martes, 31 de julio de 2012

Partida hacia la guerra

Ahí estaba él, en el umbral de la puerta esperando el momento que tanto había temido durante años. Su madre desconsolada lloraba y su padre se mantenía en un segundo plano con semblante serio y cara de preocupación.

El joven vestía el uniforme y llevaba puestas las botas, la guerra le esperaba más allá de las fronteras de su hogar. Apartó con cariño a su madre que lo abrazaba y que le mojaba con sus lágrimas el hombro. Le dio un beso en la mejilla y le aseguró que no le pasaría nada, que todo iría bien, que volvería a casa sano y salvo.

Avanzó con paso presto y la mirada fija en la puerta. El silencio invadía la casa e incluso su hermanita pequeña, que no pasaba de los dos años, lo miraba con aire incrédulo y expresión de temor. Anduvo con todo el equipamiento necesario: uniforme, botas, mochila con provisiones y todo lo imprescindible para entrar a la batalla, a su primera gran guerra.

Su madre se abrazó a su esposo y ambos miraron distancia al hijo que ya abandonaba la casa. El joven cogió el picaporte y abrió la puerta. Fuera, el autobús con todos sus compañeros lo esperaba, ellos también estaban serios, acobardados por el qué les pasaría allá donde iban. La guerra iba a comenzar pronto y todo el barrio parecía notarlo, se respiraba el peligro, se mascaba la tensión en el ambiente.

Era hora de afrontar su destino, suspiró y se armó de valor. Inició la marcha hacia el transporte que lo llevaba al campo de batalla, no avanzó más de dos pasos cuando se frenó en seco, giró la cabeza y miró a su madre. Con expresión de chulería, esa que había adornado su semblante desde que tuvo memoria le dijo: "tranquila mamá, hay cosas peores que el primer día de escuela"


domingo, 29 de julio de 2012

La carta de amor en el clinex

Estaba seguro, ese día le diría lo mucho que la quería. Se había concienciado durante toda la semana, por fin, le abriría su corazón. Sus amigos habían quedado para comer en el bar que solían frecuentar. El joven entró y ella fue su primera visión, todo lo demás, todo lo que la rodeaba sólo emborronaba una imagen perfecta, única, exquisita, magistral... preciosa. Estaba sentada con un vaso de vino en la mano, increíblemente bonita. Llevaba un vestido azul con rayas blancas que caía casi al nivel de la rodilla. El moreno veraniego había hecho presencia en su cuerpo y se acentuaba más si cabe por el brillo de sus ojos azules. Estaba tan bonita que en un principio estuvo a punto de echar al traste los planes de su enamorado, pero finalmente no fue así. El destino se alió con él y vio como la silla que había inmediatamente a la derecha de Sara (que así se llamaba ella) se quedaba libre. "Es una señal" se autoconvenció.

Avanzó presto y sin dilación a enfrentarse con su destino de una vez por todas. Se sentó junto a ella y la saludó. Ella respondió con una sonrisa espectacular, de película, de cuento de hadas.
Una brisa veraniega surcaba el restaurante y llevó el perfume de Sara hasta las fosas nasales del chico, que se deleitó con él hasta embriagarse profundamente. Estaba locamente enamorado, no había duda sobre eso. No era un amor cualquiera, era mucho más. Un sentimiento único que él jamás había sentido pero que había comenzado a despertar en él hacía casi un año y ahora era mucho más poderoso que nunca. Se había enamorado de Sara desde el primer momento, desde la primera vez que la vio en el comienzo del verano anterior. Había llegado al pueblo a veranear y al mismo verla sintió que se le quebraba el corazón. Hasta entonces no más de unas pocas palabras y algún roce involuntario lo habían mantenido vivo. No sabia si ella le correspondía o no, según le habían dicho sus amigos la cosa pintaba muy bien pero claro, en esto del amor nunca se tiene la certeza absoluta. Así ha sido siempre y siempre así será.

