martes, 5 de julio de 2011

El Monstruo del sillón

La noche se cernía sobre el pequeño poblado costero del norte de España. En su habitación, el chico se escondía bajo las sábanas, asustado por la tormenta que repiqueteaba con fuerza en la ventana. Solía sacar de vez en cuando la cabeza para observar al hombre que creía estaba sentado en el sillón del escritorio. Esperaba a que un relámpago iluminase el cuarto para lenta y disimuladamente, asomarse por el faldón de la cama y mirar en la dirección donde aquel ser misterioso se encontraba.

Efectivamente, estaba allí.

Pedro, que así se llamaba el muchacho, volvió a esconderse al borde del llanto en su refugio. Estaba demasiado asustado para huir o, simplemente, para pedir ayuda a su padre. Probablemente, el monstruo no se había percatado todavía de que él estaba despierto y, si se le ocurría gritar, su papá podría tardar más de la cuenta en llegar a socorrerle mientras que aquel ser espantoso estaría obligado a acabar con él.

La tormenta sonaba cada vez con más fuerza lo que aterraba todavía más al muchacho. Ya lo había estado otras noches cuando creía haber visto a otros seres, pero esta vez era verdad, estaba allí.
Decidió que tenía que actuar. No podía esperar a que ese ser se aburriese de mirarlo y le devorase. Él era demasiado pequeño para defenderse, pero seguro que su padre le daría una buena paliza. Así que se armó de valor y gritó con todas sus fuerzas. Fueron los segundos más tensos de su vida. A sus cortos cuatro años no recordaba haber pasado nunca tanto miedo. Esperó a que se produjera un ataque del intruso ahora que ya había descubierto que lo habían atrapado. Se abrazó fuerte a la almohada, pero esa embestida no llegó. De repente, la luz de su habitación se encendió y Pedro vio como su padre aguardaba medio dormitando en el marco de la puerta. Increíblemente, el malvado se había marchado. En su lugar, únicamente un montón de ropa que, mirándolo bien, tenía cierto parecido a ese maligno ser que acababa de huir de la habitación. De nuevo su padre le había salvado, era su héroe.

sábado, 2 de julio de 2011

Temazo con videzaco

Me acaban de pasar esta canción increíble acompañada por un videoclip excepcional. Hay que verlo si o si

jueves, 30 de junio de 2011

Risk

Ayer me trajeron a mi habitación una caja para que se lo devolviera a mi hermano. La caja en cuestión contenía el Risk, ese juego de mesa en el que tienes que enfrentarse a tus amigos para conquistar el mundo. Un entretenimiento cojonudo para las tardes de domingo o para compincharte con los otros para tocarle la polla al que peor te cae, porque como entre todos digáis de tocarle los huevecillos a uno, se los tocáis bien (el que haya jugado sabe de lo que hablo).

Esta mañana me he levantado y he visto la caja en mi mesa. Habré visto esa caja tropecientos millones de veces pero hoy la he analizado en profundidad... ¡en qué mala hora!

Os pongo primeramente la imagen general



A simple vista parece una portada acojonante. La caballería dispuesta a derrotar al enemigo, a enfrentarse con otro ejército por defender su patria, a su bandera... la repolla en vinagre vamos. Sin embargo, es la mayor mariconada hecha por el hombre. ¿Por qué? por dos imágenes que os paso a describir

1)

Perdonad la calidad de la imagen pero BlackBerry tiene una cámara de mierda (algo de lo que me encagaré aquí más adelante) pero creo que se ve más o menos claramente. Si acercamos más la vista a los soldados observamos como la cara del que ejerce un papel protagonista es acojonante. Con la espada desenvainada y una expresión de furia total, avanza presto a enfrentarse con el enemigo. Pero, si nos fijamos en el que está inmediatamanente a su izquierda (nuestra derecha) vemos que está cagado en las patas. Una cara medio de risa medio de llanto invade al soldado. El muy marica se dirige al combate...¡llorando! pero, alma cándida, ¿cómo quieres imponer respeto así?

2)

Y si la imagen anterior ya era lamentable a más no poder, no puedo describir la que os acabo de mostrar. En la parte derecha de la caja, observamos a dos soldados... si amigos, así es... abrazados. Un homenaje al guerrero mariposón se vislumbra en la caja del juego de guerra por excelencia. Que Dios me castigue si yo tengo algo en contra de los soldados gays, pero coño...¡una cosa que esté bien!

Total que hoy, de nuevo, he tenido que plantearme todo un universo de dudas. Me he vuelto a dar cuenta de lo engañado que estaba en otro asunto más, que no todo era como yo pensaba.

martes, 28 de junio de 2011

El poder del Reggae

Un vídeo que me enseñaron el otro día en la residencia. Un niño dando por saco hasta que le cambian la música y le ponen 'reggae'. Observad como cambia la cosa:


jueves, 23 de junio de 2011

Pulgarcito versión 'de Mora'

Hoy os vengo a contar una historia de mi infancia. Como cada niño, mi padre también me contaba cuentos a la hora de la siesta o antes de acostarme por las noches. En mi casa no somos muy normales, todo hay que decirlo, así que digamos que los cuentos clásicos, los de toda la vida, quedaban algo distantes de los que me contaban a mi con apenas seis o siete años. A mi padre, un educador nato, se la suda más que fervientemente los conceptos psicológicos, los traumas infantiles y las doctrinas de la pedagogía moderna (como por otra parte, nos pasa a la mayoría de personas). Es un hombre de toda la vida, que sabe que la tontería infantil se quita con un par de hostias y que el diálogo padre hijo está muy bien siempre y cuando no te pases de la raya. Cosas que por desgracias se pierden.

Bueno, a lo que íbamos.

Como decía, mi padre nunca ha sido de contar las historias como el guión preestablece. Él encontraba el cuento de toda la vida como una mariconada de cuidado y por eso cambiaba las historias a su gusto, bien para no dormirse contándolas, bien para sacarnos una sonrisa o bien porque le salía de sus santos cojones.
Hoy, por tanto, os voy a contar la historia, la curiosa historia más bien, de Pulgarcito. Vamos allá:

“Pulgarcito como su nombre indica, era un niño muy pequeño muy pequeño que había nacido poco después de que el espermatozoide de su papá fecundara el óvulo de su mamá, exactamente dos semanas después. Como era tan pequeño, su madre lo tenía muy mimado y no permitía que saliera nunca a la calle. Su pequeño tamaño siempre le había impedido jugar con otros niños por miedo a que lo pisaran. El chaval, que apenas medía los ocho centímetros de altura, se limitaba a luchar con palillos contra las moscas que se colaban en casa o a hacer castillos con los terrones de azúcar.

Un día, su madre se fue a la compra y dejó una ventana abierta. Pulgarcito que era muy curioso (a la vez que muy gilipollas) decidió salir al jardín de su casa a explorar el mundo que desconocía por completo. El niño paseó por entre los hierbajos, olisqueó las enormes flores y se divirtió embarrándose en la tierra mojada. Sin embargo, de repente, un gigante con cuernos (conózcase como una vaca) que pastaba por ahí, se lo comió sin querer.
Pulgarcito entró por la boca del animal, bajó por el esófago hasta entrar en el estómago. Allí, intentando no ser devorado por los jugos gástricos consiguió colarse por el intestino hasta que por fin salió del animal enjugado en un montón de mier...”

Bueno, pues ya conocéis el resto de la historia. Aquí mi padre, con estilo sutil y docente digno de elogio, explicaba a su hijo camuflado entre un cuento, todo el proceso digestivo de un animal. Si eso no es matar dos pájaros de un tiro, que baje Dios y lo vea