lunes, 29 de agosto de 2011

La pulsera mágica

Había llegado la hora. Después de años de búsqueda, el aventurero Peter Mcgonagal se encontraba a punto de descubrir el secreto mejor guardado de los últimos mil años, la Pulsera mágica. Contaba la leyenda que siglos atrás, un brujo había escondido en una caja de madera un amuleto capaz de dar superpoderes a su portador. Corría el año 3011 y Peter Mcgonagal estaba a punto de grabar su nombre a fuego entre los mayores descubridores de la historia. Tras años de búsqueda y miles de peligros solventados con valor, templanza y sangre fría; se encontraba frente aquel cofre de madera donde, a buen seguro, se encontraba la famosa pulsera.

Durante siglos, miles de personas habían buscado esa reliquia por todos los rincones del planeta tierra pero nadie había podido encontrarla. Solo Peter había sido capaz de resolver los cientos de acertijos que conducían a ella. Una joya ancestral que, según narraba la leyenda, era capaz de aportar a su portador habilidades dignas de magos, de súper hombres, casi se podría decir, de dioses.

Mcgonagal estaba expectante, su hombría y su virilidad no le hacían ponerse nerviosos pero si alguna vez su aspecto varonil pudo parecerse en algo a un hombre inquieto, fue en ese instante. Por fin iba a encontrar lo que durante años había estado buscando, la tenía delante, estaba completamente seguro. Cientos de años perdida y era él quien la encontraba, quien se beneficiaría de sus poderes mágicos. Por fin haría realidad el sueño de su vida, por lo que había peleado tantos y tantos años.

Lentamente y deleitándose con el momento, abrió el cofre y comenzó a estremecerse con el cosquilleo del triunfo, con el sabor dulce de la victoria. Por fin era suya, ahí estaba... la famosa pulsera mágica

martes, 23 de agosto de 2011

Bienvenido al secadero

Hoy encuentro en Twitter lo nuevo de Marea, el nuevo single de un disco muy esperado. Os lo dejo...disfrutadlo


viernes, 12 de agosto de 2011

El romántico Don Quijote

Estoy leyendo en la actualidad el libro en castellano por antonomasia: don Quijote de la Mancha. Por lo que había oído y me habían contado, esperaba un libro denso y pesado pero, muy gratamente para mí, no está siendo así. Hoy os dejo un pasaje precioso, donde don Quijote describe a su amada Dulcinea:

"Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta o no de que el mundo sepa que yo la sirvo. Sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea; su patria el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad por lo menos ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana; pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas"

Magnífico

miércoles, 10 de agosto de 2011

Luchando contra el tiempo

La  historia de hoy se remonta no muchos años atrás, en una habitación cualquiera de una ciudad cualquiera. Allí, escondidos en una penumbra intermitente, únicamente perturbada por las pinceladas de luz que penetraba por las pequeñas rendijas de la persiana, dos cuerpos desnudos saboreaban el placer de un sentimiento exquisito, de la sensación inconmensurable, del amor perfecto.

Un reloj colgaba de la pared de enfrente. Sus manecillas seguían incansables el movimiento que, desde su primer momento de vida, habían memorizado a la perfección. Los segundos daban paso a los minutos y éstos a las horas; unas horas que debían separar a esos dos amantes de nuevo para alejarlos el uno del otro, para privarlos de las caricias, los abrazos, lo besos… De soslayo él miraba de vez en cuando las agujas y quedaba horrorizado por la velocidad que adquirían. Era imposible que el tiempo pasase tan rápido que ya apenas quedaran unas cuantos minutos para comerse a besos a esa chica que lo miraba con una media sonrisa abrumadora, preciosa, irresistible. Él volvió a olvidarse de Cronos y se abalanzó sobre su boca, humedeciéndose con sus besos, saboreando su lengua y acentuando la temperatura de su cuerpo con sus caricias. Comenzó a besar su cuello y fueron en esa ocasión los ojos de ella los que se quedaron fijos en las manecillas de aquel reloj. ¡Qué poco quedaba para que la dejase, para que volviera a surcar los mares y se alejase hasta que Dios quisiese volver a reencontrarlos! No podía dejarlo ir, ahora no. 

El tiempo se consumía segundo tras segundo y únicamente sentía que, poco a poco, se le iba de las manos, que no podría abrazarlo más, ni oír su voz, ni besar sus labios. Y no había nada que pudieran hacer.
Pero entonces surgió el milagro. Porque si algo es conocido entre los amantes más fervientes es que realmente el amor hace milagros. Fue entre aquellos besos extenuantes, entre aquellas caricias abrasadoras y entre aquellos abrazos febriles cuando ocurrió. De repente, el tiempo comenzó a detenerse como por obra de magia. Como por deseo celestial las manecillas empezaron a moverse cada vez más lentamente. Al principio los dos pensaron que eran imaginaciones, simples pensamientos de un subconsciente que les incitaba a creer que, efectivamente, lo estaban consiguiendo. Pero era muy real. Porque cuando se ama todo es posible, porque cuando se quiere todo está al alcance de la mano. Fue entonces cuando esos segunderos tan odiados por la pareja unos minutos antes, dejaron de funcionar. El tiempo se detuvo. No fue un fallo mecánico ya que los pájaros también dejaron de cantar, el viento paró de soplar y se hizo el silencio. Un silencio atenuado por el sonido de los gemidos que siguieron resonando en el eco hasta la extenuación. 

Ya tenían el infinito para amarse, todo el tiempo del mundo para perderse mutuamente en un océano de pasión y, aún así, les pareció poco. Querían mucho más, querían toda la eternidad para estar juntos y jamás volver a separarse. Quisieron ser más fuertes que el tiempo y, finalmente, lo lograron.

lunes, 8 de agosto de 2011

Bailando por el mundo

De nuevo vía @aritaber os dejo un vídeo muy bonito. Atentos al significado y al baile, yo desde luego lo pienso petar en la discoteca con él



Puto amo Matt

domingo, 7 de agosto de 2011

14ª Ley de Couling

Hoy he vuelto a recordar una frase que ya apunté por aquí hace algún tiempo y que he decidido meterla en las leyes irrefutables de Couling, una sección que tenía algo olvidada. La frase en cuestión es esta:

"Ya te casarás y follarás sin ganas"



Y toda su historia la podéis ver AQUÍ