Un estornudo surgió de su boca y el chico se interesó por ella con un "¿qué te pasa?" y ella le comentó que siempre por esa época solía coger algún catarro sin importancia por el brusco cambio de temperatura. A él le pareció tremendamente dulce, pero claro, su objetividad hacía tiempo que había sido asesinada por la cursilería romántica.

La noche avanzó entre copas de vino, risas y deliciosos platos. El chico sabía que era ahora cuando debía actuar, cuando tenía que decirle todo lo que sentía, todo lo que la amaba, todo lo que iba a hacer por ella: cuidarla, protegerla y quererla hasta el fin de los tiempos. Pero no era tan sencillo. Aunque le había costado siete días y siete noches tomar la decisión, no había caído hasta aquella noche cómo lo haría. El ambiente no era el más propicio para hacerlo directamente, quizás con un mensaje en el móvil... sí, eso podría ser hasta romántico: escribirle un mensaje aunque la tuviera al lado, algo más o menos como: "Te quiero como nunca he querido y como no creo poder volver a querer. Después alargo el mensaje pero quiero que lo sepas" 140 caracteres que le hicieran una primera idea de por donde iban los tiros. ¿Lo tomaría bien? ¿era un poco precipitado? ¿le correspondería?. Entonces cayó en la cuenta de que ella no tenía el bolso encima. ¡Maldita sea! lo había dejado colgado en la silla y probablemente no oyese el sonido y tuviera que esperar hasta más adelante y eso conllevaba un riesgo implícito: podría ser que entonces no estuviera sola.

Así que se armó de valor, cogió una clínex de su bolsillo y le pidió un bolígrafo, ella extrañada se lo dio. Le escribió en menos de 50 palabras todos sus sentimientos (más o menos) le explicó (más o menos) todo lo que había sentido y le pidió (más o menos) que ella le contestase con todo lo que sentía por él (más o menos). En ese papel viajaban todas sus esperanzas, sus sueños, todos y cada uno de los sentimientos que su pequeño corazón albergaba. Ahí iba media vida, en un papel esponjoso y suave con el que se podía limpiar el culo literal y metafóricamente. 
La miró, le tocó en el hombro y con una expresión de felicidad patente se lo entregó: "toma, aquí tienes" fueron sus últimas palabras. Ella, con otra sonrisa de oreja a oreja y con una mirada que hubiese enloquecido al más casto y puro de los hombres contestó: "muchas gracias".

Inmediatamente después, lo abrió y se sonó la nariz con él. Una mancha de tinta en la cara de su amada fue lo único que quedó de esa declaración de amor y, por qué no decirlo, de la poca dignidad que le quedaba a nuestro querido protagonista.

domingo, 22 de julio de 2012

La mierdecica del WhatsApp

Hoy os vengo a contar un descubrimiento que he hecho yo solito, sin ayuda de nadie. Todo la actualización laboriosa y concienciadamente estudiada que voy a narrar viene, para que os vayáis poniendo en situación, de Los Simpsons y de unos cuartos de final de una Champions de no hace tanto tiempo. Vayamos por partes:

Estoy seguro de que todos conocéis el grandísimo episodio de los Simpson (capítulo 8x22) en el que Homer encuentra una caja de detergente japonés que lleva su rostro. Paso a ilustraros


El detergente en cuestión, se llama Mr Sparkle en inglés, Mr Croquet en castellano y Mr Chispa en latino (que asco le voy cogiendo a esta puta forma de doblar, cojones) y la historia es que Homer intenta encontrar por qué leches sale su cara en un producto de limpieza. Un capítulo más que recomendable que, si todavía no lo habéis visto, puedo decir que me dáis mucho asquete. Sin embargo y como el corazón no me cabe en el pecho, os voy a dejar el fragmento en el que el padre de los Simpson descubre el por qué de sus dudas




Dejando a un lado el profundo odio que le cojo cada día más a Lisa, vemos que la cosa es más o menos así.


De una imagen de un pez y una bombilla sale por fin, la cara de Homer. Problema resuelto. Marketing lo llaman algunos, copia barata otros
 

Pues bueno, el caso es que yo, visionaro y observador donde los haya, he descubierto una copia barata en nuestra sociedad que supera con creces a la que acabamos de ver. Efectivamente amigos, la mierdecica del WhatsApp, esa que todos conocemos porque alguna vez hemos hecho la gracia de ponérsela a alguien en la conversación, no es más que otro producto de la mezcla de dos imágenes distintas. Paso a probar mi teoría.


