realmente el ciclo de la vida en todo su esplendor y comprendía que los viejos que ya no están tenían tanta razón como la tiene él ahora. Y esos chicos también lo entenderán algún día.

Tic tac

Porque nada importa más que las pequeñas cosas: las mañanas de frío rompiendo en tu cara mientras comienzas la subida a una montaña o los abrazos de la ronda cuando llegas al bar donde te esperan los tuyos. El primer beso o el momento de certeza manifiesta en que sabes que no querrás otros de una boca diferente. Acostarte tarde leyendo o el sonido de la primera copa de vino que nunca suena igual que las demás. Un gol en el campo, que siempre son mejores que en la tele; el sabor del perfume en el cuello de una bonita mujer, el olor a primavera o quedarse tumbado contando estrellas en la oscuridad de un cielo de verano. Despertar en el calor del edredón, bañarse en las aguas del mar de noche, el amargor de un sorbo de whisky que siempre tiende a evocar un pasado mejor y atrae al final de tus lagrimales la gota de pena más azul que nadie puede imaginar cuando has consumido media botella y recuerdas lo que te prometiste no volver a recordar.

Tic tac

Algunos minutos perdidos leyéndome y otros que perdí yo escribiéndole a ustedes. Esos, los de tinta y pluma, los disfruté como casi siempre que vago en el océano infinito de palabras queriendo abrirme de una manera que, quizá, de otra forma no sé hacer. Si alguna vez me echan en faltan recurran a estas letras para recordarme porque aquí está todo lo que soy. Y si en alguna ocasión quisieran consejo tan sólo quédense con éste: lo único que vale la pena, lo que de verdad cala y por lo que hay luchar, es por exprimir el tiempo de ese reloj de arena que no para de desgranar. Vive, coño, vive… de la manera que quieras y te hinche el corazón, pero no consientas que las manecillas se detengan un día sin haber tenido tantos momentos intensos que seas incapaz de recordarlos todos.

Tic tac 

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Sanará

El vacío que siente mi lecho, 
y que no se termina de olvidar,
el de lágrima fácil, dolor en el pecho,
triste infinita y, ¿qué pasará?
Ese pesar tan intenso... también sanará.

El recuerdo de todos tus besos
canciones, 'te quieros' y poemas de más,
las promesas que no se cumplieron,
deseos, juramentos y todo lo demás, 
todo eso, vida mía, también sanará.

El dulce sabor de tu pecho,
la certeza de no volver a amar igual,
recordar que te fuiste y estás muy lejos,
sin intención alguna de regresar.
La cruda y amarga realidad... también sanará.

El daño pasado y el que aún no está hecho,
y el otro, que no tiene intención de curar,
que dejó un corazón curtido y maltrecho,
podrido y marchito de tanto amar.
Aunque parezca imposible, eso también sanará.

Sanará el día en que ya no te sienta,
cuando contigo, una noche, no vuelva a soñar,
mi piel de la tuya no esté sedienta
ni mis labios, los tuyos, no quieran besar.
En ese momento, querida, mi corazón sanará.

Mi futuro, libre; mi alma ya exenta,
del pasado vivido que no volverá.
Un futuro abierto, sin fisuras ni grietas,
que me atan, sin dejarme avanzar.
Ojala llegue el día en que me permitas,
volver, otra vez, a querer igual.

miércoles, 21 de diciembre de 2022

Versos de diciembre

Un puñado de tardes repletas de sonrisas,
nadar entre las piernas de una bonita mujer,
el sabor del vino tinto o de la cerveza bien fría,
que te quieran tanto que no entiendas por qué.
Los verbos acalorados, los abrazos sinceros,
las pasiones primitivas, las noches sin dormir,
los 'nunca te he olvidado' y los 'todavía te quiero',
las caricias que no esperas, 
los besos que no ves venir.
El corazón cuando se acelera,
en el instante que empiezas a sentir,
que te estalla el alma de tanto amar,
la barriga te duele de no parar de reír,
y comprendo que, si no te tengo,
nunca estaré completo.

jueves, 6 de octubre de 2022

Amar

Amar siempre es el paso
con el que se hace el camino.
Querer nunca es un fracaso,
jamás es en vano,
ni es tiempo perdido.
Sea o no correspondido,
sea eterno o pasajero,
el hombre no se completa,
no rebosa ni está entero,
si no da su corazón a quien ama,
aunque a quien ama no lo merezca.
Porque si quieres con todo el alma 
y amas aunque padezcas,
habrás vivido más intensamente 
con más sentido y con más razón,
que quien nunca derramó una lágrima
por quien le rompió el corazón. 


martes, 2 de agosto de 2022

Hogar

El sol calentaba tan fuerte en lo más alto del cielo que, incluso en el interior del coche y con el aire acondicionado puesto, uno sentía cómo las gotas de sudor resbalaban por su espalda, una a una, empapando una camisa blanca que, más pronto que tarde, dejaría de serlo.

