lunes, 1 de octubre de 2012

Preparado para escribir

Se levantó con fuerza, con ánimo, con el deseo inalterable de que esa mañana sí, se pondría a escribir de nuevo. Fue como todos los días a la cocina después de lavarse la cara en el lavabo. Fuera llovía, lo que lo animaba más todavía para sentarse a garabatear la libreta en la que siempre comenzaba sus borradores. Se enfundó una sudadera y puso agua a calentar. Echó cuatro cucharadas de café soluble en la taza y la llenó hasta arriba de agua bien caliente, a punto de hervir.

Sintonizó su emisora favorita y le bajó el volumen, le gustaba tener un sonido de fondo pero  no lo suficientemente alto como para que lo distrajera. Subió todas las persianas posteriormente hasta la mitad, perfectamente alineadas para que la luz de aquella mañana otoñal fuera la idónea y para que el golpear de las gotas contra los cristales embellecerán todavía más el nuevo día que comenzaba. Puso un posavasos en la mesa y encima su taza de café caliente, se acercó un radiador a los pies y se enfundó unos calcetines bien gruesos, odiaba sentir frío en ellos.

Posteriormente, desconectó el teléfono fijo y puso el móvil en silencio. Sacó punta a tres lápices y los puso perfectamente alineados a la izquierda de su libreta. Después, buscó un bolígrafo con el que hacer anotaciones en otra hoja y lo colocó al lado de los lapiceros. Se sentó y buscó la postura idónea para comenzar a escribir la que, a buen seguro, sería su mejor obra.

Ahí estaba: sentado, con los lápices afilados y en orden, el bolígrafo para las anotaciones, los pies calientes, la lluvia repiqueteando contra la ventana, la música a su nivel idóneo, la temperatura de la habitación no podía ser mejor, su delicioso café en la mesa aromatizando todo el cuarto y el ánimo por las nubes. Era perfecto.

Entonces dio un sorbo al café, se deleitó con su sabor y agarró un lápiz. Lo acercó lentamente a la hoja en blanco y se quedó petrificado frente a ella. Todo era perfecto, todo estaba colocado tal y como él deseaba, lo tenía todo... excepto algo que decir.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La cárcel

Se despertó en medio de la noche, asustado, con lágrimas en los ojos y todavía sin saber muy bien dónde estaba, como le había ocurrido durante los últimos siete días de su vida. Ahí se encontraba una noche más, acostado en un colchón rodeado de barrotes, en una celda penumbrosa de un lugar sin nombre ni ubicación conocida. Estaba asustado, melancólico, evocando aquel lugar cálido donde apenas unos días ante había dormido plácidamente antes de que lo trajesen por la fuerza hasta la celda donde se hallaba. ¿Qué había hecho él para merecer eso? se preguntó.

Las primeras lágrimas brotaron de sus ojos, al principio suavemente, aunque pronto el leve llanto comenzó a crisparse, a aumentar su tono y, finalmente, se convirtió en un berrido desolador que atestiguaba su malestar.
Las luces del corredor se encendieron y el miedo se acrecentó tensando sus músculos como las cuerdas de una guitarra. ¿Quién sería esta vez? ese lugar estaba lleno de sorpresas y hasta ahora sólo habían sido desagradables: baños fríos, paseos continuos, gente desconocida... Ya no podía aguantarlo más. Ni un segundo más.


Los pasos se hicieron cada vez más cercanos. Él miraba fijamente la puerta y veía a través de los barrotes cómo una sombra se acercaba. Estaba pálido, aterrado, con los ojos abiertos de par en par esperando a saber qué le depararía el destino que tan mal se estaba comportando con él desde que alcanzaba a recordar.

Y entonces, ocurrió.

La sombra se paró justo enfrente de él y sus ojos se cruzaron. Esa cara le resultaba familiar, la había visto mucho los últimos siete días de su vida. La mujer, con una sonrisa en la boca a pesar de sus ojeras, lo agarró por los brazos y lo sacó de la cuna. Desprendía un aroma embriagador y su pijama era suave y cálido. Él se dejó llevar, eso no parecía tan malo. La señora comenzó a cantarle una canción que, extrañamente, parecía gustar a su minúsculo cuerpo. Poco a poco, el miedo fue cesando y alejándose de ese bebé de apenas una semana de vida. La melodía lo acunó en un sueño placentero y los barrotes de su cuna dejaron de ser una cárcel para siempre. Él no podía saberlo en ese instante pero, justo ahí, en ese preciso momento, se encontraba en casa y más a salvo de lo que jamás volvería a estar ya que, cuando uno está en los brazos de mamá, no hay nada que temer.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Mi historia con Sisi y Mainz

Llevaba ya tiempo sin actualizar el blog y hoy me he decidido a hacerlo con una historia cojonuda. Os quiero contar una vivencia curiosa que me pasó hace unos días en la feria de Albacete. La feria, para todo aquel que no la conozca, es un lugar donde llegas recto y sales torcido, donde los mojitos y los cubatas abundan y donde a altas horas de la noche uno se encuentra y le pasan, cosas realmente extrañas.

Como os decía, estaba yo tan tranquilo en una de las carpas de la feria cuando un amigo me comenta:

- Oye, ese de ahí es Mainz, del Granada.

Efectivamente, ahí estaba el cetral del Granada y ex del albacete Balompié, Diego Mainz (@diegomainz). La casualidad, el valor y el alcohol, sobre todo esto último, quiso que recordara que aquella semana uno de los jugadores que más ha dado por el Alba en los últimos años, me había hecho un -2 como una casa en el Comunio (ese juego virtual que todo el mundo conocéis). Con toda la geta del mundo y en medio de la carpa lo llamé:

-Mainz, ven aquí ahora mismo que me tienes contento

Él, demostrando que es un grande dentro y fuera del campo, vino hacia donde estaba (he de recordar que es un vigardo de dos metros y que podía haberme roto los huesos si hubiera querido).
- Dime - contestó amablemente
- Esta semana me has dado mala puntuación en el Comunio... ¿eso está bonico?
Sonriendo y con buen gesto me respondió
- Joer tío, lo siento... intentaré hacerlo mejor la próxima semana

A lo que de nuevo respondí tentando a la suerte:
- No te pases con los mojitos que te vendo mañana mismo ¿eh?
Y cuando creía que no se podía ser más grande, va y, con las manos juntas, me pide:
- No no, por favor, no me vendas y verás como no te arrepientes.

Lo dicho, un grande

Pero no contento con eso, unas horas después (y con ellas unos cubatas más en el cuerpo) me encuentro en la misma carpa a Sisi (@sisino21), jugadorazo albaceteño y que milita en Osasuna. El puto destino quiso (no encuentro otra explicación) que también lo tuviese en mi equipo y que de nuevo, me hubiera hecho esa semana un -2. Como Mourinho en el episodio de los red Bulls, lo llamé también a él a filas:

- Sisi, que sepas que eres un orgullo para todo Albacete y que aquí te queremos mucho pero estoy enfadadísimo contigo

Él, flipando como no podía ser de otra forma, me contestó:
- ¿Y eso?
- Pues porque te tengo en el Comunio y me has encasquetado un -2 como la Catedral de Burgos.

Atónito y descojonándose de risa me prometió también que esa semana iba a mejorar y, he de decir que así ha sido.

Me alegra saber que mis consejos sirven para algo. Soy un motivador nato y ellos unos tíos cojonudos

PD: Como tenía todavía la puta mierda de la Blackberry no me pude hacer una foto con ellos, espero que me la guarden para la próxima

lunes, 10 de septiembre de 2012

jueves, 6 de septiembre de 2012