Primeramente quiero que os familiaricéis con ella los pocos que no la conocéis



Ahí está, una boñiga feliz que bien podría ser el avatar del gran @Grabieh en Twitter y que está en todos los móviles (o casi todos) de este país. Pero yo me pregunto ¿de dónde salen esos ojos? Ahí, en ese par de ojos enormes es donde realmente reside el encanto de la mierda, porque ¿qué sería de ella sin sus ojos?


Probando una vez más mi dominio pasmoso de photoshop, comprobamos que pierde y mucho. Son esos ojos los que la hacen mágica, risueña, casi familiar. Una mierdecilla que todos querríamos llevar dentro (y hasta aquí el comentario asqueroso de la actualización) pero yo me pregunto más, ¿de quíen son esos ojos?. Aquí, en Los Momentos al Pedo (que tampoco cuesta nada que le deis a me gusta pedazo de hijos de puta) hemos descubierto de qué o, mejor dicho, de quién son. Aquí va la primera pista


¿Son ellos verdad? con una expresión más o menos distinta pero no cabe duda de que así es. Valga por delante que el chaval es negro y, Dios me libre de compararlo con ese objeto escrementoso que está siendo estudiado, pero parece que los creadores no han tenido piedad del chaval y le han puesto sus ojos a una cagarruta. Ahora imagino que os estaréis preguntando ¿De quién son? Pues aquí viene el segundo punto en el que hay que apoyarse y que paso a detallar.

8 de marzo de 2011, cuartos de final de la Champions league, el Barça gana al Arsenal de Wenger 3-1 en el Camp Nou con golazo de Messi y polémica arbitral. Sin embargo, otro sujeto ajeno al juego copa el interés de los internautas y se hace trending topic inmediatamente. El niño en cuestión es conocido como.... El niño detrás de Puyol

Esa cara increíblemente peculiar se convirtió en el tema del día y, por desgracia y por la crueldad de los inventores del programa de conversación telefónica, también en una copia burda de sus ojos. Efectivamente, con un zorote cualquiera y los ojos de El niño detrás de Puyol, se ha creado el icono más famoso de WhatsApp.

Espero el Pulitzer

miércoles, 18 de julio de 2012

La bolsa del Pryca

El otro día me dirigía a tomarme una cerveza (¿vaya novedad eh?) cuando me encuentro con esto


¡Una bolsa del Pryca! (porque era EL PRYCA, no Pryca) Esa cadena que desapareció en el año 2000 cuando la compró Carrefour, tiene todavía su sello por las calles. Me imagino al abuelo/a que habrá guardado esa bolsa en casa durante todo este tiempo y que no se da cuenta del valor que puede llegar a alcanzar eso en el mercado de coleccionistas. Una bolsa de plástico, de esas que todos tenemos pero con un antigüedad casi milenaria (más o menos). Inmediatamente la cogí y la guardé como oro en paño junto con la del Jobac, el walkman y los capítulos de Espinete en VHS. Ahora os reiréis de mí, pero en unos años seré rico y yo me reiré de mí... que diga, de vosotros.

martes, 17 de julio de 2012

Camisetas spoiler

Si hay algo que está más que claro, es que la gente tiene muy mala uva. Hoy os traigo una colección de camisetas spoiler que te joden el final de un libro, de una serie o de una película (eso sí, están muy chulas)

De Harry Potter

"Dumbledore muere en la página 596 y te acabo de joder 4 horas y 30 euros"

Esta directamente te destripa toda la trama

Directa y al corazón: Snape mata a Dumbledore

Perdidos (Lost)


John Locke no está muerto


La verdad sobre el humo negro (algo de sentido del humor)

Juego de Tronos


Muy sutil ... vía @limonmecanico

En general


lunes, 9 de julio de 2012

El hombre de la estación

Hay un bar en una estación de trenes de España donde se come muy bien por muy poco dinero. Asiduamente me acerco a él para tomar un bocadillo rápido antes de volver a casa. El otro día estaba allí y, de entre la gente que había reunida, recordé una cara que me pareció familiar. Vi a un hombre de unos setenta años, con boina, como los buenos abuelos de la mancha; anteojos finos, el primer botón de su camisa a cuadros desabrochado, un pantalón raído y unos zapatos negros eso sí, con calcetines azules, cosa que dice mucho en favor de un coetáneo de la generación mocasines negros-calcetines blancos.