“Hogar es una palabra que me encanta” se escuchó a través de un micrófono no mucho después. La voz, la de un amigo de esos de siempre, de los que ves poco pero con los que has vivido mucho, de los de anécdotas, cerveza, sonrisas y fiesta; de los que cuando echas la vista atrás aparecen, de repente, en casi todos tus recuerdos. “Tiene connotaciones y significados que me encantan” – proseguía él con su discurso de boda - “evoca recuerdos, olores, visiones y sensaciones que me hacen sentir bien”.

Me dio para pensar, claro, como siempre que una frase se me hace bonita y alegremente novedosa, sea donde sea que la escuche. Esta vez, frente a aquel caserón de grandes balcones blanquecinos que recordaba a las de los campos de algodón norteamericanos y mientras intentaba elegir una foto decente que adornase alguna red social.

Hogar evoca, como bien decía él, demasiadas cosas y ninguna de ellas es mala. Es de esas pocas palabras que suenan bien y significan aún mejor, de esas que te sugieren bonitos futuros y que, por qué no decirlo, te hacen volver a pasados que casi siempre se antojan más plácidos.

Hogar. Allá donde los abrazos son sinceros, donde te cobijas de todo lo malo, donde todo es natural, real, verdadero. El lugar donde eres tú, donde no tienes que fingir, donde te esperan, si tienes suerte, con un “hola, cariño, ¿Qué tal el día?” y una taza de chocolate caliente si hace fío en la calle. Hogar. El trocito de vida que creas con la persona a la que le has regalado lo más importante que tienes: tu corazón. El sitio donde la calma se hace eterna, donde los problemas se solucionan a grito pelado y, luego, se terminan de enmendar sudando como animales en el colchón. El oasis donde pacen los labios que más veces te susurran un ‘te quiero’, la guarida donde todo sabe mejor, donde te asilas cuando el mundo te odia, te desprecia o, simplemente, te trata como a uno más. La colmena que produce la más dulce de las mieles. Allá donde el tiempo se detiene, donde la confortabilidad es rutina y el sitio al que quieres retornar siempre que llevas mucho en cualquier otra parte. Hogar. Donde eres importante, fundamental me atrevería a decir. Junto a quien te quiere a pesar de tus defectos, junto a esos ojos que, quizá, pasan desapercibidos muchas veces pero que luego echas tanto de menos que no sabes si volverás a querer igual. Allá donde dos se hacen uno para luego formar algo mayor que cualquiera por separado. Hogar. Donde todo es sosiego, libertad, serenidad, paz y confianza; el sitio más maravilloso que existe en el mundo, el único lugar del universo donde eres realmente tú.

Hogar. La fortaleza que quise erigir contigo, el camino que comenzaba con un felpudo de Ikea, muebles color caoba y la ilusión de dos niños que se hicieron mayores demasiado rápido. El recuerdo de aquel turbante, la sensación de que teníamos el mundo a nuestros pies y el resto del tiempo para querernos mucho y para querernos bien. Hogar. La remembranza de lo que pudo ser y no será o, peor aún, de lo que me hubiese encantado que fuera y jamás se dio la oportunidad. Hogar. Donde te espero aunque estés lejos, donde siempre te esperaré tal y como prometí en su día. Así que ya sabes dónde estoy y dónde, si quieres, puedes venir a buscarme si alguna vez te despistas. Sigue las baldosas amarillas, las miguitas de pan, las flechas doradas o las palabras que todavía están en tu memoria y llegarás, te aseguro que lo harás. Y allí, en ese preciso momento, en ese lugar, todo volverá a empezar, será como si nunca te hubieses ido, será el primer ladrillo del que siempre fue nuestro hogar.