De entre todas las caras de los más o menos asiduos a esa cafetería de mala muerte me fijé en la suya. Una expresión triste, mustia, completamente abstraída y decadente. Lo había visto ya más de una vez ahí, con su copa de cerveza y algo que llevarse a la boca, solo, muy solo. Dicen que las palabras pueden describirlo todo pero esa es una afirmación que nunca he compartido. Lo veía pesaroso, fijándose en cada detalle, buscando desesperadamente un poco de atención, un mínimo de conversación, un "hola" o un "adiós". Mi padre, que me acompañaba, también se dio cuenta de aquello: "el viejo este, siempre está por aquí solo, pobre". 
Me dio que pensar... y mucho. 
Imaginé su vida, lo que podría o no podría haber pasado aquel hombre que ya tocaba el fin de sus días y su expresión no hacía más que darme razones para ponerme en lo peor. Comencé a imaginar lo que debía ser la soledad absoluta de aquel viejo, el pasar las horass sin hacer nada más que llegar a ese bar a disfrutar de la compañía de gentes desconocidas porque, probablemente, los suyos estén demasiado lejos como para hacerle caso. No os imagináis cómo miraba a todo el mundo, con esa desolación máxima plasmada en unos ojos vidriosos, vacíos de alegría y llenos de lágrimas, sin ganas de vivir, sin una mínima chispa de vitalidad. De vez en cuando mojaba sus labios en el vaso y ahogaba sus penas en la cerveza, quizás como hemos hecho todos alguna vez y se evadía, como buenamente podía, de todo ese mundo que le rodea pero que no quiere saber nada de él. Esa soledad que, como ya decía García Márquez, es la peor de todas: "estar rodeado de gente y seguir sintiéndote solo". Sin duda el castigo más cruel que puede existir.

Me dio pena, mucha. Inevitablemente y por esa intrínseca condición de ser humano que todos, queramos o no tenemos, me puse en su piel. Me imaginé a mí con esa edad y ese estado de soledad total, esa expresión melancólica, vagando de un lado para otro pero siempre dentro del mismo kilómetro cuadrado. Intentando que las horas pasen lo más rápido posible, que la pesadilla concluya, que todo se acabe, que el dolor cese. Una vida como cualquier otra, sesgada de toda ilusión, privada de toda sensación placentera y condenada a ir tachando los días que quedan para que todo termine. Todos los sentimientos plasmados en esa mirada esquiva, compungida y tristona de un hombre que viaja solo en un mundo lleno de gente. La realidad de muchos plasmada en la mirada de uno, el triste sentir del mundo, la otra cara, la que nadie quiere enseñar, vista en una cafetería de pueblo un día cualquiera ante los ojos del que quiera verlo y se pare a fijarse. La vida en estado puro, no la de los anuncios de Coca Cola sino la de verdad, que a veces golpea demasiado duro, tanto que cuesta volver a levantarse. Se lo pueden ustedes preguntar a mi amigo de la estación.

miércoles, 4 de julio de 2012

Mi móvil... de mierda

Hola queridos amigos. Hoy os quiero contar algo que venía deseando compartir desde hace ya unos meses. Mis seguidores de Twitter saben que desde hace ya tiempo me vengo quejando de que mi teléfono móvil no me deja acentuar palabras y cambiar las que, por defecto del mismo, vienen escritas erróneamente. Os voy a contar la historia:

Hará exactamente un año y cinco meses el 17 de julio (para que veáis que voy contando los días uno a uno como los presos) que me compré un nuevo terminal. En aquel tiempo que, aunque parece cercano está muy lejos en la memoria, me decidí por ese teléfono tan 'cool' y que salía tanto en las películas, como era la Blackberry. Recuerdo que siempre veía con ella a un abogado o un detective pensaba: "Dios que pepino de móvil, con eso seguro que se puede hacer de todo" de nuevo la televisión volvía a demostrar que te puede vender cualquier mierda.

Mi primero meses con la Curve 9300 fueron geniales. Siempre había huído de los móviles táctiles y esta tenía botoncitos que me permitían escribir a una velocidad endiablada. Nuestra historia de amor empezó genial hasta que, de repente, todo cambió.

No sé que le ocurrió a mi amada, de un día para otro dejó de ser ella misma para volverse más distante, para alejarse de mi lado cuando jamás le faltó de nada. Puta desagradecida.

El caso es que un día cualquiera dejó de funcionar.

Claro, la Ley de Murphy no iba a consentir que fuera una tecla inservible la que dejase de funcionar, evidentemente cuando algo pasa tiene que ser algo que te toque las narices a gusto. Así que fue la tecla central, la llamada 'rulecica' en las tierras murcianas, la que dijo "hasta aquí hemos llegao". De un día para otro me encontré con que la tecla más importante de todas dejaba de funcionar y con ella, muchas de las funcionalidades del móvil. Me las vi negras para poder apañarme sin ese botón pero he de decir orgulloso que sí, lo conseguí.

Poniendo comandos en las teclas de los laterales y con mucho ingenio, conseguí que el Whastapp, los mensajes y los correos electrónicos pudieran funcionar. Había perdido la calculadora, los juegos y demás, pero bueno, lo realmente importante seguía en uso. Pero claro, no por mucho tiempo

Primero fue la tecla del lado izquierdo la que murió. Un botoncito que, de repente y cuando me quise dar cuenta, se había despegado y perdido para siempre.

No mucho más tarde, fue justo el del otro lado, es decir, el botoncito de la derecha, el que se despegó. He de decir que las funcionalidades sí seguían operantes, pero para poder acceder a ellas había que introducir un boli, las llaves o algo semejante, con lo que no siempre resultaba posible.

Todo había empeorado, pero por lo menos aún podía seguir usándola para llamar y, mediante otra serie de comandos que descubrí posteriormente, para mandar mensajes. Nada más.

Con eso esperaba llegar al mágico día 17 de agosto donde se me acababa la permanencia y no tenía que pagar la multa de 70 euros que los cabrones de Vodafone me quieren meter. Pero la cosa se terminó de torcer


Como podéis ver en la primera imagen, la tecla de bloqueo se me jodió también, con lo que tuve que inventar un artefacto para que se quedara pegada y no tuviera que meter un boli cada 10 segundos, que es el tiempo en que tarda en bloquearse el maldito trasto del demonio. Además, como se puede ver en la siguiente imagen, la tapa se me partió de un lado, con lo que muchas veces se me caía al suelo sin darme cuenta.

He aguantado con todo esto casi un mes, hasta que ya me ha fallado lo más importante de todo: la batería. De una semana a esta parte, tenía que cargar 3 o 4 veces la misma para no quedarme tirado al hablar con alguien. Lo he intentado todo para que esta relación no se fuera al traste, ella lo sabe y yo lo sé, pero no ha sido posible. Ahora, por cortesía de un amigo, tengo un móvil hasta el 17 de agosto y, aunque no dejo de agradecérselo, no puedo echarme las manos a la cabeza y llorar cada vez que pienso que es otra blackberry (esta vez encima un modelo inferior) y que sí, también tiene los botones rotos.

A perro flaco, todo son pulgas

martes, 3 de julio de 2012

El último deseo de Marcos

Ya sabéis todos que tengo una lista de 100 cosas que tengo que hacer antes de morir. De momento llevo hechas unas 15 y espero este verano poder cumplir alguna más. Os dejo el vídeo de Marcos que me pasa @yaripei, todo esto es para que os pongáis de acuerdo en cuando me vais a dar la misma sorpresa...